Las bibliotecas gritan: «¡¡Trump: vete a casa!!»

No estamos acostumbrados a hablar de política dentro del ámbito de las bibliotecas porque consideramos que son dos temas antagónicos, cuando en verdad son el fruto de la propia evolución de la sociedad. Las decisiones que se toman en los despachos del casi todo el planeta afectan y se interrelacionan con esos espacios culturales. Sí: lo creas o no, nosotros somos una pieza del puzzle político y las decisiones de la oligarquía acaban llamando a la puerta de tu biblioteca, igual que cuando tiras una piedra a un estanque y la onda avanza progresivamente hasta la orilla.

La vida es una balanza en la que el bien y el mal siempre están presentes, determinando los actos que hacemos y las consecuencias implícitas. Hasta tal punto llega esta premisa que quiero mostrarte dos realidades totalmente opuestas de lo que representan esas dos condiciones, a través de las cuales podrás comprobar su peso específico en relación a lo que aportan a la humanidad: por un lado, la figura de Donald Trump, presidente de los Estados Unidos de América, y su política imperialista, que personifica la antítesis a todo proceso de construcción de una sociedad colaborativa, participativa, pacífica y donde la cultura sea el verdadero motor de su desarrollo; por otro, las referidas bibliotecas, como espacios en los cuales se desarrollan las personas y conviven en armonía, sin reglas de dominación ni pérdida de autonomía.

Espacios socializables frente a centros de internamiento

La política migratoria de Trump ejemplifica la ausencia de la más mínima sensibilidad hacia quienes se ven obligados a dejar sus países de origen y sus familias para intentar emprender una nueva vida, recorriendo un peligroso camino hacia la nación de las barras y las estrellas, donde la felicidad es una quimera si no tienes dinero y si no trabajas para ser esclavo de él.

La instalación de centros de internamiento (realmente, son centros de detención) en Texas, destinados a los hijos de inmigrantes, tocó fondo con la reciente noticia de cómo aquellos eran separados de sus progenitores para encerrarlos en jaulas, donde convivían a la espera de que otros decidiesen su futuro. Estos campos de concentración, que demuestran la irracionalidad en el trato de las personas, hablan bien a las claras de que Trump es el ejemplo de una política fascista, en la que los designios de las personas están totalmente a merced de lo que decidan unas terceras, tratándolas con una desnaturalización total y donde nunca se tiene en cuenta sus sentimientos.

No hay mayor poder que el de la cultura para acabar con el imperialismo. (Imagen: diseño de #TrumpGoHome realizado por Francisco Javier León Álvarez, como @GargolaDespier)

Frente a esto, las bibliotecas son el polo opuesto porque ninguna construye vallas que prohíban o delimiten la entrada de cualquier persona a sus instalaciones. No hay concertinas ni jaulas para denigrarlas y alimentar su desdicha. En ellas no hace falta enseñar el pasaporte para que te admitan porque no se reserva el derecho de admisión. De hecho, como contrapunto, seguro que si invitásemos al propio Trump a que visitase alguna, acabaría coartando esa libertad porque consideraría que esa realidad de la igualdad vulnera su idea de la seguridad nacional.

Solo basta mirar alrededor para comprobar que en ellas el oxígeno es gratis y que es uno de los pocos espacios a los que recurre con asiduidad un migrante para pedir ayuda porque sabe que es un recurso universal de cooperación y asistencia. Aquí no se denigra a nadie, sino que se construyen pensamientos, opiniones e ideas a base del aporte de las personas procedentes de distintos lugares porque lo que importa son las relaciones entre ellas y consolidar un cordón umbilical de amistad y cooperación.

Sociedad plural y multiétnica frente a una política nacionalista

La política nacionalista de Trump, heredera de la desarrollada históricamente por sus predecesores, se basa en la defensa del territorio y la idiosincrasia estadounidense. A pesar de que en ese país el porcentaje de la población latina es cada vez mayor (por ejemplo, en el caso del Estado de New York) y que cuenta con presencia destaca de otras muchas nacionalidades (italianos, irlandeses, etcétera), su sociedad conservadora continúa etiquetándolos directamente como extranjeros.

Por encima de todo, para Trump hay que preservar la pureza étnica, la del estadounidense de sangre que hunde sus raíces en otras tantas generaciones. Pero aquel, como sus antecesores, no se da por aludido en relación a que el origen de Estados Unidos de América tiene como base tanto a la población indígena (los sioux y los comanches, entre otros muchos) como el proceso de colonización por parte de los ingleses, que comenzó a finales del siglo XVI. De este modo, no existe una nación pura, pero sí una política que justifica falsamente un componente étnico como base para una unión nacional.

Al otro lado del acantilado están las bibliotecas, que constituyen el ejercicio claro y evidente de que las sociedades son más enriquecedoras cuanto más multiétnicas se muestren. Todas las personas tienen algo que aportar en su visita puntual o cotidiana a aquellas, lo mismo que su entorno. La heterogeneidad representa un papel clave y contribuye a generar multitud de actividades, donde se dan a conocer aspectos relacionados con sus países de origen (lengua, cocina, música, etcétera), pero que también invitan a la reflexión sobre el origen de las naciones, su desarrollo y la evolución cultural, entre otras cosas.

