Con este post se inicia una serie sobre la verificación de la información que recibimos u obtenemos en nuestro día a día o durante labores de investigación, lo que tradicionalmente se ha conocido en el mundo periodístico como fact-checking.
La llegada a nuestras vidas de internet y de las redes sociales ha supuesto que millones de personas puedan difundir cualquier información, en cualquier lugar, sin filtros y sin límite. De esta manera obtenemos noticias de forma rápida pero en crudo y mezcladas (verdaderas o falsas, esenciales o anecdóticas, con un tratamiento superficial o profundo, triviales o importantes, etcétera). Como consecuencia es necesario —casi diría vital— desarrollar habilidades para detectar fuentes de información erróneas —ya sea por un interés malintencionado, por equivocación o por desconocimiento— o desenmascarar a aquellas personas que se hacen pasar por otras o se ocultan bajo perfiles, entidades o instituciones falsas; a quienes difunden información inexacta o falsa o que fingen estar en el lugar que no están.
Sin embargo, a la idea de que en internet y en las redes sociales se puede mentir con facilidad e impunidad se opone la certeza de que cualquier actividad en estos medios deja un rastro en forma de datos. Esta huella —más clara cuánta más atención se presta, más habilidades se ejercitan y mejores herramientas se desarrollan o conocen— qué información no es fiable o qué perfil en las redes sociales o sitio web es falso.
Como primer paso hacia el escepticismo comenzamos con aquello que parece más irrefutable: la imagen.
Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras. Sin embargo, como han demostrado los abundantes post sobre fakes (ejemplos aquí, aquí y aquí) ya no se puede estar tan seguro pues resulta bastante sencillo trucar una imagen. De hecho, la distribución de una imagen falsa de Osama Bin Laden por la reputada agencia de noticias Associated Press puso en evidencia el reto al que se enfrentan los medios de comunicación para verificar el material que les llega antes de publicarlo y que se visualizó a un más cuando durante la represión de las revueltas denominadas “primaveras árabes” en Oriente Medio y norte de África muchos medios se apoyaron en las imágenes y grabaciones a través de móvil que difundían los ciudadanos de estos países a través de las redes sociales.
En este caso, por ejemplo, la BBC utilizó el background de sus corresponsales en el país concreto, de colegas árabes o africanos o de los fotógrafos en plantilla para que contrastaran las imágenes con las preexistentes de fuente fiable; las sombras para determinar la hora; la concordancia del lenguaje, expresiones y dialectos empleados con el lugar geográfico en cuestión; la identificación de referencias geográficas — Google Map, Google Earth o Google Street View son muy útiles en este aspecto también—, la vestimenta, los modelos de vehículos y sus matrículas, las señales de tránsito o los tipos de armas para determinar el lugar y la actualidad de la imagen. Además se comprobaban los partes meteorológicos para ver si coincidía el tiempo indicado con las imágenes recibidas o se buscaba la fuente original de la imagen y la hora de carga.
Al conocimiento físico y cultural de las zonas geográficas y del contexto en el que se desarrollan las imágenes—análisis del contenido — se une el análisis técnico. En primer lugar, es importante la distinción de las técnicas clásicas de retoque fotográfico como son la clonación de partes (se distingue por la diferencia de intensidad de la luz o de calidad de imagen entre distintas partes de una misma foto) o el uso de la herramienta de aerógrafo para difuminar contornos y colores en los límites de las imágenes anexadas. Por otro lado, son muy comunes los errores de composición y perspectiva.
Asimismo en las fotos realizadas con cámaras digitales es muy útil el estudio de la información electrónica que está incrustada en el archivo la propia imagen: los datos Exif (Exchangeable image file format), que indican, por ejemplo, el modelo de cámara, la fecha y hora de realización o la localización del sitio donde se tomó la foto gracias al GPS que muchas llevan incorporado.
También es primordial la comprobación del historial del autor y su ubicación: la frecuencia de publicación, si publica siempre en la misma zona geográfica, si facilita material propio o habitualmente solo comparte trabajos de otras personas o si previamente ha mostrado contenido fiable o que resulte consistente con el material que estamos investigando.
Por último, un paso imprescindible es la búsqueda de la publicación o emisión previa de las imágenes que estamos estudiando, es decir, realizar una búsqueda inversa de la imagen. Para ello existen dos herramientas que nos facilitan enormemente la tarea: Google Images y TinEye.