Como profesional del ámbito bibliotecario, ¿te consideras agente cultural?
Mientras valoras la respuesta, escribo este post para contarte que he asistido al X Encuentro Cultura y Ciudadanía, celebrado en Santiago de Compostela del 24 al 26 de septiembre.
Tal y como se presenta en su página web, Cultura y Ciudadanía es un programa que tiene como objetivo promover la participación ciudadana en cultura. A través de la investigación, el pensamiento, el debate, el mapeado y la programación de actividades diversas, y en colaboración con agentes públicos y privados de todo el Estado, Cultura y Ciudadanía promueve una cultura universal, comprometida, crítica y diversa, sustentada en el agenciamiento y la participación.
Este evento organizado por el Ministerio de Cultura en colaboración con el Centro Galego de Arte Contemporáneo (CGAC), Museo do Pobo Galego, Xunta de Galicia y Concello de Santiago, ofreció a las personas asistentes un estupendo y amplísimo programa multidisciplinar repleto de mesas redondas, presentación de proyectos, charlas expositivas, debates, actuaciones musicales, visitas guiadas en el entorno compostelano, recitales o talleres prácticos en los que aprender y reflexionar junto a personas a las que de un modo u otro les atañe la cultura.
En este contexto, me da que pensar que en su programación solamente haya estado presente Ana María López Cuadrado, subdirectora General de los Archivos Estatales, en relación con el entorno de la información y documentación. ¿Será que el personal de bibliotecas todavía no es reconocido como mediador cultural fundamental ni siquiera en nuestro propio ámbito? Ana, señaló en su intervención la necesidad de renovación y aproximación a la ciudadanía en el ámbito documental. “Todo el mundo tiene derecho a la memoria y también a darse a conocer. Nuestras instituciones son la memoria documentada. ¿Qué significaría para la sociedad que nuestras instituciones tuvieran alzhéimer?” Lo cierto es que es un ejemplo bastante gráfico sobre lo trascendente de nuestro trabajo, sin el cual, cualquier sociedad perdería su identidad y tampoco tendría capacidad adaptativa o de progreso.
Todas nuestras labores técnicas, de gestión y circulación de la colección, catalogación, recopilación de datos estadísticos, gestión de bases de datos, digitalización, elaboración de informes, formación de personas usuarias, difusión y evaluación de servicios, y un largo etc. no deberían alejarnos de la finalidad última, que desde mi punto de vista, las atraviesa a todas ellas: ser elemento potenciador de las capacidades transformadoras de la sociedad mediante el aprendizaje y acceso a la información, el conocimiento y la cultura. Para ello, debemos ejercer una escucha activa y atenta con la ciudadanía, hacerlos partícipes y dialogar desde la cercanía. Porque el habla es también una institución. Comunicarnos es compartir, difundir, trascender. ¿Pienso, luego existo ó hablo, luego existo?
El libro A cultura é un dereito: unha visión social da cultura, coordinado por Alberto de Boiro y presentado también en este encuentro, comienza con una cita a Pepe Mújica: “La cultura no son los cuadritos que se cuelgan, o eso que hacen ustedes… La cultura es la cotidianeidad de los valores con los que nos movemos en la vida”. Porque ya no somos esas bibliotecas rancias y restrictivas, calladas y que mandaban callar, diría incluso que éramos casi de las que miran por encima del hombro. Ahora somos mediadoras, facilitadoras, tejedoras de comunidad. Queremos ofrecer una cultura participativa, donde los protagonistas sean nuestros vecinos y vecinas, que opinen, propongan y generen una cultura aplicable.
(Y cuando vamos a medio camino de este post, yo ya diría que, si no lo somos, nos aproximamos mucho a ser agentes culturales, pero continúo…)
De todo lo escuchado y vivido estos días en Santiago, recojo que la cultura en sí misma es ingobernable, lo gestionable son las instituciones culturales, y mediante esa gestión debemos ayudar a la ciudadanía a identificar y conocer cuáles son sus derechos culturales, y además hacerlos ver como lo que son, un bien esencial. Es una tarea complicada en un momento social donde impera el capitalismo económico acompañado del dominio de la inmediatez, donde los procesos a largo plazo se evitan casi como modo de supervivencia. Y esto contrasta con el capital cultural, que es entendido casi como un capital simbólico.
