El camino inverso: de los bytes al papel

En la actualidad, las ultra famosas, conocidas y renombradas TIC´s (tecnologías de información y comunicaciones) parecerían estar idealmente desarrolladas para apuntalar el proceso de digitalización de la información producida; ya sea la anteriormente elaborada a través de otros medios, o aquella (que hoy se podría inferir es la mayoría) creada directamente en forma electrónica.

Las sucesivas “batallas” declaradas (porque a mi entender para la “guerra” definitiva faltan todavía unos cuantos años), entre el papel y los bytes parece ser a estas alturas un lugar común, donde los defensores a ultranza de ambos bandos sientan postura y manifiestan sus creencias.

La digitalización ya no es una promesa, sino una realidad que avanza a grandes pasos (aunque todavía se mantiene el interrogante de saber, si alguna vez se podrá contar con todos los documentos producidos por el hombre en su historia en formato electrónico; y lo que es más importante, clasificado y catalogado correctamente para su recuperación). Este proceso actualmente no solo es realizado por grandes empresas con ambiciones comerciales u organizaciones con fines de preservación y difusión (museos, bibliotecas, etc.) sino que cada vez más los particulares pueden acceder a dispositivos para digitalizar información cada vez más eficientes.

Libros vs. e-books es el clásico enfrentamiento, a través de la construcción de un escenario a futuro que plantea de forma bastante extrema la incompatibilidad en la coexistencia y la supuesta hegemonía de uno de ellos. ¿No sería más interesante plantear, en vez de una guerra sin sentido, una convivencia conveniente como la que se está desarrollando actualmente y profundizar en ese sentido?

Algunos documentos pueden continuar su impresión en papel (novelas, cuentos, poesías, ensayos, biografías libros de fotografías e imágenes, de diseño, colecciones especiales, antologías, etc. quizás los más visuales o aquellos de lectura para el ocio y el entretenimiento) Otros afianzarse exclusivamente en el ámbito digital con los beneficios de inclusión de multimedia y las posibilidades de actualización dinámica (textos académicos, noticias, guías y manuales, libros de referencias como diccionarios y enciclopedias, etc.) con versiones adaptadas para leer en monitores o en dispositivos más apropiados (notebooks, netbooks, lectores de e-books, palms, tablets, etc.)

Creo que este planteo es interesante para analizar y considerar; aunque seguramente a futuro las cosas sucederán de acuerdo a las necesidades de los usuarios y a las adaptaciones de las organizaciones, de las empresas y de la industria editorial a esas demandas. El desafío esta instalado y estamos inmersos en tiempos de cambios dinámicos y complejos, pero que se van a desarrollar de forma paulatina. En tiempos de Gutenberg, calculo que la aparición de la impresa habrá causado un fenómeno similar. El interrogante de lo que se viene, de lo que nos depara el futuro es sumamente interesante y emocionante. Por suerte se empiezan a vislumbrar iniciativas como las del Ministerio de Cultura de España, que proveyó a 15 bibliotecas de 50 dispositivos lectores de ebooks para préstamos que empiezan a marcar tendencia.

En general, se cree que las nuevas tecnologías van a reemplazar necesariamente a las anteriores. El soporte libro tuvo sus antecesores en piedra, madera, arcilla, caparazones y pieles de animales; hasta llegar a las fibras vegetales, que con el tiempo y la el desarrollo del formato se transformaron en ese objeto tan preciado para el hombre. La evolución de los soportes de lectura y escritura es una realidad histórica y quizás, nos guste o no, en algún futuro (esperemos que bastante lejano), esta profecía se cumpla y el libro en formato papel sea superado por el libro electrónico.

Sin embargo, todavía creo que como todo proceso de cambio profundo, va a desarrollarse de forma gradual y muy progresiva. No creo ciertas esas frases determinantes del estilo: “en el año 2020 se sentencia la muerte de los libros”.

