En el mundo actual tan consumista ir a la moda o simplemente muy bien vestido puede ser algo demasiado costoso. Por eso a principios de esta década surgieron las fashion libraries o clothing libraries (bibliotecas de ropa y complementos), negocios ya comunes en Países Bajos o Escandinavia que promueven un consumo responsable al permitir el ahorro, aprovechamiento y reutilización de las prendas y que funcionan inspirados en el servicio de préstamo de una biblioteca: te haces socio, te dan un carnet y con él puedes tomar prestadas un número concreto de prendas a la semana o al mes pagando una cuota fija.
Desde este verano una sucursal de la Biblioteca Pública de Nueva York (Riverside Library) lanzó un servicio nuevo en periodo de pruebas: NYPL Grow Up work accessories collection. A través de un programa de innovación de la Biblioteca Pública de Nueva York (financiado principalmente por la Fundación Charles H. Revson), sus usuarios con recursos limitados pueden tomar prestadas durante tres semanas corbatas, pajaritas, bolsos y maletines para acudir a entrevistas de trabajo u otros eventos que requieran vestir bien (como bodas, bailes de graduación, espectáculos escolares, audiciones o graduaciones).
La idea se le ocurrió a la bibliotecaria Michelle J. Lee mientras impartía talleres gratuitos sobre búsqueda de empleo y elaboración de curriculum vitae. Uno de los asistentes le comentó una duda sobre una entrevista de trabajo y ella le sugirió que no era conveniente de acudir con una mochila, vaqueros, camisetas o sudaderas. El resto de asistentes manifestaron desconocer lo poco apropiado que era pero a la vez se apenaron de no poseer nada medianamente elegante para asistir. Eso le hizo pensar en ir un paso más allá de los cursos y presentó al programa de innovación la idea de que las personas que buscan trabajo pueden sentir mayor confianza en la entrevista al ir correctamente vestidas y poder causar buena impresión y ganó entre otras trescientas propuestas.
Tras la pregunta de muchos servicios bibliotecarios de qué camino pueden seguir en la era digital para dejar de ser meros repositorios de libros y material audiovisual muchas bibliotecas han encontrado modos creativos de atraer usuarios a sus instalaciones. En la biblioteca pública de Honehoye (en el estado de Nueva York) prestan cañas de pescar. Otras prestan juguetes, menaje del hogar (son muy exitosos los moldes para tartas con el formato de Darth Vader, Elmo o T-Rex), herramientas e incluso personas. En este último caso, los usuarios que lo deseen pueden comentar sus habilidades y entran en un fichero, que será consultado por el personal bibliotecario cuando otro usuario requiera ese tipo de servicio.
Otras bibliotecas ofrecen historias reales de personas que han pasado dificultades o se han enfrentado a la exclusión social (refugiados, personas con discapacidades o deformidades físicas) como modo de establecer intercambios entre la población proveniente de realidades diferentes. Un usuario consulta el fichero de historias y puede tener una conversación de veinte minutos (o cuarenta si quieren continuar el diálogo) con las persona seleccionada.
Otras bibliotecas ofrecen pases para museos, parques nacionales, zoos u otras actividades de ocio para familias completas en las que haya al menos un menor de 18 años.
Un caso especial es el préstamo de muñecas American Idol (que cuestan cada una alrededor de 100 dólares – sin contar los accesorios, que pueden costar mucho más- y representan diferentes etnias) durante un breve periodo de tiempo como modo de concienciar sobre la diversidad e inequidad de ingresos ya que cada muñeca va acompañada de un libro que cuenta su historia y procedencia. Es un servicio muy requerido que se puso en marcha por una acción de los Boys Scouts en las bibliotecas públicas de Yonkers (al norte de la ciudad de Nueva York,), que se ha ido extendiendo a otras bibliotecas como la biblioteca pública de Arlington (en Virginia) o la Allegheny County Library Association, en Pensilvania, gracias a donaciones privadas o de la compañía que produce las muñecas.
En cuanto a la promoción de la ciencia hay otras bibliotecas que prestan telescopios, microscopios, globos terráqueos, prismáticos, contadores o medidores inteligentes y calculadoras científicas.
La biblioteca de Ann Harbour tiene una colección peculiar de instrumentos para prestar. A las guitarras eléctricas, banjos, guitarras españolas o teclados eléctricos se unen otamatones (instrumentos musicales japoneses con el cuerpo en forma de corchea), boomwhackers (tubos de percusión de colores vivos cuya longitud determina la afinación y se identifican por el color) y Game Boys adaptadas para componer música.
¿A que las bibliotecas estadounidenses son muy distintas de la imagen tradicional que tenemos? Los servicios bibliotecarios tienen que estudiar su comunidad, identificar sus necesidades – incluso antes que los propios usuarios- y diseñar actividades que tengan impacto en su entorno aunque estas no se desarrollen en el espacio físico de la misma desafiando las estructuras y comportamientos existentes y ofreciendo oportunidades de desarrollo, aprendizaje y crecimiento a sus usuarios.