Pensar, sentir, necesitar… las bibliotecas

Renovarse o morir…

Esta paremia señala la saludable necesidad de realizar cambios, por lo general radicales, en el comportamiento, la imagen de uno, en el trabajo, en definitiva en el contexto profesional o personal. Se atribuye al filósofo y escritor Miguel de Unamuno la frase el progreso consiste en renovarse, que dio pie al pueblo para hacer suyo el refrán renovarse o morir. «Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo”, decía el “inadaptado” Albert Einstein.

¿Cuántos de nosotros llevamos ya más unos años en el mismo puesto de trabajo? ¿Cuántos de nosotros estamos asistiendo a una pérdida de usuarios y de préstamos, indicadores que durante muchos años han determinado la salud de nuestras bibliotecas? ¿Cuántos necesitan un cambio, tanto a nivel personal, como a nivel profesional?

Sin pretender ser negativa, ceniza o apocalíptica, la lectura de la sociedad actual (nosotros que somos tanto de leer…), nos sugiere, nos invita e incluso, nos exige un cambio en el planteamiento de nuestro trabajo y de nuestros servicios, no porque sea una moda, sino por una necesidad vital, es eso, es cambiar, es adaptarse a los cambios, es renovarse o morir o desaparecer, así de simple y a la vez, así de complicado y exigente.

Vivimos en una sociedad convulsa en la que los vaivenes económicos y sociales han puesto patas arriba lo establecido. Las bibliotecas no han sido ajenas a esta problemática y no son pocas las que han tenido que repensar sus servicios para sobrevivir al huracán. Con tanta sacudida, hay que centrar las formas de actuación para sortear las crisis de la forma más ventajosa. Pero, como siempre, es necesario reflexionar para planificar seriamente los cambios, que deben dirigirse a sentar las bases para un futuro crecimiento estable.

Es necesario por tanto, pensar (y a largo plazo, no solamente en el corto plazo), repensar seguramente sea la palabra adecuada, reimaginar las biblioteacas, como nos propone la FGSR, que trabaja en la re-imaginación de la biblioteca con bibliotecarios, otros profesionales y lectores desarrollando diversos trabajos que están integrados en la línea de actividad dirigida a conocer del modo las nuevas necesidades de los ciudadanos respecto a las bibliotecas.

Tanto los propios bibliotecarios, como obviamente los usuarios de las bibliotecas, podemos y debemos sentirlas como propias para necesitarlas. Solo así, entre todos, podemos reubicar el servicio público, biblioteca, sobre el que últimamente se ciernen tantas dudas. Cada uno de estos tres aspectos implica otros, como si del hilo de Dédalo se tratara… Y eso es lo que voy a intentar mostrar en esta triple entrega titulada “Pensar, sentir, necesitar las bibliotecas”, que empieza hoy pensando…

Pensemos las bibliotecas…

Empecemos (como deberíamos hacer siempre) por pensar. En este contexto surgen dos conceptos, que son el “designthinking” y el pensamiento crítico.

Designthinking

La página del “designthinking ” en España lo define como una “una metodología para generar ideas innovadoras que centra su eficacia en entender y dar solución a las necesidades reales de los usuarios. Proviene de la forma en la que trabajan los diseñadores de producto. Palabras “diseño” y “pensamiento”, de ahí su nombre, que en español se traduce de forma literal como «Pensamiento de Diseño», aunque una traducción menos literal pero más adaptada a la realidad es «La forma en la que piensan los diseñadores». Se empezó a desarrollar de forma teórica en la Universidad de Stanford en California (EEUU) a partir de los años 70, y su primera aplicabilidad con fines lucrativos como «DesignThinking» la llevó a cabo la consultoría de diseño IDEO, siendo hoy en día su principal precursora.

Realmente sería una pena quedarnos con la traducción literal del término, “Pensamiento de diseño”, carente de todo glamour, por cierto, ya que designthinking es mucho más que la manera de pensar de un diseñador. El término «designthinking» lo popularizó Tim Brown. Pero para ver si tratamos de encontrar una explicación, la primera pregunta que se nos ocurre es: “y…¿cómo piensa un diseñador?”. Imaginemos que para nuestra empresa necesitamos encargar a un diseñador que desarrolle un nuevo concepto de bolígrafo. Según el pensamiento de diseño o designthinking, deberíamos pensar más allá de que el objeto cumpla su función de escritura.

