Parece ser mi sino que cuando se me traba o malogra un post me surge otro de rebote. Llevo un tiempo batallando con dos temas – uno me supera y con el otro no doy con el punto de vista o esquema que lo deje redondo – por lo que los he dejado en barbecho para el día en que los hados estén propicios y mi cerebro en condiciones, o ambas cosas. Dado que los temas sesudos se me resisten me he puesto por montera la ligereza veraniega y me he dicho: ‘Pues si no soy capaz de escribir sobre bibliotecas fantasma voy a hablar de fantasmas en la biblioteca’. No, no voy a hablar de bibliotecarios o usuarios presuntuosos (tampoco iban a dar para mucho). En un principio pensé que estaba muy bien como gracia del momento pero que sería un tema muy manido y lo dejé aparcado como ocurrencia sin importancia.
Sin embargo, me picó la curiosidad. No es un tema del que haya hablado con mucha frecuencia a pesar de que en el mundo bibliotecario una pequeña gran parte de nosotros hemos trabajado en edificios con mucha historia y demasiada solera y me querían venir historias a la punta de la lengua pero no recordaba ninguna. No obstante, yo tengo la mía propia aunque muy simplona y corriente. Trabajé una temporada en un antiguo convento de una ciudad que había pasado por un terrible terremoto que la dejó completamente arrasada siglos atrás. Era muy normal que durante una charla distendida sus habitantes te contaran sucesos en prácticamente todas las casas de la antigua capital así que tampoco me extrañó mucho que los vigilantes del edificio me dijeran que por la noche no se acercaban a la biblioteca o el resto del personal mostrara reticencias a entrar cuando estaba vacía. De hecho me hacía mucha gracia cuando mostraban asombro de que me quedase a trabajar después del cierre al público y hubiera anochecido. Es verdad que yo notaba una cierta incomodidad o inquietud en algunos momentos pero lo achacaba a la aprensión que produce muchas veces el estar prácticamente sola en un edificio enorme por lo que, si no estaba muy concentrada y abstraída en la tarea que tuviera entre manos, optase por dar por finalizada la jornada. Lo curioso es que los incidentes me pasaban de día y con la biblioteca abierta: sentir a alguien mirando por encima de tu hombro como si estuviera leyendo lo que estabas tecleando en el ordenador, una sensación de frío repentino, alguien en un rincón del despacho o atravesándolo, sentir una mirada fija o compañía, la sensación de no estar sola y ser observada. Algo a lo que no hice mucho caso e igual se me hubiera olvidado de no ser porque en un evento nocturno había que usar algo que había guardado en la biblioteca y todos se inventaron excusas peregrinas para que acabara yendo yo a por ello. Al día siguiente al comentarlo y mostrar mi extrañeza comenzaron a confesar que les daba miedo porque había una presencia justo en lo que era mi despacho. Liberado el tema tabú en días sucesivos me fueron contando sus experiencias y afloraron a mi inconsciente las mías (nunca se lo conté porque me pareció mejor no alimentar los recelos y expandir el miedo y, la verdad, es que tampoco es que me creyese mucho a mí misma, lo atribuía todo a la sugestión).
Con este recuerdo decidí investigar si había fantasmas famosos o historias sucedidas en bibliotecas, en parte por curiosidad y en parte por divertimento. Me encontré de todo y me pareció una pena no rescatar las leyendas para compartirlas con vosotros. Por favor que nadie espere libros voladores o personajes como Eleanor Twitty, la bibliotecaria de la película de Los Cazafantasmas. Son apariciones más amables y mucho más tranquilas, al menos que te altere escuchar libros cayendo al suelo. Alguno por aquí puede estar pensando que le vendría bien algún espíritu colaborador que le ordenase los estantes pero la gran mayoría de los fantasmas no pertenece al gremio así que igual haría bien en quitarse la idea de la cabeza porque puede ser peor el remedio que la enfermedad. Aun así, puede contratar o imitar a Lady Metcalfe que se pasea por una biblioteca de la India situada en un antiguo palacio colonial persiguiendo a los usuarios que dejan los libros más colocados – debía ser la predecesora o una reencarnación de Marie Kondo (antes de que fuera madre de tres niños-.
Durante mis lecturas me resultó curioso que los nombres llevaran epítetos de color pero enseguida me di cuenta que tenía todo el sentido pues lo más lógico sea describir el color de la ropa. Así tenemos al Espectro Azul que habita desde el siglo XVII en la biblioteca del Castillo de Arundel (Inglaterra, Reino Unido), la Dama de Blanco de la Biblioteca de la Universidad de la Columbia Británica (Canadá), la dama vestida de gris en la Willard Library (Indiana, Estados Unidos), la Mujer de Blanco de la biblioteca de Monmouth University ( Nueva Jersey, Estados Unidos).
Otra característica es que se les describa por los accesorios que llevan. Nos encontramos con la Joven de la Gorra Antigua que aparece en la Biblioteca de Kukoboi (Yaroslavl, Rusia), el Hombre de la Chaqueta de Terciopelo Amarillo de The Grange Library (Toronto), la Monja de Azul en la biblioteca pública de Morelia (Michoacán, México), una mujer con un vestido victoriano en la biblioteca Phoenixville, (Pensilvania, Estados Unidos). Uno muy interesante es un antiguo empleado que toca el violín en la biblioteca pública de Houston.
Por otro lado, hay fantasmas no sólo con nombre y apellido sino también con relumbrón. Eva Duarte (Evita Perón) se pasea por la Biblioteca Nacional de Argentina, leyenda que se puede deber a que en el inmueble estuvo antes el Palacio Unzué, la residencia presidencial.
También tenemos en territorio patrio. Quizá el más conocido y comentado es el fantasma de la Biblioteca de Elche, situada sobre los restos del antiguo convento de los frailes franciscanos de San José, reconvertido en hospital posteriormente, que no es un único espectro sino los espíritus de varios monjes que se pasean por las salas (cuando lo leí me vinieron a la cabeza los personajes de En nombre de la rosa de Umberto Eco o la Santa Compaña). Muchas bibliotecas se encuentran en antiguos monasterios o conventos reconvertidos en edificios públicos por lo que los fantasmas de monjas o monjes son muy abundantes.
Eso sí, por nada del mundo os vayáis a trabajar a la Biblioteca Pública de Peoria (Estados Unidos), sobre la que pesa una maldición lanzada por la dueña del terreno donde se construyó y que ha propiciado la muerte de tres directores. Estos se han convertido en tres fantasmas que vagan por las instalaciones. Aquí no sirve lo de irse a trabajar a un edificio nuevo. Tiraron el antiguo y construyeron uno nuevo y no funcionó. Ahí siguen.
¿No conoces el/la fantasma de la Biblioteca del Hospital Universitario Severo Ochoa? Conseguimos grabarlo en video hace unos años…. Mira, mira: https://youtu.be/1Sbjynoj010
¡Madre mía! Una suerte pillarlo in fraganti. Una pena que no se dé el caso de un fantasma que ordene el fondo. Me ha encantado el vídeo. Con esa calidad no me extraña que el ente quisiera ir de figurante.