La muerte del comendador, el último libro del escritor japonés Haruki Murakami, que saldrá a la venta en España dentro de unos meses, ha sido calificado como “material indecente” por una institución china (el Tribunal de Artículos Obscenos) y no podrá ser comprado ni solicitado en préstamo en las bibliotecas por menores de 18 años y se colocará en las librerías envuelto y con una advertencia sobre su contenido.
Este no es un caso aislado, en Australia se ha prohibido la pornografía en la que aparezcan pechos pequeños porque fomenta la pedofilia o el cardenal de Génova instó al mundo católico a no leer El Código Da Vinci de Dan Brown porque era un intento deliberado de desacreditar a la Iglesia Católica.
Obras maestras de la literatura, tratados científicos o ensayos filosóficos han sido quemados, condenados o puestos bajo arresto – recordemos el reciente caso español del libro Fariña, del periodista Nacho Carretero-. Como el conocimiento es poder aquellos materiales susceptibles de provocar un cambio en la sociedad han sido prohibidos alguna vez, aunque también se ha dado el caso de libros inocuos perseguidos por motivos absurdos y mediante argumentos pueriles.
La American Library Association (ALA) en su informe anual 2018 sobre el estado de las bibliotecas en Estados Unidos señala que una de las tendencias emergentes – aunque haya existido siempre – que afectan a la libertad intelectual es la petición de eliminar o restringir el acceso a determinados títulos de las bibliotecas públicas debido a su contenido. Los principales motivos son la presencia de lenguaje explícito o vulgar u ofensivo, violencia, referencias sexuales explícitas, racismo, perpetuación de estereotipos o propaganda políticamente tendenciosa.
Según sus estadísticas las peticiones proceden en su mayor parte de los mecenas que patrocinan dichas instituciones (42%) y los padres de alumnos o usuarios (32%) seguidos en mucha menor medida por los administradores de la institución (14%), los bibliotecarios o profesores (6%) y grupos políticos o religiosos (3%). Por otro lado, las denuncias se producen principalmente en las bibliotecas públicas (56%), en instituciones educativas (25%) y en bibliotecas escolares (16%).
Desde hace más de treinta años se celebra en Estados Unidos la semana de los Libros Prohibidos (este año será del 23 al 29 de septiembre), evento que promueve obras que fueron censuradas en algún momento. Durante el mismo la Oficina por la Libertad Intelectual publicará la lista de los diez libros más censurados en el 2018 en Estados Unidos pero si queréis obtener una panorámica general de la censura en centros educativos y bibliotecas publican un recopilatorio desde principios del siglo XXI y una visión general de la época anterior, aunque no es muy exhaustivo y preciso pues muchas de las denuncias se producen años después de haber ocurrido.
Para proteger la libertad intelectual y ayudar en la tarea de enfrentarse a posibles reclamaciones la Oficina por la Libertad Intelectual celebra bootcamps o campos de entrenamiento para concienciar al personal bibliotecario y ayudar a crear bibliotecas que ofrezcan un entorno de libertad de lectura y aprendizaje. Además la ALA publicó a principios de año una guía para el diseño de políticas de selección, deselección y revisión de fuentes y material.