Un buen diseñador pensaría en su apariencia física, su ergonomía, su color, su peso, cómo podemos guardarlo… en resumen un montón de variables que implican mucho más que el mero hecho de que el bolígrafo pinte correctamente. Tim Brown pone el ejemplo de Edison, que se hizo famoso entre otras cosas por inventar la bombilla. Pero lo realmente importante, es que fue capaz de desarrollar el transporte de electricidad desde el lugar de producción hasta el lugar donde se debía encender la bombilla. El invento aislado de la bombilla no vale nada, si no existiera toda la red de transporte de electricidad. Por tanto ese es el verdadero designthinking, el que abarca todo el problema  con una visión global.

La mayoría de los autores y profesionales describen un proceso que abarca entre 3 y 7 pasos, que generalmente son: comprender, observar, definir, idear, prototipar, testar e implementar.

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Aunque para Alfonso Prim pueden resumirse en tres: Inicialmente, nos damos cuenta de que hay una oportunidad, es la primera fase. La segunda es materializar esa oportunidad. Esta segunda fase se divide a su vez en otras dos: idear y prototipar:

Empatizar

El primer paso en todo proceso de diseño, al igual que en todo proceso emprendedor, es conocer al cliente, al usuario, empatizar con él. Sin duda es un proceso que lleva su tiempo, pero nos permite conocer que problemas tiene ese segmento de mercado y descubrir que motivaciones tiene, que objetivos, que acciones realiza y sobre todo qué problemas tiene. Empatizar y definir los problemas son los objetivos de esta fase.

Idear

Una vez conocemos a los clientes, y hemos hecho nuestros, sus problemas, lo que llamamos empatizar con ellos, el siguiente paso es idear soluciones. Para ello, a través de técnicas de creatividad y gamestorming, desarrollamos las mejores soluciones para el problema que queremos solucionar.

Prototipar

Como las ideas en nuestra cabeza no valen nada, las técnicas de prototipado permiten convertirlas en realidad. El objetivo es compartir nuestras ideas, hacerlas tangibles con el resto del equipo, comprobar si lo que hemos pensado es útil, si el resto de personas entienden nuestra solución y sobre todo si lo que hemos pensado soluciona los problemas para los que se ha ideado. Prototipar nos permite testar, reformular, iterar y aprender. Aprender rápido nos facilita evolucionar nuestros diseños hasta conseguir lo que realmente desea el mercado, a la máxima velocidad, minimizando recursos y sobre todo riesgos.

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Ferran Burguillos en su post “DesignThinkingforLibraries: piensa el futuro de la biblioteca como lo haría un diseñador”, nos recuerda que no estamos solos en esta acometida. Las bibliotecas públicas de Chicago, en EEUU, y las de Aarhus, en Dinamarca, en 2013 comenzaron a trabajar conjuntamente con la organización IDEO.org en un proyecto patrocinado por la iniciativa Global Libraries de la Bill & Melinda Gates Foundation, en el que acabaron implicándose más de cuarenta bibliotecas de diez países de todo el mundo.

dtkitEl resultado fue el DesignThinkingforLibraries, una especie de «caja o juego de herramientas», de recopilación de documentos prácticos, dirigido a los profesionales y responsables del servicio de biblioteca, que tiene el objetivo de explicar e implementar los procesos de investigación en el ámbito del diseño para encontrar las mejores soluciones que se adapten a las necesidades cambiantes de los usuarios. La metodología, de acuerdo con las experiencias que se muestran los diferentes documentos, permiten que el equipo de trabajo de la biblioteca cree un cambio rápido, al servicio de los usuarios, de manera efectiva, rápida y con pocos recursos. Los casos prácticos van desde la creación de un nuevo espacio de juego en el área infantil de una biblioteca pública, a la reorientación del perfil de los bibliotecarios centrándolo en las necesidades del público joven, o en la creación de contenidos pedagógicos digitales con el profesorado, como alternativa a la adquisición de manuales universitarios en una biblioteca de investigación.

