La rápida transformación tecnológica, las nuevas posibilidades de informarse y el enorme uso de las redes sociales han creado sociedades hiperconectadas con mucha información a su alcance y tecnologías más asequibles para intercambiarla. Esto ha significado que el ciudadano ha pasado de ser únicamente consumidor a convertirse también en distribuidor y ha transformado la velocidad con la que se propaga la información, la distancia a la que viaja y la facilidad para acceder a ella.
Aunque la propaganda y la manipulación informativa son muy antiguas, la democratización de Internet ha amplificado la capacidad de desarrollo y expansión de la desinformación. Ya no se requieren campañas complejas y trabajosas, ahora lo único que se necesita es un teléfono inteligente y una persona conectada unos segundos. Su objetivo es difundir de forma deliberada información falsa y generar relatos que creen confusión, discordia y fragmentación social. A nivel internacional persigue desestabilizar países rivales; a nivel nacional, desviar la atención sobre problemas reales, polarizar o favorecer narrativas.
La mensajería instantánea como WhatsApp o Telegram se han convertido en medios de comunicación personal imprescindibles para una gran mayoría de la población. Además para un alto porcentaje de la misma se están utilizando para informarse a través de amigos y conocidos. Como son redes privadas y encriptadas es más complicado comprobar la veracidad de la información por lo que son un vehículo perfecto para la propagación de bulos. A lo que añade que su carácter transversal permite a sus responsables escudarse en que son meros facilitadores de datos u opiniones por lo que no asumen la responsabilidad de los contenidos que publican los usuarios. Asimismo, la gente a través de sus búsquedas en Internet o la información compartida a través de sus redes sociales cada vez es más transparente. Cuánta más información damos, más vulnerables somos pues mejor se conocen nuestros intereses, miedos u opiniones.
A esto se ha añadido el acceso a herramientas de IA generativa ha multiplicado la capacidad de generar campañas de desinformación. A principios de 2018 aparecieron las deepfakes, vídeos en los que a través de la Inteligencia Artificial (IA) se sustituía con gran realismo la cara de una persona por otra. Por ejemplo, Lola Flores protagonizando un anuncio de cerveza. Estas manipulaciones de audio y de vídeo son mucho más difíciles de detectar y al ser más realistas mucho más difíciles de desmentir.
Para colmo, algunos políticos, organismos y países han comenzado a utilizar el término fake news para desacreditar toda aquella información que no les es favorable. También sitios web y personajes reconocidos como poco fiables por los verificadores utilizan el término o el sello rojo «FAKE» en sus publicaciones. Un ejemplo serían los Fake News Awards del expresidente de Estados Unidos Donald Trump, creados para atacar y desprestigiar a medios periodísticos como CNN, The New York Times o The Washington Post, instituciones de referencia ante el auge de la desinformación. Estos premios recogían informaciones erróneas (difusión accidental de información inexacta) publicadas por estos medios y que ellos mismos habían reconocido y pedido disculpas por ello antes de haber sido premiados.
Las iniciativas de lo medios de comunicación y las acciones para la alfabetización digital destinadas a mejorar las aptitudes para identificar, refutar y desenmascarar la información falsa y engañosa producen un efecto negativo. A mayor formación y concienciación de los ciudadanos, más escépticos se muestran con la información. Este escepticismo puede producirse tanto contra el contenido auténtico como contra el manipulado. Es decir, más escépticos van a ser con la información veraz y con las verificaciones. Este fenómeno se llama «el dividendo del mentiroso«. También se da la gran paradoja de que al mismo tiempo que la confianza en los gobiernos y en los expertos es mínima, la credulidad frente a los mensajes anónimos que llegan de Facebook, Twitter o WhatsApp es máxima. Moisés Naím lo denomina «la paradoja de la confianza«.
El Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, en sus siglas en inglés) realizó un estudio en el que se analizaron 126.000 rumores y noticias falsas publicadas en inglés en Twitter desde 2006 hasta 2017. A partir de una muestra de 1.500 usuarios comprobaron que una noticia falsa llegaba seis veces más rápido que otra verdadera. Esto significa que la desinformación viaja más rápido y llega más lejos que las noticias reales. Como conclusión extrajeron que una mentira tiende a ser compartida en las redes sociales un 70 por ciento más que una verdad. Otro de lo datos destacables del estudio es que, en contra de lo comúnmente creído, los robots difundieron la información de noticias verdaderas y falsas al mismo ritmo. Esto implica que las noticias falsas se extienden más que la verdad por la acción de los humanos, no de los robots. Los usuarios aceptan y dan crédito a la información que refuerza sus puntos de vista, sin importar cuán distorsionada esté o inexacta sea, al mismo tiempo que descartan contenidos con los que no están de acuerdo por muy veraces o lógicos que sean.
Por ello se presenta un doble reto: hacer frente a los bulos y realizarlo de la manera más idónea. Por un lado, en vez de alimentar el miedo a la desinformación hay que ayudar a entender las dinámicas de la desinformación. Por otro, las herramientas de fact checking son muy útiles pero conllevan el riesgo de amplificar las informaciones falsas con el desmentido si estas no habían tenido una gran difusión. Además hay que tener cuidado en diferenciar qué afirmaciones son hechos verificables y cuáles son opinión. Esta falta de cuidado propicia que ya no solamente las verdades objetivas se pongan en duda sino que haya una pérdida de confianza. Si se pierde la fe en lo que se escucha, lee y ve y la verdad se convierte en una cuestión de opinión. Cuando ya no se confía gana el desinformador.
Dentro de las falsedades hay que distinguir tres tipos:
- Informaciones erróneas: incluyen información falsa pero sin una intencionalidad de hacer daño.
- Desinformación: incluyen falsedades con intención de hacer daño.
- Información maliciosa: es información veraz pero se saca a la luz con la intención de perjudicar a una persona, institución o país.
Según Claire Wardle, a la hora de analizar la información hay que tener en cuenta tres elementos:
- El tipo de contenido creado o compartido
- La motivaciones
- La forma de distribución de la información
Así la información susceptible de ser desinformación se podría dividir en los siguientes tipos:
- Sátira o parodia: en principio, no persigue hacer daño pero puede ser usada para engañar
- Contenido engañoso: uso engañoso de la información para incriminar a una institución o persona
- Contenido impostor: suplantar una fuente para dotar de veracidad una información. Por ejemplo, el uso de la imagen corporativa de una agencia informativa o una institución de reputación indiscutible
- Contenido fabricado: información cien por cien falsa
- Conexión falsa: cuando el titular, la entradilla, subtítulos o imagen que acompaña no reflejan el contenido.
- Falso contexto: contenido genuino es compartido con información contextual falsa.
- Contenido manipulado: información o imágenes o sonido genuino manipulado con la intención de engañar o dañar. O, por ejemplo, disfrazar un comentario de opinión como un hecho
No existe una definición universalmente aceptada de desinformación pues se da en múltiples y diferentes contextos y relativa a cuestiones tan diversas como los procesos electorales, la salud pública, los conflictos armados o el cambio climático. Como prevención básica tenemos que ser más cautos con la información que damos – así es más difícil que no convirtamos en público objetivo de una campaña – y que recibimos. Hay que preguntarse siempre:
- ¿Quién está detrás de la información?
- ¿Cuál es la evidencia?
- ¿Qué dicen otras fuentes? (En este caso, hay que tener en cuenta que muchos sitios replican sin verificar otros medios)
Es decir, la mejor herramienta para luchar contra este fenómeno es fortalecer la formación y el pensamiento crítico.