Tenemos que hablar…

Sí, hoy titulo así el post por varios motivos. Primero para poner de manifiesto que esta frase no siempre tiene que augurar algo malo. Hablemos de hablar, porque hablando se entiende la gente, porque aunque nadie duda de que los animales no humanos se comunican, no solo entre ellos, sino también con nosotros, los humanos somos los únicos animales que hablamos, pero hacerlo bien requiere una serie de aprendizajes.

Segundo porque ni profesional ni personalmente creo en las bibliotecas como lugares de sacrosanto silencio, más bien al contrario, las veo como lugares vivos de encuentro, de conversación, de intercambio de experiencias, de debate, aunque sobre este tema se podría hablar y debatir largo tendido, y no es precisamente el objetivo de este post.

Y tercero, porque, si la situación sanitaria nos lo permite este año, se acercan estas fechas navideñas propicias para los reencuentros y reuniones con familiares, amistades, colegas de trabajo o coincidentes por cualquier motivo, que en más de un caso, van a poner a prueba no solo nuestro arsenal de paciencia, sino también nuestra capacidad para hablar, para comunicar, para convencer, para persuadir o simplemente para debatir de manera pausada y sin alteraciones innecesarias.

Somos seres sociales por naturaleza y la comunicación con otras personas es algo que llevamos a cabo a diario. Pero hemos de tener en cuenta que no es lo mismo hablar, que saber comunicar. Muchas veces decimos algo y la otra persona lo interpreta de manera diferente. Esto es señal de que no hemos transmitido el mensaje de forma correcta.

Vamos a intentar hacerlo bien o al menos, hacerlo mejor. Vamos a hacer una breve incursión o al menos un acercamiento al arte de hablar, de comunicar y de debatir… Para ello empezaremos con dos certezas de dos sabios: «El que sabe pensar, pero no sabe hablar, está al mismo nivel del que no sabe pensar» dijo Pericles, a la que de alguna manera contestó Aristóteles unos cuantos años después: «La habilidad para comunicar una idea es tan importante como la idea misma».

La oratoria

“No hay nada tan increíble que la oratoria no pueda volverlo aceptable”, son palabras de Cicerón (seguimos con otro sabio), para referirse a esta competencia transversal básica llamada oratoria, presente en todas las esferas de nuestra vida: en el ámbito personal y, también, en el profesional. Todas nuestras comunicaciones, consciente o inconscientemente, responden a un objetivo. Conseguir que nuestro discurso genere el efecto deseado en quienes nos escuchan dependerá, en buena medida, de nuestra capacidad de expresarnos elocuentemente.

Comunicar y hablar bien en público son habilidades que marcan la diferencia y pueden aumentar las posibilidades de éxito y nos pueden abrir muchas puertas. Desde un punto de vista profesional ayudan a aumentar las posibilidades en una entrevista laboral, conseguir mayor credibilidad y atención en las reuniones de trabajo, obtener mejores resultados en un examen u oposición, conseguir un puesto de trabajo, negociar un contrato, captar clientes para una empresa o proyecto, ganarme la confianza de mi equipo, liderar con más seguridad a un grupo de personas… Pero, también, en el terreno personal aportan grandes ventajas como facilitar integrarnos en los grupos sociales o en el entorno familiar, conseguir que nuestras opiniones sean tomadas más en cuenta, lo cual siempre aporta una seguridad personal, que sin duda se necesita y agradece.

Además, hemos de conseguir con nuestras palabras persuadir, es decir, tratar de conseguir que los demás colaboren para conseguir los objetivos de la empresa, de forma conjunta. El poder de persuasión es un proceso que permite cambiar o reforzar las actitudes de los demás, sus opiniones y comportamientos.