Innovación, apertura, colaboración, cooperación, creatividad, empatía, flexibilidad, ahorro de costes, visiones compartidas y sobretodo, que los usuarios sean el centro del proceso, son algunas de las características del DT, no exentas de dificultades, riesgos o peligros como centrarse demasiado en las necesidades de un pequeño grupo de usuarios generando una solución que no satisfaga colectivamente, o la necesidad de asignar tareas muy específicas y de gestionar el tiempo con el objetivo de conducir el proceso a buen término.

En Lectura Lab, el laboratorio de la lectura de la FGSR, podemos leer que según sus creadores, DesignThinking «es un prototipo de trabajo –la primera versión de ojalá otras muchas». La idea es invitar a los bibliotecarios a contribuir con retroalimentación e historias de su propia experiencia que pueden enviar a hello@designthinkingforlibraries.com. Están convencidos de que sus historias podrán inspirar a otros a cambiar las bibliotecas para mejor.

En opinión de los responsables de IDEO, en muchas comunidades de todo el mundo, las bibliotecas públicas siguen siendo el único lugar donde cualquier persona, independientemente de su nivel educativo o habilidades, puede tener acceso a la información.Sin embargo, son conscientes de que aun siendo vitales, muchas de ellas permanecen subutilizadas y poco extendidas, con presupuestos y recursos limitados. «Los desafíos que afrontan los bibliotecarios son reales, complejos y variados» –sostiene IDEO– y por esa razón y teniendo en cuenta la rápida evolución del panorama de la información, las bibliotecas «necesitan nuevas respuestas, lo que requiere nuevas perspectivas, nuevas herramientas y nuevos enfoques».

Desde el punto de vista práctico Carmen Rodríguez García, en su post “Designthinking’ para bibliotecas: piensa como un diseñador”, nos ofrece algunos ejemplos de a qué han aplicado las bibliotecas participantes esta metodología pueden ayudar a hacernos una idea de su utilidad:

  • Han creado nuevos espacios para promover el juego como parte central del aprendizaje de niños y niñas;
  • han involucrado a los adolescentes en actividades de creación e innovación que han generado un mayor vínculo con la biblioteca;
  • han creado nuevos programas para facilitar el aprendizaje entre usuarios sobre uso de medios digitales;
  • y han probado nuevos diseños de mostrador de información a los usuarios y el tipo de servicios que ofrecen los bibliotecarios.

Y las bibliotecas públicas de Medellín lo han utilizado para resolver problemas concretos que habían detectado:

  • Gestión de los insumos tecnológicos
  • Sostenibilidad financiera de las bibliotecas públicas
  • Infrautilización de las bibliotecas públicas como interfaces para potencial el factor red y el empoderamiento ciudadano.
  • Una planificación estratégica en períodos muy largos de tiempo. Dificultad de capacidad de cambio y ensayo-error.
  • Escasa producción y distribución de memoria digital local.

Creado específicamente para una nueva configuración de biblioteca, el designthinking, nos permite encontrar soluciones a los retos cotidianos dentro de la biblioteca, centrándose en la gente, en los usuarios que visitan su biblioteca y nos ayudará a visualizar nuevos productos, servicios, espacios y experiencias en la biblioteca.

Como resumen de este punto e introducción del siguiente: el designthinking ayuda a desarrollar habilidades como el pensamiento crítico, la resolución de problemas y la colaboración; el aprendizaje social y el emocional. También el designthinking tiene mucho que ver con la empatía, ya que la empatía es la base para desarrollar todo el proceso creativo. Si no empatizas con tu cliente o usuario, jamás vas a poder idear y diseñar la solución que requieren. Una cosa es tener una idea de lo que tu crees que necesitan y otra cosa totalmente distinta es entender lo que ellos realmente necesitan.

Pensamiento crítico, ciudadanos participativos

Ya lo dijo Ortega y Gasset: “Siempre que enseñes, enseña a la vez a dudar de lo que enseñas”. El pensamiento crítico nos permite razonar correctamente, tomar decisiones informadas y autónomas y resolver problemas complejos en un mundo cambiante. Es una habilidad fundamental para una ciudadanía competente, libre, crítica, participativa y responsable.

