Antes de empezar, quisiera hacer una pequeña aclaración y es que somos conscientes que hoy en día muchas bibliotecas no son templos de silencio (y está bien también que así sea), pero me he permido la licencia poética de llamarlas así para dar mayor énfasis al sentido del post. Sepan disculpar, que diría el compañero Yordi 😉
El post de hoy es un pequeño divertimento, un poco de humor para cargar las famosas pilas de septiembre: una pequeña enumeración de algunos ruidos que nos acompañan en nuestro día a día laboral y que a veces pasan desapercibidos, o bien, hemos mimetizado tanto con ellos que ni les prestamos atención (incluso algunos que están a punto de caer en el olvido).
No hablo, por ejemplo, de la música que suena antes de cerrar las puertas en algunas bibliotecas, sino de cosas más concretas. Vamos a poner algunos ejemplos y seguro que a vosotros se os ocurren más:
- El pitido de los lectores de códigos de barras (“bip”): Desde la imparable conquista por parte de la radiofrecuencia, hay algunos sonidos que empiezan a sonar ya lejanos, pero los lectores de códigos de barras resisten aún en nuestras mesas, conectados a nuestros ordenadores (y qué fastidio cuando dejan de funcionar, ¿verdad?).
- Si hay un ruido muy característico y que sí que ya va en vías de extinción es el extraño ruido que hacen las máquinas desmagnetizadoras. Ese extraño “chuunk” (no sé cómo transcribirlo, la verdad sea dicha) que permite que el libro esté seguro en su estantería. ¿Cómo definir ese ruido?
- ¿Y qué me decís del típico “clenc” o “chek” de los sellos al estamparse? La fecha de devolución que tatúa el marcapáginas, el sello de la biblioteca para marcar los libros… clenc clenc clenc.
- El trotar medio silencioso-medio ruidoso de algunos carros de libros. Más aún si tienen alguna rueda abollada, que haberlos haylos… trac, trac, trac.
- Uno que seguro que identificáis solo con leer estas palabras es el ruido que hace un libro al caer dentro de un buzón de devoluciones 24 h. Esa caída que podría ser al vacío pero que sabemos que no, que caerá de forma amortiguada con más o menos gracia y que nos ayuda, además, a saber si el carro está ya medio lleno… o medio vacío.
- Vayamos con uno que no sé cómo definir porque me falta vocabulario: ¿cómo se llama ese expositor de novedades que hay en muchas bibliotecas y que da vueltas con un ÑIC ÑIC ÑIC característico? ¿Pirulí sirve? Siempre hace ruido cuando lo giras un poco para ver la totalidad de los libros expuestos.
- Pero lo mejor es cuando pitan las alarmas, no nos engañemos. Ese PI PI PI PI que hace que el usuario se asuste, nosotros nos asustemos y los libros se asusten. Y todos los presentes miren hacia allí, claro está. xD
Luego vienen todos los otros ruidos generados de forma directa o indirecta por nuestros queridos usuarios: sillas arrastrándose (aunque algunas sillas o suelos ya no provocan tanto ruido, cierto), libros infantiles con algún ruidito o musiquita, ese usuario resfriado que estornuda en medio del silencio y nos asusta a todos de golpe, el que vino a leer el periódico y se durmió regalándonos ronquidos, los que se ponen los cascos para escuchar música y sin darse cuenta nos tararean la canción, el que se olvida del modo silencio en el móvil… y, que no se nos olvide, esos SHHHH a la lejanía que pretenden mantener el orden en el reino.
Y seguro que hay muchos más, ¿eh? 😉 Y bienvenidos sean (casi) todos.