La firma invitada que os traemos hoy nos hace especial ilusión, se trata de una antigua compañera de BiblogTecarios. María Antonia Moreno Mulas formó parte del grupo de redactores de este blog colaborativo durante varios años en el comienzo de nuestra andadura, sus entradas eran un regalo para los amantes de la lectura y las bibliotecas.
Especialista en fomento de la lectura, fundamentalmente a través de clubes de lectura (virtuales y presenciales) y curtida, durante muchos años, como bibliotecaria en la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, hoy comparte con nosotros y nosotras su experiencia como Coordinadora del Club de Lectura Virtual «Ítaca» (sobre literatura de viajes) enmarcado en el Servicio de Clubes Virtuales de Lectura de Castilla La Mancha, organizados por la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de la región.
¡Gracias, compañera y amiga, por volver a tu casa, por seguir compartiendo experiencias y por hacerme disfrutar de la literatura de viajes, una gran desconocida para mí!
David Gómez
«Cuando te encuentres de camino a Ítaca,
desea que sea largo el camino,
lleno de aventuras, lleno de conocimientos.
Ten siempre en tu mente a Ítaca.
La llegada allí es tu destino.
Pero no apresures tu viaje en absoluto.
Ítaca».
Constantino Cavafis
En marzo de 2021, inspirado en la esencia del poema de Cavafis, comenzó su andadura Ítaca, el nuevo club virtual de lectura que ha pasado a engrosar la atractiva y diversa oferta de la Red de Bibliotecas de Castilla-La Mancha. Desde 2017, el Servicio de Bibliotecas, Libro y Lectura, impulsa, organiza y sostiene este proyecto de lectura compartida virtual que, en plataforma propia y creada ad hoc, cuenta en este momento con cinco clubes de diferentes temáticas.
Permitidme un breve desvío en este día estival para describiros, con embeleso y sin prisa, los clubes y sus lecturas.
El club Alonso Quijano, conducido por el narrador oral, escritor y editor Pep Bruno, propone la lectura de literatura clásica de todas las épocas. Fijaos en las obras de los últimos meses: Guerra y Paz, de León Tólstoi; Orgullo y prejuicio, de Jane Austen; Drácula de Bram Stoker, El libro de la almohada, de Shei Shonâgon; Tristán e Iseo, versión de Alicia Ylera; y Pedro Páramo, de Juan Rulfo.
Letras Rojas, coordinado por Juan Prieto, bibliotecario con dilatada experiencia en moderación de clubes de lectura, se ocupa de la denominada novela de género: fantasía, ciencia ficción, policíaca y negra, terror, gótica, romántica, aventuras, western… Y todos los híbridos que se nos ocurran, desechando, por supuesto, cualquier novela aburrida. Las últimas: Un asunto demasiado familiar, de Rosa Ribas; Diario del año de la peste, de Daniel Defoe; Los Caín, de Enrique Llamas; Como leones, de Brian Panowich; Abril rojo, de Santiago Rocangliolo, y Un bello misterio, de Louise Penny.
En Leolo, domador de palabras, se lee literatura juvenil de la mano del bibliotecario Alejandro López Muñoz que dinamiza, desde 2014, varios clubes de lectura para jóvenes en la Biblioteca de Castilla-La Mancha. Como sabemos, la literatura juvenil de calidad es casi de obligada lectura para todos los públicos, si no fuese porque el verbo leer no soporta el imperativo (Como una novela. Daniel Pennac). Juzgad vosotros: Cuando Hitler robó el conejo rosa, de Judith Kerr; Los escarabajos vuelan al atardecer, de Maria Gripe; Mi vida ahora, de Meg Rossof; Milagros en Bicho Raro, de Maggie Stiefvater; El almanaque de mi padre, de Jiro Taniguchi; y La joven de las naranjas de Jostein Gaarder.
Atrapaversos, dinamizado por la poeta y bibliotecaria Lucía Plaza Díaz, captura palabras y emociones a través de la poesía de todos los tiempos. Sus últimas lecturas: En las orillas del Sar, de Rosalía Castro; Soledades, galerías y otros poemas, de Antonio Machado; Romancero gitano, de Federico García Lorca y El rayo que no cesa, de Miguel Hernández.
Con la mente puesta en Ítaca retomo el viaje, pero no quiero apresurarme en absoluto.
Fue en 2017 cuando Antonio Casado escribió en Biblogtecarios el post En marcha los clubes virtuales de Castilla-La Mancha, iniciativa que quise resaltar, apenas una semana después, con el artículo Dinamizar clubes de lectura virtuales o en la nube, en el que yo, apasionada de los clubes de lectura en todas sus modalidades y firme defensora de los virtuales desde que en 2005 comencé a trabajar en ellos (no es una errata), elogiaba este nuevo servicio con este eslogan publicitario: Los que hablan, hablan. Los que hacen cosas, dan que hablar.
