Con este post, pretendo rendir un pequeño homenaje a una bibliotecaria que no sólo escribió un diccionario (por ello es conocida). Mucho se ha dicho sobre ella, se define a esta mujer como una bibliotecaria visionaria, politizada, solidaria y comprensiva en las necesidades educativas y culturales de su pueblo. Para situarnos, no hay que olvidar que estamos en la España de antes, el analfabetismo está presente.
El bibliotecario es hijo de su tiempo; el bibliotecario por su profesión y vocación de servicio a la comunidad se encuentra inmerso en el movimiento de su sociedad.
En 1921 María Moliner, se licencia en Historia. Un año después ingresa en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos. Trabaja en varios archivos: Simancas, Murcia, Valencia.
El 29 de mayo de 1932, se crea el Patronato de Misiones Pedagógicas, su objetivo extender la cultura por todos los rincones de España. Y es aquí donde ella juega un papel muy importante, se le encarga establecer y crear bibliotecas públicas fijas y circulantes.
A través de la ILE, se manifiesta el entusiasmo de los bibliotecarios:
En una biblioteca de larga historia, el público ya experimentado, lejos de necesitar estímulos para leer, tiene sus exigencias, y el bibliotecario puede limitarse a satisfacerlas cumpliendo su obligación de una manera casi automática. Pero el encargado de una biblioteca que comienza a vivir ha de hacer una labor mucho más personal, poniendo su alma en ella. No será posible sin entusiasmo, y el entusiasmo no nace sino de la fé. El bibliotecario, para poner entusiasmo en su tarea, necesita creer en dos cosas: en la capacidad de mejoramiento espiritual de la gente a quién va a servir, y en la eficacia de su propia misión para contribuir a ese mejoramiento.
Pero este ideal que alimenta a la II República como a ella, se ve limitado por el asedio de tropas franquistas y el desarrollo bibliotecario se traslada a Valencia.
En 1935, se crean más de 5.000 bibliotecas y éstas se instalan no sólo en pueblos, sino también en diminutas aldeas. Contenían un lote inicial de 100 volúmenes que se iba incrementando y la colección la formaba obras para adultos de: literatura, viajes, biografías, etc. En mayo se celebra en España, el II Congreso Internacional de Bibliotecas y Bibliografía; su tema central el préstamo internacional aunque se trató otros como la misión del bibliotecario.
María Moliner escribe varios textos en el que deja constancia su preocupación por la organización bibliotecaria: «Bibliotecas rurales y redes de bibliotecas en España» e «Intrucciones para el servicio de pequeñas bibliotecas». Su idea era la de bibliotecas públicas rurales abiertas a todos, cercanas y atractivas para el usuario.
En 1936 se la nombra jefa de la Biblioteca de la Universidad de Valencia hasta 1937, para posteriormente ocupar el cargo de la jefatura de Adquisición e Intercambio Internacional. Su objetivo dar a conocer los libros que se editaban en España.
Durante la República los bienes culturales formaban parte de la colectividad, mientras que con el franquismo se destruyen y se considera a la masa incapaz de disfrutar de ellos. Tras esto, debido a la falta de medios y de impulso renovador, la colocan en la Biblioteca de la Escuela de Ingenieros de Madrid; biblioteca mal dotada y censurada como todas las de la posguerra. Y es en este momento, donde comienza a redactar el «Diccionario de uso del español». Era un diccionario de definiciones, sinónimos, de expresiones y frases hechas, de familias de palabras. Tardó 15 años en escribirlo y tuvo un éxito mayor que el de la Real Academia Española. Es a día de hoy, una obra imprescindible de referencia. Miguel Delibes llegó a decir «Es una obra que justifica una vida» la de una mujer concienzuda, apasionada y perfeccionista.
Sin libros, sin prensa, ni bibliotecas, España no podrá ser un país democrático, jamás. Lasso de la Vega
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