Técnicas de la Oratoria

Adriana Bell, considera que como cualquier otra materia, esta disciplina puede aprenderse. Es cierto que hay personas que nacen con cierta habilidad para ella. Pero, sin trabajo y sin entrenarse, nadie es imposible lucirse en esta disciplina. Además, lo primero es dominar el miedo escénico a hablar en público y  transmitir confianza y seguridad en sí mismo al auditorio.

Por otra parte, la naturalidad es básica en el buen orador. Normalmente, se piensa que, para hablar bien, hay que utilizar palabras cultas y giros gramaticales complejos. No es así, cuanto más sencillo sea un discurso, mejor llegará a la audiencia. Lo que debe ser siempre es lingüísticamente correcto e igualmente, dotado de la entonación, el ritmo y el volumen adecuados a cada momento.

De hecho, los grandes maestros de la oratoria señalan que en ella participan tres tipos de lenguaje. En primer lugar, está lógicamente el lenguaje verbal, es decir las palabras que se usan. En segundo, el paraverbal, que comprende justamente la entonación, el volumen y el ritmo. Pero también otro elemento fundamental: las pausas y los silencios. Estos son tan importantes como lo que se dice y ayudan a remarcar algo relevante. Un silencio puede ser más elocuente que las palabras. Finalmente, está el lenguaje corporal, es decir, la forma en que se acompañan las palabras con los gestos, las miradas y el movimiento.

El discurso también es clave. Debe estar bien estructurado y, de vez en cuando, incluir algún efecto sorprendente para captar la atención del auditorio. Quienes escuchan, al cabo de un rato, pueden distraerse y, para evitarlo, está el efecto sorpresa. Este es uno de los trucos de que se vale la Oratoria, pero hay otros, como los que nos sigue enumerando Bell.

Trucos para una buena oratoria

Las personas que son buenas oradoras no se limitan a proporcionar datos y más datos a sus oyentes. Al contrario, se sirven de ejemplos comprensibles por estos para desarrollar su discurso y hacerlo más ameno. También es muy útil recurrir de vez en cuando a la improvisación. Es necesario tener su discurso bien preparado y seguirlo fielmente, pero también debe añadir algo natural de vez en cuando. De lo contrario, corre el riesgo de parecer acartonado. En este sentido, una pequeña anécdota o broma puede resultar muy útil.

También es un truco habitual comenzar mostrando al auditorio los pasos que van a seguir en su intervención. De este modo, quien escucha sabe por dónde va a ir el discurso, digamos que ya tiene un guion, y es más difícil que se pierda. En el mismo sentido, es importante que se expliquen los conceptos difíciles. El auditorio no tiene por qué ser experto en la materia tratada y, si no la entiende, se desentenderá de lo que escucha.

Es necesario cuidar la manera de hablar y evitar usar las muletillas, esas frases o palabras que se repiten continuamente y de forma innecesaria, interrumpen la continuidad del mensaje y no aportan ningún significado. Son expresiones del tipo “bueno”, “humm”, “a ver”, “me gustaría que”, etc. El uso de las mismas transmiten nerviosismo en el emisor e inseguridad, además de cansar al oyente. Para corregir este defecto es conveniente emplear frases cortas y llevar bien preparada la intervención para sentir seguridad, evitando las situaciones de elevado nerviosismo, ya que, es en estos casos, cuando más se utilizan.

Así mismo, el final es muy importante. Todo buen discurso debe terminar causando efecto en los oyentes. Las últimas palabras son las que más se recuerdan y, por tanto, influyen en la valoración de toda la charla o conferencia. Debemos enfatizar el inicio y el final de nuestra intervención dándole un ritmo más lento y cuidando en extremo la dicción.

El debate

Para el filósofo Albert Jacquard «El debate es el único antídoto contra la manipulación de la opinión» y en la presentación de la web de la Liga Española de Debate Universitario (LEDU), afirman que el debate fomenta el respeto a todas las ideas, la inteligencia emocional y la empatía; desarrolla el espíritu crítico ya que el debate nos ayuda a analizar los argumentos, la validez de un razonamiento la calidad de las evidencias y gracias al debate mejoramos nuestra comunicación oral, nuestra capacidad dialéctica y cómo transmitir nuestro mensaje.

