Cada día se suceden noticias acerca de la proliferación e impacto de las fake news (propaganda, amarillismo o aquella información falsa diseminada bajo la apariencia de un reportaje cuyo contenido es frecuentemente sensacionalista) y el crecimiento del fenómeno de la posverdad (contexto cultural e histórico en el que la contrastación empírica y la búsqueda de la objetividad son menos relevantes que la creencia en sí misma y las emociones que genera a la hora de crear corrientes de opinión pública) y los “hechos alternativos”.
La mentira y las falsas verdades no son algo nuevo pues se han usado a lo largo de la historia desde Octavio en la época de la República romana hasta segunda guerra mundial pero si son nuevos los métodos, las herramientas y el alcance de estas estrategias propiciado por Internet y las redes sociales. Antes de Internet distribuir y diseminar información falsa era muy costoso y crear la confianza necesaria muy arduo. Sin embargo, Twitter y Facebook permiten intercambiar información a gran escala — sus críticos consideran que están diseñadas con el propósito de divulgar información erróneas pues el alcance de una noticia depende de su capacidad de hacerse viral y con frecuencia cuanto más emocional y sensacionalista es una información más probabilidades tiene de viralizarse— y las plataformas de publicación digital como WordPress ayudan a que cualquiera pueda crear sitios web dinámicos increíbles muy fácilmente.
Enseñar a combatir y desenmascarar los mecanismos de la mentira y la manipulación y a desarrollar el pensamiento crítico es una de las tareas que pueden desarrollar las bibliotecas como garantes y difusoras del conocimiento.
¿Qué se puede considerar una “fake news”?
Uno de los grandes problemar para establecer medidas de contención contra la fake news es definirlas pues tienen múltiples variantes, proceden de diferentes actores y se originan persiguiendo diferentes objetivos y por distintos motivos. Por ello se puede hablar de:
- Contenido sensacionalista con fines comerciales: historias que no tienen un componente ideológico pero que no tienen ningún fundamento histórico, analítico, científico o en la realidad. Su objetivo fundamental es generar tráfico web y, como resultado, obtener ingresos por publicidad. Es el caso del joven rumano que fundó Ending the Fed, una comunidad de Facebook con más de 350.000 seguidores y que generó cuatro de las diez noticias falsas de mayor audiencia durante las últimas elecciones presidenciales estadounidenses. La compañía facturó alrededor de 10.000 dólares al mes usando la plataforma de venta de publicidad Google AdSense.
- Desinformación patrocinada por Estados: no persigue un beneficio económico —en principio— sino influencia. Un ejemplo son las noticias que hablan de la guerra híbrida del gobierno de Rusia para desestabilizar a las democracias occidentales que combina ciberguerra, ciberinteligencia, desinformación, propaganda y actores hostiles a la democracia liberal.
- Sitios de noticias sumamente partidistas: combinan noticias y opinión y apoyan abiertamente un punto de vista o partido político y se publicitan como alternativos a los principales medios de comunicación.
- Material difundido en las redes sociales: bots, hoaxes, anuncios o vídeos.
- Medios de parodia o sátira: artículos de The Onion, Daily Mash o El Mundo Today han sido difundidos como noticias reales por algunos medios.
¿Cómo las detectas?
El verdadero problema es que ni Google ni Facebook ni Twitter —y mucho menos los autores de estos blogs y sitios— se responsabilizan de lo que consumen sus audiencias y en la web vale todo porque el anonimato es el rey.
Lo primero que podemos hacer antes de difundir algo es consultar Snopes (también conocida como Urban Legends Reference Pages), que es una página web conocida como fuente para la validación de leyendas urbanas, rumores, hoax o bulos, cadenas de mensajes y demas historias de procedencia incierta (principalmente estadounidense) o FactCheck.org. En Argentina existe Chequeado y para la comunidad hispanohablante Cazahoax ; en Twitter tenemos Maldito bulo o La Buloteca y en Facebook, Caza bulos.
Por otro lado, podemos estudiar los perfiles que difunden esas noticias. Para Twitter son muy útiles Foller.me , firstfollower, First Tweet, Twopcharts, Unfollowspy, Followthehashtag, Mentionmapp e iTouchMap. Para Facebook es muy útil IntelTechniques Search Tool.
Para verificar sitios web ICANN’s WHOIS, DomainTools, namecheap, Don Dominio y Wayback Machine Internet Archive.
Las noticias y las historias de divulgación rápida suelen ser tan increíbles que es difícil resistirse a difundirlas. Sin embargo, hay que acostumbrarse a pensar lo primero: ¿realmente esto es posible o tiene sentido? Después, se comienza la verificación y la comprobación de la fuente y de los hechos.
Muy cierto lo aquí expresado, pienso que con el tiempo la misma dinámica de cybersociedad implementara los mecanismos para que este tipo de noticias falsas salgan de circulación.
En este caso, me temo que los mecanismos serán insuficientes y siempre irán por detrás. Si bien esto no quita que, no por ello, no se pongan las mayores trabas posibles. Lo importante es la labor que tiene que hacer uno mismo para no convertirse en un redifusor espontáneo y accidental como usuario de la información y como bibliotecario/documentalista/researcher promover y proporcionar las herramientas y las habilidades mentales para evitarlo.
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