Wikipedia lo define como “un proceso que se propone analizar, entender o evaluar la manera en la que se organizan los conocimientos que pretenden interpretar y representar el mundo, en particular las opiniones o afirmaciones que en la vida cotidiana suelen aceptarse como verdaderas”.

Richard Paul y Dra. Linda Elder en “La mini-guía para el pensamiento crítico: conceptos y herramientas” definen el pensamiento crítico como “ese modo de pensar – sobre cualquier tema, contenido o problema – en el cual el pensante mejora la calidad de su pensamiento al apoderarse de las estructuras inherentes del acto de pensar y al someterlas a estándares intelectuales”. El resultado es que un pensador crítico y ejercitado:

  • Formula problemas y preguntas vitales, con claridad y precisión.
  • Acumula y evalúa información relevante y usa ideas abstractas para interpretar esa información efectivamente.
  • Llega a conclusiones y soluciones, probándolas con criterios y estándares relevantes.
  • Piensa con una mente abierta dentro de los sistemas alternos de pensamiento; reconoce y evalúa, según es necesario, los supuestos, implicaciones y consecuencias prácticas y
  • Al idear soluciones a problemas complejos, se comunica efectivamente

Para Liliana García, “el pensamiento crítico es un tipo de pensamiento que podríamos llamar de alto nivel, que involucra a otras habilidades (deducción, análisis, categorización, emisión de juicios), de tal forma que trabajar con este objeto de aprendizaje se posibilita el reconocimiento de supuestos y valores, que dado ciertos, argumentos y evidencias con ciertos criterios le permiten a los individuos valorar razonadamente un hecho para de esta forma asuma una decisión en torno a lo que podremos aceptar y/o creer de una información”.

Y es precisamente en el ámbito relacionado con la información al que me refiero ya que la era de la información y el conocimiento nos exige un doble desafío. En primer lugar, la mayoría de los trabajos —y cada vez más— implican rendir cuentas, entender y procesar información. En segundo lugar, la mayoría de las actividades relacionadas con las comunicaciones y la información se han trasladado a Internet, en donde la confiabilidad de la información se vuelve incierta. No se trata de cuestionar toda la información que recibimos a diario, se trata de ser crítico con aquella que es relevante para cada uno de nosotros cuando nos formamos un criterio sobre un tema.

El muy breve resumen de Julio Alonso en Universo abierto del estudio: «Evaluating information: the cornerstone of civic online reasoning» (2016), de que los estudiantes son incapaces de reconocer cuando una noticia es falsa o verdadera, es tan triste como esclarecedor. Entre los resultados reales más destacados están los siguientes:

  • Un 82% de los estudiantes son incapaces de distinguir entre un contenido patrocinado y una noticia verdadera en una página web.
  • La mayoría de los estudiantes dan más credibilidad a una noticia por contener una fotografía que por la fiabilidad de la fuente que la proporciona.
  • Para un 88% de los estudiantes la principal fuente de información es Facebook y otras redes sociales.

Y este vídeo podría ser mentira: Cuando las noticias falsas se cuelan en las redes, comprueba tus fuentes (fiabilidad, honestidad, intereses, veracidad, exactitud, sesgos, identidad, actualidad…).

Para ello  Richard Paul y Dra. Linda Elder nos proponen algunas preguntas que usan los elementos del pensamiento en un trabajo, una actividad o una lectura:

  • Propósito: ¿Qué trato de lograr? ¿Cuál es mi meta central? ¿Cuál es mi propósito?
  • Información: ¿Qué información estoy usando para llegar a esa conclusión? ¿Qué experiencias he tenido para apoyar esta afirmación? ¿Qué información necesito para resolver esa pregunta?
  • Inferencias/Conclusiones: ¿Cómo llegué a esta conclusión? ¿Habrá otra forma de interpretar esta información? Conceptos ¿Cuál es la idea central? ¿Puedo explicar esta idea?
  • Supuestos: ¿Qué estoy dando por sentado? ¿Qué suposiciones me llevan a esta conclusión?
  • Implicaciones/Consecuencias: Si alguien aceptara mi posición, ¿Cuáles serían las implicaciones? ¿Qué estoy insinuando?
  • Puntos de vista: ¿Desde qué punto de vista estoy acercándome a este asunto? ¿Habrá otro punto de vista que deba considerar?
  • Preguntas: ¿Qué pregunta estoy formulando? ¿Qué pregunta estoy respondiendo?