Falta mucho por hacer y mejorar; y además los números dictaminan que actualmente se imprimen más libros que nunca (aunque para ser sinceros no siempre se acompaña la calidad y lo que verdaderamente suma, es necesario o interesante en tanta variedad). El escritor y filósofo español, José Ortega y Gasset escribió al respecto hace tiempo: “Hay aquí, pues, un drama: el libro es imprescindible en estas alturas de la historia, pero el libro está en peligro porque se ha vuelto un peligro para el hombre” y continuaba exponiendo:

La sobra y el defecto de libros proceden de lo mismo: que la producción se efectúa sin régimen, abandonada casi totalmente a su espontáneo azar. ¿Es demasiado utópico imaginar que en un futuro nada lejano será vuestra profesión encargada por la sociedad de regular la producción del libro, a fin de evitar que se publiquen los innecesarios y que, en cambio, no falten los que el sistema de problemas vivos en cada época reclaman?

A su vez, el escritor Alberto Manguel expresa en su libro Una historia de la lectura una interesante reflexión sobre la forma en que leemos:

La tecnología electrónica es superficial y, como dice la publicidad para un powerbook,“más veloz que el pensamiento”, permitiéndonos el acceso a una infinitud de datos sin exigirnos ni memoria propia ni entendimiento; la lectura tradicional es lenta, profunda, individual, exige reflexión. La electrónica es altamente eficaz para cierta búsqueda de información (proceso que con torpeza también llamamos lectura) y para ciertas formas de correspondencia y conversación no así para recorrer una obra literaria, actividad que requiere su propio tiempo y espacio. Entre las dos lecturas no hay rivalidad porque sus campos de acción son diferentes. En un mundo ideal, ordenador y libro comparten mesas de trabajo

Actualmente, es habitual que la mayoría de las personas entiendan que los bytes (esos unos y ceros electrónicos que conforman la información digitalizada) sean los enemigos acérrimos del papel (aunque no se tiene en cuenta que con la introducción del fax, de las impresoras y fotocopiadoras en las oficinas y en los hogares en la actualidad se generan incontables documentos impresos).

Tampoco se considera, que se pueden aprovechar las nuevas tecnologías y las ventajas que ofrecen para desarrollar proyectos interesantes, como por ejemplo Bookcrossing (un club de libros, un grupo de lectura o una biblioteca mundial ambulante presente en 132 países, cuyo objetivo es liberar a la literatura y a los libros de forma gratuita para permitir el intercambio y el acceso y así como proclaman: “convertir el mundo entero en una biblioteca”). Ni hablar de la innumerable cantidad de sitios webs y blogs dedicados a la literatura en todos sus géneros y expresiones, revistas, librerías virtua y hasta clubes de lectura virtuales (por ejemplo #1libro en Twitter) y por supuesto los OPAC (online public access catalog).

De esta manera se empieza a vislumbrar, que el camino inverso es posible, y en esta ocasión quiero compartir algunos claros ejemplos donde estos antagonistas hacen una tregua, y así, se posibilita la conversión de las ilegibles e interminables cadenas de octetos de bits en documentos más tradicionales, amigables y habituales para los seres humanos.

NanoedicionesNanoediciones es un proyecto de Iulius, abierto a la colaboración de diferentes autores que “pretende la mínima expresión editorial. Textos minúsculos listos para imprimir en un único DINA4 y con instrucciones de plegado para darle forma de diminuto nanovolumen.” Con un catálogo de obras (clasificadas en “micropoesía” y “micronarrativa” y en otras colecciones especiales), instrucciones para la impresión, armado de los libros y algunos puntos de distribución. Otra versión que presenta “números fotográficos, poéticos, musicales, y todo lo que se nos ocurra” se presenta con los tentadores “dobladillos de canela y tinta china”.

Dentro de la inmensa cantidad de revistas en línea (algunas nacientes en versiones exclusivas para dispositivos electrónicos, aunque muchas en formato .pdf, con la posibilidad de ser impresas) voy a mencionar a dos de ellas en las cuales la promoción, distribución y la participación de los lectores es clave en el mundo digital, pero donde su verdadero impacto se mantiene en su edición en el tradicional formato papel.