No me parece baladí recordarlo. Antes del tsunami de la pandemia, pocas instituciones y redes bibliotecarias veían la necesidad de implementar plataformas y clubes de lectura en la nube o en línea. ¿Para qué, si contaban con una red de clubes de lectura presenciales que funcionaba a la perfección? ¿Para qué, si tenían listas de espera de usuarios que querían formar parte de ellos? Era comprensible, el esfuerzo de implementar un servicio de este cariz es grande, conlleva altas dosis de trabajo y una no menor inversión de recursos… y no parecía existir una urgencia real.
La Red de Bibliotecas de Castilla-La Mancha, sin embargo, apostó por los clubes virtuales de lectura (primero para los socios de sus bibliotecas, después, abiertos a todos los lectores interesados) situándose así en la tendencia pionera de otras instituciones bibliotecarias de carácter público: por ejemplo, en el ámbito municipal, la Red de Bibliotecas de A Coruña (2016); en el ámbito provincial, las bibliotecas municipales de la extensa provincia de Badajoz, coordinadas por el Servicio Provincial de Bibliotecas (2013); y, para usuarios de cualquier país, la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes (2016).
En la crisis sanitaria y social en la que aún nos encontramos, la transformación digital que afecta a nuestras bibliotecas, nuestros servicios y nuestras propias vidas, se ha acelerado, tornándose imparable. Estamos ante una urgencia real. Quiero pensar que, actualmente, se valoran los clubes virtuales de lectura y se camina en la dirección de la convivencia de formatos, me consta que es así en la mayoría de los casos. Los clubes virtuales no sustituyen a los clubes presenciales (ni antes, ni ahora, ni en un futuro); ambos tipos se complementan, se apoyan, se retroalimentan. La virtualidad nos dota de herramientas potentes para encontrarnos con nuestros lectores, cuando no existe otra manera. Y hay usuarios con los que, debido a la distancia geográfica y la disparidad de horarios y ritmos vitales, solamente es posible llegar a través de la virtualidad. Antes y ahora.
Es curioso cómo los encuentros, al igual que los viajes y las lecturas, suceden y cierran círculos. En noviembre de 2020 tuve la oportunidad de moderar la mesa Clubes virtuales de lectura en el Lab 2020 de las Bibliotecas del Instituto Cervantes. En ella, participaron Catuxa Seoane, Responsable de la Comunicación Digital de la Red de Bibliotecas Municipales de A Coruña; Laura Pérez Rodríguez, Documentalista en el Departamento de Bibliotecas y Documentación del Instituto Cervantes; y Óscar Arroyo Ortega, Jefe de Servicio de Bibliotecas, Libro y Lectura de Castilla-La Mancha, profesional clave en el desarrollo de los clubes virtuales de lectura de la región.
Además de aprender mucho de estos profesionales, de aquel encuentro y con el paso de los meses, llegó la alegría de Ítaca. Junto con Óscar Arroyo y Flor García Agüera, directora adjunta de la Biblioteca de Castilla-La Mancha, y coordinadora del Servicio de Clubes virtuales de lectura, pergeñamos el club de literatura de viajes. Un género de lectura propicio para unos tiempos en los que nuestra movilidad seguía muy restringida. ¿Pero, y ahora?
¿Viajeros de sillón?
Con esta pregunta tituló su post en Biblogtecarios Inma Herrero, lectora que se apuntó, desde marzo, a los viajes de Ítaca. En él, además de recomendarnos algunos títulos, Inma nos incita a viajar, con los pies o con la imaginación, pues los viajes y la literatura no dejan de ser manifestaciones de un espíritu curioso. Cada libro es un destino y cada viaje una búsqueda, o viceversa.
¿Es ocioso leer literatura de viajes en nuestro mundo, cuando millones de vídeos y fotos de casi todos los rincones inundan la red? Decía Javier Reverte que un viaje ha de reposar lo suficiente como para que, al contarlo, se tornase en literatura. A través de este género viajamos a los Estados Unidos de los años 60, o a África en el siglo XIX…, comprendemos el porqué y el cómo, nos apropiamos del sentido del viaje y del desasosiego del viajero, o de su entusiasmo irrefrenable. Conocemos Nueva York a través del tamiz de una mirada, una mirada parcial, subjetiva y literaria que suscita en nosotros más preguntas que respuestas. Ahí está el valor de la literatura de viajes, podamos o no viajar, queramos o no hacerlo.
Las obras que hemos leído, desde marzo a finales de julio, las tenéis recopiladas en el post de David Gómez: en un texto emocionante en el que narra lo que han significado para él nuestras aventuras viajeras. David es otro de los viajeros de Ítaca. Además, escribe sobre la lectura en voz alta: una práctica que nos arropa y nos acompaña (doy fe, en otro tiempo estuve trabajando en un proyecto de esas características denominado Leo para ti). David explica que le encanta leer en voz alta, que le gusta leerse a sí mismo en voz alta, (hay que leer y leerse en voz alta a cualquier edad), además de recopilar una serie de experiencias y de testimonios de especialistas que avalan el valor de esta práctica que entronca con la ancestral y maravillosa narración oral.
Sin embargo, tengo un matiz sobre la lectura que denomina (en mayúsculas) sanadora, pero solitaria y silenciosa: leer para compartir en un club de lectura (sea virtual o presencial) se hace en soledad, pero no es una actividad solitaria, sino social.