Para Carlos Guardiola las habilidades del pensamiento crítico son 6+1:

  1. La habilidad de Interpretar: Qué acaba de decir? ¿Por qué lo ha dicho? ¿Por qué ahora? ¿Qué sentido tiene? ¿Qué ha pasado?
  2. La habilidad de Analizar: ¿Por qué dice/ cree eso? ¿A qué se refiere? ¿En qué se basa? ¿Por qué supone que es así?
  3. La habilidad de Evaluar: ¿Es un hecho, o una suposición? ¿Cómo lo sabe? ¿Cree lo que dice? ¿Por qué crees lo que dice una persona? ¿Estás seguro? ¿Y él?
  4. La habilidad de Inferir: Qué pasaría si esto no fuese cierto? ¿Cambiaría la forma de entenderlo? ¿Es necesaria más información para extraer conclusiones? ¿Puede extraerse un patrón de la información disponible? ¿Hay alternativas sin explorar? ¿Qué implicaciones se derivan de esta evidencia?
  5. La habilidad de Explicar: ¿Sabrías explicar el proceso de análisis? ¿Cuáles han sido los principales resultados del análisis? ¿Cómo se ha llegado a la conclusión? ¿Por qué esa es la mejor alternativa?
  6. Autocontrol: ¿Somos objetivos? ¿Tenemos prejuicios?
  7. 6+1. La habilidad de Comunicarse

pensamiento_criticoAsí pues para @elesapiens, en su post «Pensamiento crítico: educando ciudadanos competentes«, educar en el pensamiento crítico implica:

  • Reflexión: Debemos preguntarnos a nosotros mismos sobre la información que recibimos.
  • Análisis, utilizando nuestro propio conocimiento y otros datos evaluamos la información y los argumentos que afianzan o cuestionan la idea.
  • Adquisición de información, contrastando y recabando datos de otras fuentes que en muchos casos nos permitirá reafirmar o rechazar la información analizada.
  • Creatividad, estimulada por la necesidad de asociar ideas y conocimiento con la finalidad de construir argumentos.
  • Estructuración de argumentos con la suficiente solidez para soportar el criterio que hemos construido.
  • Decisión, tomar decisiones sobre nuestro propio criterio.
  • Compromiso, con su propia opinión y argumentos.
  • Debate, la capacidad de exponer y defender nuestro criterio final y contrastarlo con otros criterios que pueden ser tan válidos como el nuestro.

En el mundo de las bibliotecas hemos empezado a hablar de pensamiento crítico con la puesta de relieve de los programas de Alfabetización Informacional (ALFIN). La definición canónica de que es ALFIN dice que La alfabetización informacional consiste en adquirir la capacidad de saber cuándo y por qué necesitas información, dónde encontrarla, y cómo evaluarla, utilizarla y comunicarla de manera ética para el fomento de la autonomía del individuo y el desarrollo de su CAPACIDAD CRÍTICA en una sociedad compleja, necesitada de implicación y participación democrática.

Pero eso ya es otra historia y antes de que se me caliente el teclado y siga escribiendo, lo vamos a dejar aquí, de momento. Amenazo con volver a robaros tiempo en las otras dos entregas que quedan de este post. Porque nuestro cerebro es, sin duda, el trono desde donde gobernamos nuestro destino porque la mente no sólo piensa, sino que también siente y necesita (bibliotecas). Hasta la siguiente…

 

Felicidad Campal

Codirectora en BiblogTecarios Bibliotecaria que apuesta por el poder formativo, social, integrador e igualador de las bibliotecas. Eterna aprendiz y en fase beta en constante renovación. Coordiné desde su creación en el 2001 el Grupo de Trabajo de Alfabetización Informacional, hasta su reconversión en el 2017 en el Grupo de Trabajo “Banco de recursos ALFIN/AMI” del CCBiblio.

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