Desinformación: narrativas (2)

La desinformación es un desafío enorme para las sociedades actuales. La explotación de la ignorancia, el desconocimiento y el miedo no es algo nuevo pero se está dando en un entorno en el que las personas al estar casi permanentemente conectadas tienen la ilusión de estar muy informadas.

Frente a posverdad, noticias falsas o fake news, realidad alternativa, información errónea, desinformación se habla de manipulación informativa, agente provocador, polarización, burbujas informativas, cámaras eco, guerras cognitivas, amenazas híbridas o astroturfing.

Este último término describe una técnica de márketing y relaciones públicas basada en la manipulación de la opinión pública mediante la proyección de una imagen falsa de apoyo espontáneo, natural, generalizado o masivo a una idea, marca, producto, entidad o individuo falseando su origen o emisor.

Estas técnicas son muy efectivas debido a que las personas tienden a adoptar las opiniones que creen que tiene la mayoría, incluso si contradice las creencias o razonamientos personales y va contra la evidencia. Este comportamiento se conoce como instinto de rebaño (también conocido como mentalidad de rebaño, mentalidad de turba o mentalidad de manada) o efecto bandwagon (efecto de arrastre), sesgo cognitivo responsable de que la opción más popular reciba un mayor apoyo. Cuantas más personas «se suben al carro» más difícil es detenerlo.

Los medios más comunes para su realización son la compra de seguidores falsos en redes sociales, la creación de comunidades online, blogs o páginas web falsas o comentarios (reviews) de falsos clientes.

El término tiene su origen en 1985 en Estados Unidos cuando el senador de Texas Lloyd Bentsen realizó un juego de palabras con AstroTurf, marca de césped artificial que se vendía como lo más parecido al césped natural, para describir la sospechosa cantidad de peticiones recibidas exigiendo su apoyo a un proyecto de ley favorable a la industria aseguradora.

Entre los ejemplos conocidos se encuentra el caso de la empresa de telefonía móvil española Movistar de la que se sospecha que creó perfiles falsos en Twitter con el hashtag #PalabrasNeciasMovistarSorda para defenderse de las acusaciones surgidas por el despido improcedente de un trabajador de Barcelona que fue despedido mientras estaba de baja laboral.

La campaña viral de la empresa de márketing Zipatoni para lanzar la PSP de Sony mediante el blog falso Alliwantforxmasisapsp.com en el que dos supuestos amigos colgaban tarjetas para la PSP y diseños con motivos PSP para camisetas caseras. Sony también tuvo un blog para la PS3 llamado www.threespeech.com realizado supuestamente por fans de la compañía pero que realmente era propiedad de Ramp Industry.

La campaña del buscador buscador Ask.com junto con la agencia Profero en Reino Unido denominada ‘Information Revolution’ en la que a través de una web y banners se cuestionaba que el 75% de los internautas accedieran a la información a través de Google.

Samsung fue multada en Taiwan con casi 400.000 dólares por la difusión de comentarios falsos destinados a promocionar sus productos y desprestigiar con reseñas negativas falsas al HTC One de HTC.

En Japón la multinacional de comida rápida Mcdonald’s pagó a personas para que formaran largas colas en sus locales durante el lanzamiento de una nueva hamburguesa.

En el terreno político se encuentra la creación de la Alianza Nacional de Fumadores (NSA) en 1993 con el objetivo de evitar la aprobación de una ley antitabaco en el Congreso de los Estados Unidos. Se presentó como una organización de ciudadanos preocupados por los derechos de los fumadores y resultó ser un grupo creado, financiado y dirigido por el gigante estadounidense de la industria tabacalera Philip Morris.

Uno de los casos más sonados ha sido el de Cambridge Analytica. Una empresa con sede en Londres que mediante la recopilación y el análisis de datos desarrollaba campañas para marcas y políticos que buscaban «cambiar el comportamiento de la audiencia». En 2014 la compañía se hizo con una base de datos con la información privada (identidades, localizaciones y gustos) de los perfiles de Facebook de más de 50 millones de usuarios para un supuesto uso académico pero que se explotó sin su consentimiento para elaborar estrategias electorales. Entre ellas, la candidatura del republicano Donald Trump, quien ganó la presidencia frente a la demócrata Hillary Clinton en las elecciones presidenciales de 2016.

Cambridge Analytica sabía cuál debía ser el contenido, el tema y el tono de un mensaje para transformar, cambiar o encauzar la forma de pensar de los votantes de forma casi individualizada (por ejemplo, usando un lenguaje e imágenes con los que era muy probable que se involucraran) así como de a quién se debía dirigir (segmentando a la población para enviar mensajes sobre los temas que les importaban). Además, no sólo envió publicidad personalizada sino que elaboró noticias falsas que luego difundió a través de redes sociales, blogs y medios digitales.

En octubre de 2018, la empresa de energía Entergy, con sede en Luisiana, fue multada a pagar cinco millones de dólares por utilizar actores (contratados y pagados por una empresa de márketing) para manifestarse y hablar ante el ayuntamiento a favor del proyecto de una central eléctrica en Nueva Orleans.

En España al principio de la pandemia por coronavirus COVID-19 se pudo observar el fenómeno con un bulo sobre la hospitalización en Denia del entonces ministro de Ciencia, Innovación y Universidades Pedro Duque a la par que criticaban que se hubiera desplazado fuera de Madrid durante el confinamiento. El astronauta tuvo que desmentir en un programa de televisión tanto su estado de salud como su ubicación.

Durante las elecciones presidenciales francesas de 2022 se sospecha que el 32% de los tuits que apoyaban al candidato Éric Zemmour eran obra de bots.

No es tan fácil desentrañar que estamos ante este tipo de desinformación, quién la emite o controla y el fin que persigue ya que se suele desarrollar desde sitios o perfiles con apariencia real o incluso desde cuentas reales de personas corrientes con pocos seguidores contratadas para defender o propagar el mensaje que se quiere extender en redes sociales, foros o listas de correos. La desinformación nos puede llegar desde lugares aparentemente inconexos con mensajes no extremos que despiertan emociones básicas.

Inma Herrero

Documentalista, lectora voraz, curiosa empedernida. Intento aprender algo nuevo cada día y me encantan los retos. Mis áreas de interés crecen porque no hay nada que me guste más que el mundo en el que habito.

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