Llega el verano y, para muchos, también las ansiadas y merecidas vacaciones.
Desconectar suele ser el objetivo vacacional de la mayoría de nosotros. Necesitamos esa desconexión de los horarios laborales, del transporte hacia la oficina, del tupper, de colegios, universidades, clases de pilates o cualquier otra actividad que tengamos tatuada en nuestra rutina diaria.
La necesidad de desconectar tiene un sentido más literal si cabe en la esta era de la hiperconexión, en la que estamos más pendientes del teléfono móvil y de la inmediatez de las redes sociales, que de otras tantas cosas. Ya es cotidiano que lo urgente (esa alerta de Whatsapp, Twitter u otra aplicación a la que le permitamos enviarnos notificaciones) se antepone a lo importante, a aquello que estábamos haciendo (hacer un informe, catalogar un libro o, incluso, conducir el coche). [pullquote]Según algunas estadísticas, no pasamos de los once minutos de media concentrados en una actividad antes de que algo o alguien nos interrumpa.[/pullquote]
Seamos honestos, aunque el concepto de “multitarea” suene muy moderno y productivo, muchas veces no lo es tanto y, además, no casa bien con el funcionamiento del cerebro al someterle a un estrés innecesario. Como dice la experta en neurociencia, Marta Romo, la multitarea aumenta el rendimiento de los ordenadores, no de las personas.
Con esta vida moderna, los índices de estrés y ansiedad suben, llegando al punto de no poder desconectar ni en vacaciones. Por esta razón, cada vez está más de moda practicar técnicas que nos permitan lograr una auténtica concentración en aquello que estamos haciendo, como es el caso del mindfulness.
El mindfulness hace referencia a la mejorar la atención basada en el concepto de la meditación budista. A pesar de estas raíces, el mindfulness se practica en occidente desprovisto de cualquier componente o terminología oriental. De hecho, son muchas las universidades europeas que ofertan cursos de mindfulness para que los alumnos sean más productivos (además de otros beneficios como mejoras del autoconcepto, en la creatividad o en la gestión de emociones).
El mindfulness y la lectura son muy buenos amigos. Leer favorece la concentración (algunos teóricos afirman que sólo la actividad lectora exige “la concentración profunda al combinar el desciframiento del texto y la interpretación de su significado”) y es un modo de evasión de esa realidad de la que huimos en vacaciones.
La lectura puede ser una buena forma de comenzar a trabajar esta atención plena, ayudándonos a desconectar y a concentrarnos en una única actividad. Por ello, tanto si disponemos de pocos o muchos días de descanso, estas vacaciones vamos a intentar que esa desconexión sea lo más real posible. Propongo que pasemos a enfrascarnos en la lectura (después de haber hecho la foto de rigor de la arena con la toalla, el libro y los pies :)), para que volvamos recargados y llenos de energía a septiembre. ¡Disfruten del verano!