Además, lo político y lo judicial ponen en riesgo la capacidad de las instituciones culturales. La burocratización va en contra de los foros de acceso y apertura, llegando incluso a la autocensura personal: “¿quién soy yo para meterme en eso?”. Así es como nos debilitamos, nos hacemos sumisos/as, dependientes, y como consecuencia, precarios/as, ofreciéndonos a una especie de “intemperie cultural”.
Desde las bibliotecas empujamos a la ciudadanía para que desarrolle su capacidad de reflexión y proponga alternativas, y en este sentido, la lectura es una de las herramientas más poderosas que podemos proporcionar. Leer en grupo, en voz alta, en la intimidad… La lectura es un elemento transformador de las personas y de la sociedad, es ingrediente fundamental de cambio. Y permitidme aquí introducir también el amor, la empatía y los afectos, que tienen que formar parte de este modelo cultural al que dirigirnos. ¿Por qué no utilizamos más esta palabra sagrada? Es necesario darles a estas voces el peso que merecen. En la biblioteca podemos: sonreír, dar la mano, mirar con empatía, saludar al que llega y desear que vuelva pronto al que se va.
Seamos “bibliotecas relacionales” tal y como lo expresó el bibliotecario danés Mogens Vestergaard: “Lo que las bibliotecas están representando son personas, gente común y corriente en grandes cantidades. Las personas entran a la biblioteca y trabajan junto con el bibliotecario. Para que esto suceda, se tiene que establecer una relación. La biblioteca se transforma en un lugar de encuentro, y el bibliotecario tiene que facilitar esa reunión. Esta es otra forma de establecer relaciones. Es obligación de la biblioteca estar al día de los diferentes usos de la cultura y de las tecnologías.”
Para terminar, os dejo por aquí algunas citas que recogí durante las intervenciones y también los enlaces a algunos de los proyectos que me emocionaron en su exposición:
Citas recogidas en el X Encuentro Cultura y Ciudadanía:
“Estamos en la sociedad del (re)conocimiento” – Jordi Martí, secretario de Estado de Cultura.
“Es necesario dedicar tiempo a la existencia” – José Luis Pérez Pont, director artístico candidatura de Las Palmas de Gran Canaria a Capital Europea de la Cultura.
“Lectura como herramienta de transformación de la sociedad, construyendo una comunidad lectora desde el cuidado” – Branca Novoneyra, escritora, bailarina y coreógrafa. Cita recogida en la visita guiada al Hospital Psiquiátrico de Conxo.
“No nos olvidemos que el himno de Galicia es un poema de Eduardo Pondal, la literatura como identidad” – Uxío Novo, politólogo e investigador.
“No queremos una cultura que instrumentaliza a los jóvenes. Que no sean solamente receptores, sino agentes” – Alberto Soler, coordinador Premios Mandarache Hache, Premio Nacional al Fomento de la Lectura en 2014.
“Parece que los ricos tienen cultura y los pobres tienen folclore” – Mercedes Peón, compositora, vocalista e instrumentista. Premio Nacional a la Cultura (Música) en 2008 otorgado por la Xunta de Galicia.
Proyectos:
Me llevo de este encuentro una carga informacional y emocional tan pesada por su responsabilidad como ligera por lo agraciada que me parece. Volveré sin duda, y espero que acompañada de un mayor número de profesionales de bibliotecas.
Y llegadas hasta aquí, no quiero dejar la pregunta inicial en el aire sobre si somos o no agentes culturales clave para la sociedad. Con toda certeza, yo digo Sí. ¡Hagamos que la cultura nos destelle!
Fátima Canosa Pena.
Diplomada en Biblioteconomía y Licenciada en Documentación por la Universidade da Coruña (UDC). Desde el año 2016 coordino el servicio de bibliotecas municipales de Narón. He trabajado en bibliotecas públicas y de centros educativos desde hace casi 20 años. También en bibliotecas especializadas de museos y como digitalizadora.
Creo firmemente en el poder de las palabras como base del progreso, comunicar para entenderse y sonreír para humanizar. Todavía escribo postales y me inquietan quienes no les gustan las milhojas de merengue; por lo demás, soy pacífica, enamorada de nuestros mayores y amante de las aldeas.
A veces escribo y comparto por Instagram @fatimaenbrote y X @Fatimalimodre