OblogoOblogo es una revista quincenal de distribución gratuita en Argentina (en formato papel y electrónica) inspirada en “The printed blog”, donde se seleccionan y publican diferentes post de bloggers (cuentos, reflexiones, crónicas, ilustraciones, etc.) y en tweets generados a través de su juego participativo “Otuito”. Con mucha participación de los lectores que generan frases de tapa y de cierre, comentarios en Facebook e inclusive diseñan las tapas; y la inclusión de una ONG (organización no gubernamental) para difundir sus propuestas.

Orsai

La revista Orsai (a estas alturas casi un mito), editada por  Hernán Casciari y Chiri Basilis, que se promocionó desde el blog del escritor, imprimió 10.080 ejemplares a pedido de su primer número con un sistema de distribución directo a librerías interesadas y/o lectores en packs de 10 revistas. Publicación trimestral, sin publicidad y de 208 páginas, en papel y diseño de alta calidad, se convirtió en un fenómeno que explotó en la web (chequear en blogs, webs y en Twitter #revistaOrsai y #Orsai)

Otro ejemplo, en el ámbito de la edición “on-line” es Bubok, una de las editoriales españolas líderes en autopublicación de libros (que ya se está instalando en Latinoamérica en Argentina, México y Brasil); y que se desarrolla bajo el concepto de “impresión bajo demanda”. A través de su plataforma, los usuarios pueden publicar sus libros de forma gratuita y los mismos pueden estar disponibles en versión electrónica o para ser impresos exclusivamente según los pedidos que se realicen. Más allá del beneficio ecológico de evitar una tirada mínima que pueda resultar exagerada; se favorece la difusión de escritores noveles y se eliminan problemas como los libros descatalogados.

De forma más evidente, nos encontramos con el traspaso de blogs al formato libro, ya sea de escritores muy reconocidos, como por ejemplo en El cuaderno (2009) y El último cuaderno (2011) que reúnen los textos del blog de José Saramago o muchos otros de autores noveles (hasta hubo por ahí, un par de ediciones de un premio para “blookers”: “Un libro impreso basado en un blog o web, una nueva etapa en el ciclo vital del contenido, si no una nueva categoría de contenido y un nuevo amanecer para el libro mismo».)

Con los ejemplos precedentes, solo intente ilustrar la existencia de algunas situaciones donde los bytes y el papel no se llevan tan mal. Inclusive demostrar, en un paso más allá; que de forma totalmente opuesta a la que se cree predominante en la actualidad, también algunos documentos que son creados, desarrollados y publicados en formatos digitales, pueden terminar siendo fijados con tinta en pulpa de celulosa.

Para concluir, reafirmo mi sentencia, y digo no a una guerra sin sentido entre los libros, revistas y documentos impresos en papel contra e-books y documentos digitales; y si a una convivencia conveniente. Si quieren profundizar mis ideas comparto algo que escribí al respecto “Papel versus bytes”, que a partir de su versión electrónica pueden imprimir para facilitar su lectura;  y de esta forma realizar el camino inverso: de los bytes al papel.

Bibliografía

Manguel, Alberto. Una historia de la lectura. Bogotá, Norma: 1999

Ortega y Gasset, José. El libro de las misiones. Madrid, Espasa-Calpe: 1965

Diego Ariel Vega

Lic. en Sistemas de Información de las Organizaciones y Técnico Superior en Bibliotecología. Lector voraz y aficionado al cine, la literatura, el teatro, la fotografía, la música en sus más diversas expresiones y todas las manifestaciones del arte en general. Primer dan (cinturón negro) de aikido (el arte de la paz), ecologista de corazón, runner, amante de los viajes, la vida al aire libre, camping, trekking y montañismo, kayak y mountain bike...entre otras cosas

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