Seamos sinceros, a casi todos nos gusta hacer fotos de los lugares a los que vamos y el caso de los museos no es la excepción. Aunque encontremos esa misma foto en alta calidad en postales, catálogos o Internet, preferimos desenfundar la cámara del móvil y dejar constancia de “yo estuve aquí” y de paso, mandársela a nuestros contactos de Whatsapp, Instagram y demás redes sociales.
Estoy acostumbrada a que en los museos existan límites para la conservación del arte. La primera vez que fui a un museo estaba a punto de cumplir 5 años. Mis padres me llevaron al Prado y a los pocos minutos me estaban llamando la atención por acercarme demasiado a un cuadro. Nos han enseñado a que las fotos con flash dañan el patrimonio y es un riesgo permitir que el visitante del museo pueda sacar su cámara y hacer fotos con flash indiscriminadamente.
Por esta razón, y aunque son cada vez más museos los que lo permiten, no deja de asombrarme que se deje hacer fotos sin que el encargado de seguridad de la sala nos llame la atención y nos haga sentir pequeños delincuentes (hay algunos posts muy graciosos sobre cómo hacer fotos en un museo sin que “te pillen”). De ahí que me pregunte ¿los visitantes de un museo deben poder hacer fotos?
Desde mi punto de vista, el que se puedan tomar fotografías hace posible vivir la experiencia de visitar un museo de forma diferente, quizás más completa, al poder inmortalizar diferentes momentos para siempre: esa primera vez que contemplamos una obra de arte o esa sensación de haber descubierto algún detalle que nos llama la atención. Además, acerca los museos al usuario, como un lugar más amable y menos restrictivo.
El selfie como herramienta de marketing
Las autofotos de toda la vida ahora se llaman selfies y están muy de moda. ¿Quién no se ha hecho uno?
El hecho de que el usuario del museo comparta su selfie con sus contactos puede ser una acción de marketing muy potente y viral, además de generar engagement, crear comunidades y hacer que el arte llegue a público que no tiene demasiado interés por el mimos. De hecho, desde hace meses existe el hashtag #MuseumSelfies con los que etiquetar nuestras fotos en museos y podemos ver algunos museos, como el Thyseen de Málaga de Málaga o la Galería Nacional de Arte Moderno (GNAM) de Roma que incluso fomentan los selfies entre sus visitantes con concursos, premiando a los más originales.
¡Ya tenemos selfie ganadora! Nos encanta «Bailando con Alfred Dehodencq» de @andrea2LL. #MuseumSelfies ¡Enhorabuena! pic.twitter.com/TaYg1D0m2e
— Museo Carmen Thyssen (@thyssenmalaga) abril 16, 2014
Puedes ver una recopilación de originales selfies en museos en el Tumblr Museum Selfies.
¿Hasta dónde es positivo?
Todo ésto tiene su parte negativa, no nos engañemos, el que se permita hacer fotos puede convertir la visita al museo en algo frustrante. Si habéis estado en alguno de los museos más benévolos con el tema, como en la gran mayoría de los museos de Inglaterra y Francia (sí, ¡puedes fotografiarlo todo en el Louvre y en el British Museum!), seguramente habréis sentido cómo esa sensación de libertad con la que el usuario actúa, a veces, es molesta para el resto. Imaginad que queréis ver la Gioconda y ese momento se convierte en una espera interminable entre los visitantes que se están sacando fotos o selfies eufóricos con el famoso cuadrito. Y es que, son muchos los que piensan que con los selfies o autofotos esta tradición de inmortalizar nuestro paso por el mundo, “se nos está yendo de las manos”.
Como cuentan en este post, esta experiencia más molesta suele suceder en los museos más populares, en los que la visita suele ser algo agobiante de por sí, a los que si le sumamos las fotos y autofotos, se puede convertir en una pesadilla para el que quiere disfrutar del museo de una forma más tranquila… o como vemos en el vídeo, ¡llegar a causar algún percance!
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¿Y tú qué opinas? ¿Fotos en los museos sí o no?
¡Qué genial! Un artículo muy completo, enhorabuena!!
PD: Gracias por la mención!! 🙂