La crisis económica que azota el primer mundo desde el 2008 ha provocado el cuestionamiento del modelo de vida capitalista en el cual el dinero determina los patrones de conducta y relaciones entre las personas y las naciones. A su vez, el derrumbamiento del estado del bienestar y la pérdida del poder adquisitivo familiar han supuesto que numerosas bibliotecas públicas municipales y universitarias se impliquen en proyectos solidarios para ayudar a los más desfavorecidos como fórmula para paliar parcialmente sus deficiencias y carestías.
En este marco, el papel de los libros ha vuelto a cobrar importancia a través del vínculo que les une a aquellas, no solo como fuente de transmisión de conocimientos y de la divulgación que se hace de los mismos, sino por la importancia que tienen en ese contexto de crisis. Por eso, esos proyectos han contribuido a:
- plantearnos el significado que tienen los libros como elementos de construcción y transformación social y su revalorización continua.
- buscar canales para que estén en continuo movimiento y abandonar la idea de que acaben llenos de polvo en las estanterías de nuestras casas o en depósitos de las bibliotecas de las que somos usuarios.
- garantizar el acceso o continuidad en su uso a familias y entornos comunitarios que se han visto privados de ellos.
- su utilización como patrón de intercambio frente al sometimiento de los dictados de la moneda.
En Tenerife destaca la labor realizada por la Biblioteca General y de Humanidades de la Universidad de La Laguna, desde la cual se han potenciado fórmulas participativas a través de numerosos proyectos solidarios, unas centradas en aspectos más culturales y educativos y otras orientadas a cubrir necesidades básicas que antes estaban cubiertas en todos los hogares. Todas son modelos que conllevan la implicación del alumnado universitario al generar cadenas de ayuda que demuestran el compromiso que debemos asumir por el cambio hacia una sociedad más equilibrada y donde la biblioteca como ente cultural juega un papel destacado al mostrar su lado humano y solidario.
Una de esas actuaciones ha sido el movimiento «Invisibles», creado en 2015 por un grupo de estudiantes universitarios y centrado en ayudar a familias necesitadas con alimentos y productos de higiene personal. En este sentido, en junio de este año realizaron un mercadillo solidario de intercambio en el cual uno de los papeles protagonistas fueron los libros: tras una fase previa donde se recogieron todos los que ya no tenían utilidad por sus antiguos propietarios, se puso en marcha el mismo, donde cualquier persona que entregase un producto de higiene personal o un kilo de alimentos no perecederos podría llevarse gratuitamente uno de ellos.
Este proyecto recorrió diversas instalaciones de esa universidad y, entre ellas, la Biblioteca Central del Campus de Guajara, contando con el apoyo de su Servicio de Biblioteca y de la ULL Solidaria, entre otras, esta última adscrita al Vicerrectorado de Relaciones con la Sociedad y cuyo lema es, precisamente, «Responsabilidad Social».
El otro ejemplo lo constituye la Biblioteca Insular del Cabildo de Gran Canaria, que entre julio y agosto llevó a cabo una campaña de recogida de libros en francés de literatura infantil y juvenil para remitirlos a la École Elémentaire Artillerie Nord (Louga, Senegal) a través de la Red Educativa Sin Fronteras, nacida en 2004 e integrada por padres, estudiantes y profesores voluntarios de Haití, Gabón, Sahara Occidental, la propia Senegal y Canarias. El binomio solidaridad-bibilioteca se enfatiza en este caso donde una sociedad más desarrollada se implica en ayudar a otra que está en una escala inferior, contribuyendo para paliar una carestía en material educativo, demostrando que las bibliotecas deben crear canales de circulación continuos para que los libros sigan cumpliendo las distintas funciones que tienen asignadas y que deben contribuir a intentar erradicar el analfabetismo y fomentar lazos de amistad y hermanamiento intercontinentales.
La implicación fue de tal alcance que incluso el escritor Antonio Lozano contribuyó con dos bolsas de libros en francés, dos de los cuales estaban dedicados para la biblioteca de la Escuela Artillerie Nord de Louga.
Por tanto, debemos concluir que los libros no deben convertirse en objetos decorativos en nuestros domicilios y bibliotecas particulares, formando parte de una acumulación sin sentido, muchas veces con fines de presunción personal o para realizar labores de marketing de aquellas en base a la cantidad de los que se atesoran y no a la calidad de los mismos, sino reconducir su estado y entregarlos para proyectos sociales como los indicados, utilizando como mediadores a las referidas bibliotecas.