Preparar un debate requiere recopilar argumentos, ¡cuántos más, mejor!. Buscar, acotar, filtrar, seleccionar, clasificar y ordenar información suficiente, variada y comprensible para construir un discurso sólido y atractivo, no se puede hacer de cualquier modo. Requiere un orden y unos pasos, que seguramente nosotros ya conozcamos, pero que no sobra volver a recordar.

Pasos a seguir en la búsqueda de información

Como también sabemos, existen una variedad de fuentes de información que podemos utilizar: libros de texto, diccionarios, revistas, Internet, etc. Es muy importante corroborar la información obtenida y debe recogerse información que apoye el punto de vista defendido y el punto de vista contrario. Este proceso también tiene sus pasos:

  • Tener clara cuál es la proposición sobre la que queremos debatir.
  • Buscar toda la información pertinente al tema, sin preocuparse aún de si es beneficiosa o perjudicial a la postura elegida.
  • Aclarar los objetivos en función del tipo de información que busquemos
  • Clasificar los documentos en orden de pertinencia y relevancia.
  • Comprobar si la información obtenida es fiable
  • Comprobar la autoría, para lo cual podemos mirar en la parte baja de la página de Inicio de la web donde se encuentra la información del copyright. El autor puede ser una organización una compañía o un webmaster. También podemos hacer clic en los enlaces “contacto” o “quiénes somos”. A partir de un email puedes conseguir el nombre de su autor poniendo la dirección en un buscador de internet.
  • Comprobar la filiación, si pertenece a alguna institución o si alguien controla la publicación.
  • Comprobar si está actualizada. Se puede verificar mirando en la parte inferior o superior de la página. Ahí aparece la fecha de la última actualización.
  • Comprobar cuál es el propósito de la página: informar, vender, persuadir, explicar.
  • Comprobar qué tipo de audiencia tiene.
  • Comprobar si es legible, es decir si es fácil navegar por ella, si los contenidos están bien estructurados, si es agradable visualmente.
  • Seleccionar los argumentos seleccionados, los que sean contrarios a nuestra postura servirán para preparar las refutaciones posibles.

El argumento

Una vez que tengamos preparada toda la información sobre la que se sustenta el debate, es necesario construir una estrategia argumentativa, para presentar un discurso consistente que consiga captar la atención de quien nos escucha, ganarnos su confianza y convencer de que nuestra proposición es “su” proposición. Solo sabiendo mucho más de cuanto podemos emplear generaremos la confianza necesaria en nosotros mismos; y esta confianza, junto al entusiasmo que transmitamos, será, según Carnagie, esencial para alcanzar el éxito. Como también lo serán los tres elementos clave para comunicar de manera eficaz que el profesor Lluís Pastor identifica y desarrolla en su última obra, El jefe habla (Locuta Rex): la claridad, la atracción y la persuasión (Pastor, 2016). El esqueleto de argumentos comienza a cobrar vida y ya estamos preparamos para verbalizar nuestras ideas —clara, atractiva y persuasivamente— e influenciar, convencer a los demás.

Todo el mundo puede lograrlo, aunque es verdad que a algunas personas les cuesta más que a otras. ¿Te he convencido?

Si yo no lo he conseguido, pero te interesa el tema, echa un vistazo a estos recursos, seguro que ellos sí que lo harán…

Felicidad Campal

Codirectora en BiblogTecarios Bibliotecaria que apuesta por el poder formativo, social, integrador e igualador de las bibliotecas. Eterna aprendiz y en fase beta en constante renovación. Coordiné desde su creación en el 2001 el Grupo de Trabajo de Alfabetización Informacional, hasta su reconversión en el 2017 en el Grupo de Trabajo “Banco de recursos ALFIN/AMI” del CCBiblio.

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