Al conversar con los compañeros de Ítaca, a través de la escritura que es nuestro medio de comunicación, rompemos esa soledad; me atrevo a decir, incluso, que nuestra manera de leer cambia, se modifica, pues el fin último es transmitir a los otros nuestras vivencias lectoras. Porque leemos para conversar con los otros. Para compartir la alegría de leer y descubrir(nos).
Leer para dinamizar un club virtual de lectura
No se lee igual si la lectura se comparte; y esto es aún más cierto si el que lee es un dinamizador o moderador de un club de lectura, y tampoco es igual si el club es presencial o virtual.
Pero nuestro destino, no lo olvido, es Ítaca.
Todo comienza con la inscripción a la lectura concreta en el club; los lectores eligen si siguen una, dos, tres lecturas o todas. Van y vienen, según sus preferencias. Hay lectores que repiten, pero hay otros que transitan por los clubes, de manera libre y gozosa, como si estuvieran en la sala de lectura de una biblioteca, moviéndose entre las estanterías. Y ese es uno de los puntos fuertes de este servicio; como también lo es la continuidad en el tiempo.
Los avisos a los lectores (plazos para inscribirse en una lectura, calendario del ritmo de conversación en la plataforma, entradas publicadas en el club, etc.) se realiza a través del correo electrónico y, así, de una manera cómoda están informados de lo que está sucediendo y sucederá en el club en el que en ese momento participan.
Para seleccionar las obras hay que leer, leer y leer. Leer libros del género, leer artículos, leer blogs, leer. Ir con el espíritu de la curiosidad bien afilado, porque en cualquier parte (un programa de televisión, un escaparate de una librería, un perfil en Instagram, un centro de interés de una biblioteca, una conversación…) puede encontrarse la próxima lectura.
Cuando ya está seleccionada la obra, se busca que esté disponible y siempre que sea posible, en formato papel y digital, para ponerla en préstamo, tanto a través del Catálogo Colectivo de la Red como en eBiblio Castilla-La Mancha.
Cada semana, se publica una entrada que abre la conversación sobre una parte determinada de la obra que se esté leyendo. Se hace así, dividiendo la lectura en capítulos o en partes, para facilitar la conversación e ir acotando y proponiendo los temas. Este ritmo de publicación de las entradas es la que seguimos todos los coordinadores de los clubes.
Para escribir los textos semanales en Ítaca, suelo leer la obra varias veces: una o dos, al completo y, al menos, otra vez más, en una lectura más atenta de cada tramo en la que la he dividido previamente. Realizo esquemas, resúmenes y jerarquías de elementos y conceptos que quiero destacar en estas entradas, que pretendo que sean cercanas, no exentas de cierto humor, con algo de poesía…, y bastante narrativa. En ellas, suelo entremezclar preguntas directas e indirectas y comparto algún pensamiento u opinión, con la intención de involucrarme para involucrarles a ellos. En las lecturas, tengo un cuaderno al lado en el que voy anotando frases, reflexiones, muchas de ellas no las comparto por no hacer muy extensas las entradas (a veces no lo consigo), pero me sirven para nuestra conversación.
Los lectores valoran muy positivamente los recursos que enlazo en los textos, así me lo han hecho saber. Pongo mucho cuidado en la búsqueda y selección de vídeos, webs, podcasts, fotos, textos… con los que trato de expandir, en la medida de lo posible, el texto que estamos leyendo. Esta búsqueda, como la lectura y la curiosidad constantes, nunca termina, y en mi día a día voy recopilando ideas que relaciono con las lecturas actuales o las que están por venir. Es ese espíritu curioso, esa oreja verde de Gianni Rodari que, también, intento espolear en los lectores. Y ellos responden compartiendo, a su vez, enlaces a recursos que son una maravilla.
Luego, publicar, enviar un correo a los lectores y aguardar sus interacciones. Aguardar, a veces, es difícil. Cuando no hay comentarios a una entrada y una no sabe bien si es que los lectores se están poniendo al día con la lectura, o no han leído el correo, o se les ha ido a spam…, es como esperar una carta que se hace de rogar. Pero, finalmente, llega.
Y, para mí, llega lo mejor.
Leer a los lectores, sus comentarios, lo que piensan, lo que sienten. Cómo se contestan unos a otros, conversan a dos, tres o cuatro bandas. Trato, también, de contestar a todos, o, al menos, hacerles saber que estoy ahí, escuchándoles, acogiéndoles, para que se sientan cómodos. Para que hagan suyo Ítaca, porque lo más importante de un club de lectura, sea de la modalidad que sea, no es la obra, ni por supuesto el moderador, sino el lector.
Ítaca se ha quedado en un puerto para descansar, mirar despacio, y trazar nuevas rutas en mapas y libros. Volveremos en septiembre, junto con el resto de la programación de los clubes virtuales de lectura, con nuevos viajes y nuevas conversaciones.
Os espero, os esperamos. Salud y largo viaje, lectores.
María Antonia Moreno Mulas