El club de lectura: un invento fantástico que precisa de actualizaciones

Hace varios años, un colega de profesión calificó a los clubes de lectura de viejunos.

Hace un par de años, otra colega de profesión me dijo que, total, las señoras iban a los clubes de lectura de las bibliotecas públicas para charlotear y leer libros gratis. Cabe resaltar que la colega no trabajaba en una biblioteca pública y, me temo, no conoce, o se le olvidó, que su esencia es la gratuidad de sus servicios (sostenidos con nuestros impuestos), y que es esta gratuidad la que garantiza el acceso universal a la información y a la cultura, a todos los ciudadanos, vivan donde vivan, se ocupen de lo que se ocupen, y tengan la edad que tengan.

Frente a estas, llamémoslas, posturas, hay otras radicalmente opuestas: son las que desde la placidez y la seguridad de la fórmula tradicional, exitosa y más que asentada, de los clubes de lectura, hacen alarde de ellos porque algo tendrá el agua cuando la bendicen. ¿Y cuál es mi opinión? ¿Cuál es mi experiencia? ¿Será que los clubes de lectura presentan un cierto agotamiento? ¿Sera que el fomento lector está más que superado en nuestras bibliotecas?

El club de lectura es un invento fantástico. Sigue siendo una de las herramientas más eficaces y potentes para continuar, desde la biblioteca pública, con nuestra labor de fomento de la lectura. Labor necesariamente lenta, constante y de largo aliento. Labor sumamente necesaria en estos tiempos de bulos y noticias falsas e interesadas. No es cierto que el club de lectura esté agotado, pero sí que precisa, como el resto de nuestros servicios bibliotecarios, de revisión y actualización. Revisiones y actualizaciones hechas desde la creatividad, la curiosidad, la experimentación, la investigación, el rigor y la escucha atenta de las opiniones de nuestros usuarios.

En el nº 74 de la revista Mi Biblioteca, Florencia Corrionero Salinero, Técnica de Innovación Lectora Nubeteca del Servicio Provincial de Bibliotecas de Diputación de Badajoz, firmó el artículo Desmontando los clubes de lectura, en el que planteaba lo siguiente: “Los clubes de lectura son la actividad de fomento de la lectura por excelencia porque se lee con otros, se conversa sobre lo leído, se comparte, se vive el hecho de leer, que en principio, es solitario e íntimo. Pero no es menos cierto que llevamos años, décadas, exprimiendo una fórmula que necesita ser renovada, desmontada, diría yo (…)”.

El texto de Florencia continúa lanzando una serie de interrogantes que responden a líneas de experimentación desarrolladas en los Clubes de lectura en la nube Nubeteca de Diputación de Badajoz. He tenido la suerte de trabajar en estos clubes virtuales desde sus inicios, hace ya diez años, por tanto he podido desarrollar dinamizaciones con géneros no convencionales (por ejemplo, prensa digital), o con formatos del libro innovadores (como el audiolibro en un Club de Escucha). De aprovechar y tratar de rentabilizar, como bien señala Florencia, las diferentes y versátiles oportunidades que la conversación digital ofrece.

Mi trayectoria profesional se ha enriquecido con la coordinación de la conversación de clubes virtuales de lectura para otras instituciones como la Red de Bibliotecas de Castilla-La Mancha o la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes. Estos clubes me han permitido explorar diferentes géneros literarios como la poesía, el teatro, la novela, el cuento y la literatura de viajes.

En todos estos años, me he dado cuenta de que, muchas veces, somos los bibliotecarios los que presentamos una mayor resistencia al cambio. No siempre es una cuestión generacional: en mis cursos de formación a menudo hay algún joven bibliotecario que rechaza leer en digital. No le gusta (dice) pero es que no lo intenta (también lo dice). Y, sin embargo, somos nosotros los que podemos despertar en los participantes de nuestros clubes la necesidad de leer en digital, de leer distintos géneros, de escuchar un audiolibro, de aprender a distinguir una noticia falsa cotejando diferentes fuentes de información, de sumergirse en una aventura de conocimiento con cada obra. Los clubes pueden ser semilleros de innovación lectora en los que explorar nuevos formatos de lectura, géneros poco convencionales y diferentes modos de conversación.

Pese a que en los últimos tiempos me he dedicado, sobre todo, a trabajar en entornos virtuales, no creo que sustituyan al entorno presencial, ni viceversa. Los clubes presenciales y los clubes virtuales se complementan, ofrecen diferentes formas y modos de compartir la alegría de leer. Por ejemplo, en los virtuales que se desarrollan en plataformas, la escritura es el medio de comunicación por excelencia, y esta característica les otorga un valor añadido. Si leemos de manera diferente cuando participamos en un club de lectura, cuando escribimos en un club virtual de lectura tenemos que pasar por una fase de introspección mayor. Los clubes presenciales juegan con la insustituible ventaja del lenguaje corporal: las sonrisas, las miradas; en los clubes virtuales los coordinadores debemos tratar de hacerlos cálidos y acogedores, desterrando el tópico de la frialdad y la asepsia.

Además, hay una cuestión muy importante: la lectura digital es más sostenible, práctica, útil y económica que la lectura en papel. El club de lectura, sea cual sea su formato, es una vía inmejorable de potenciar el préstamo digital legal que ofrecen nuestras redes de bibliotecas. Leer en digital en los clubes de lectura presenciales es una manera de actualizarlos, porque implica una necesaria formación y un acompañamiento desde la biblioteca.

No quiero dejar pasar por alto las palabras de aquella colega, sí, lo de que las señoras vamos a charlotear a los clubes. Y es que tenía razón. Los clubes tienen una vertiente de socialización, de empatía, de conversación serena, alegre, respetuosa, y enriquecedora que, difícilmente, se logra en otros espacios, en otras actividades. Juan Mata, profesor jubilado de la Universidad de Granada y presidente de la Asociación Entrelibros, escribe:

“defiendo con ahínco la conversación tras una lectura, no tanto para hablar del libro, sino, como decía, para hablar a partir del libro.” (Mi Biblioteca, año XIX, nº 74, pp. 24-34).

El club de lectura es un magnífico invento y, como todos los inventos, precisa de constantes actualizaciones. Nada más. Y nada menos.


MARIA ANTONIA MORENO-MULAS
Licenciada en Documentación y estudiante de Doctorado en el Programa Sociedad del Conocimiento de la Universidad de Salamanca. Durante diecisiete años trabajó en uno de los centros de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez, en los puestos de Bibliotecaria, Ayudante de Área de Biblioteca y Fomento de la Lectura y Coordinadora de Programas de Lectura. Desde mayo de 2017 y hasta  mayo de 2020, ha coordinado el Plan de Fomento de Lectura Un libro es un amigo, de la Diputación de Badajoz y la Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Durante su trayectoria profesional, ha organizado, puesto en marcha y dinamizado clubs virtuales y presenciales de lectura. En la actualidad, compagina su investigación sobre clubs virtuales de lectura con la moderación del Club virtual de lectura de la Red de Bibliotecas del Instituto Cervantes, y su labor como ayudante de dirección en la revista Mi Biblioteca: la revista del mundo bibliotecario, editada por la Fundación Alonso Quijano.
 
Firma invitada por Raquel Moraleja.

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