Lenguaje distendido frente a un lenguaje violento y amenazador

Trump utiliza los lenguajes verbal y gestual basados en la agresividad como seña de identidad, a través de la cual impone sus ideas, desarrollando así una forma de autoridad en la que no existe espacio para el debate. Se hace lo que él quiere, como el matón de barrio que impone su ley, creyendo que más allá de sus calles no existe nada más, con lo cual se niega el diálogo y el propio sentimiento de pertenecer a una sociedad racional.

Por el contrario, en una biblioteca no encontraremos ese choque verbal que provoca tensiones entre las personas, sino que la lengua y el lenguaje se emplean como vehículos de transmisión y dan lugar al conocimiento y el entendimiento entre ellas. Por tanto, no son un elemento disuasorio o amenazante, sino un medio para solucionar problemas, plantear inquietudes, verter opiniones, compartir preferencias y estimular el cerebro, y todo dentro de ese espacio en el que se convive y se crece con multitud de personas que tienen otras tantas formas distintas de pensar y actuar.

Unidad entre las personas frente a una política de alianza de Estados

Nuestro presidente en cuestión garantiza alianzas entre su país y otras naciones que respondan a su política, independientemente de si en ellas hay un Gobierno democrático o una dictadura. Lo importante es tejer una telaraña de relaciones internacionales que favorezcan sus intereses y su imperialismo porque siempre hay un enemigo dispuesto a atacar a los estadounidenses; si no lo hay, se crea o se instiga para que aparezca.

Frente a esta otra forma de destrucción mundial, en las bibliotecas aprendemos de las experiencias y las vivencias que han ido cincelando su día a día de las personas. Nuestras alianzas son con otras bibliotecas y centros de información, independientemente del país donde se ubiquen, porque la intención final es promover la cultura y el bien de las personas. Cada uno de esos pasos son para avanzar, cooperando en proyectos de animación a la lectura, gestando hermanamientos entre ciudades, fomentando el intercambio entre profesionales del sector y un sinfín de aspectos más que no delimitan nuestro espacio, sino que tienen a abrirlo cada vez más.

Por tanto, no tenemos fronteras porque la vida bibliotecaria gira alrededor de lo que pasa en otros lugares del mundo y no buscamos influir en las decisiones de otras bibliotecas, sino aprender entre todas para confirmar un desarrollo íntegro de nuestra profesión y de la calidad en los servicios a los ciudadanos. El mejor ejemplo lo tenemos con el tema de los refugiados, tan en boga últimamente, ya que aquellas han asumido un papel social de enorme calibre, que les ha llevado a diseñar proyectos de ayuda para favorecer su integración, convirtiéndose así en un puente de conexión en ese tránsito hacia su nueva vida.

Inversión en cultura frente a inversión en armamento

Trump ha avalado el aumento de los contratos con empresas privadas para la fabricación de armas dentro de su política del rearme nacional y la potenciación de la crisis mundial en las relaciones con otros Estados. La sociedad estadounidense continúa asumiendo el rol de que medio planeta está en contra de él y hay que prepararse para una posible guerra, no solo para destruir al Estado Islámico, sino a Gobiernos de izquierdas, concebidos tradicionalmente como enemigos.

Frente a esta actitud, las bibliotecas también están condicionadas por la utilización del dinero, necesario para la adquisición de todo tipo de documentos y la prestación de servicios públicos. Aún así, el fin de su utilización es comprometerse al desarrollo cultural, profesional y personal de sus usuarios, sin atender a su estatus social ni a su procedencia, sexo, raza o religión. El dinero público se concibe con un carácter de retroalimentación también pública, cuya ganancia final es que esa misma sociedad tenga a su alcance multitud de opciones culturales y formativas que aporten una baza fundamental a su desarrollo integral.

Por eso, las bibliotecas son el poder de la cultura para el pueblo frente al poder de las armas para el miedo, que impone Trump. No valoramos lo que sucede a nuestro alrededor en función del potencial armamentístico, sino que interactuamos con los usuarios y la comunidad buscando el bien común.

En conclusión: ¿qué pedimos?

El país más poderoso del mundo debería cambiar su política de manera radical para dar cabida a otro tipo de sociedad más global, lo que no supondría su desaparición como nación. Para ello, el mejor ejemplo es el trabajo que se realiza en las bibliotecas, donde lo que importan son las personas, libres, sin etiquetas, abiertas y como motor del cambio frente al clasismo. Hasta que esta utopía no llegue, las bibliotecas continuarán gritando: «¡¡Trump: vete a casa!! (¡¡Trump go home!!)».

Francisco Javier León Álvarez

Colaborador en BiblogTecarios Rodeado de libros en la B. P. M. de La Orotava (Tenerife). Gestiono Ediciones La Gárgola Despierta y me interesan los aspectos sociales y culturales relacionados con los países del tercer mundo.

5 respuestas a «Las bibliotecas gritan: «¡¡Trump: vete a casa!!»»

  1. Muy buen artículo, compañero. Lo he compartido con los compañeros bibliotecarios de la provincia de Toledo.
    Saludos cordiales,
    Mercedes Carrascosa Jiménez

    1. Buenos días Mercedes.
      Gracias por tu comentario y por la lectura de este post.
      Creo que todos debemos romper cadenas y barreras y entender que las bibliotecas están directamente influenciadas por lo que pasa a su alrededor y la política es una de estas cosas. Aprender para continuar construyendo otro mundo distinto al que se nos quiere imponer.
      Un biblioabrazo desde Tenerife!!

    1. Gracias Antonia María por leer el post y contribuir a fomentar el espíritu crítico en nuestra profesión, que tanta falta hace.
      Un biblioabrazo desde Tenerife!!

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