“Lo más importante de todo lo que esta controversia pone de manifiesto es que los libros del mundo se van a digitalizar, y que es probable que el proceso se produzca rápidamente. […] Tanto si Google acaba siendo el único propietario de lo que Darnton llama <<la biblioteca más grande del mundo>> como si no, dicha biblioteca va a crearse; y sus volúmenes digitales, alimentándose a través de la Red de todas las bibliotecas en la Tierra, suplantarán con el tiempo muchos de los libros físicos almacenados en estantes.”
Fascinado estoy con la lectura del libro Superficiales de Nicholas Carr que ya comentó Jonathan en Biblogtecarios hace unos meses, y que desvela y aclara lo que muchos estábamos sintiendo sin llegar a ponerle sustantivos, verbos y adjetivos. Me parece una lectura imprescindible para todos lo lectores de blogs como este.
La tésis principal del autor, avalada por múltiples estudios y experimentos, es que el uso continuado de Internet, con todos sus vínculos y su hipermedia, está haciendo que nuestras mentes se modifiquen para optimizar los análisis rápidos y superficiales de todo lo que nos rodea, pero menoscabando nuestra capacidad de razonamiento profundo. Dicho más rápido: si usas mucho Internet, acabarás teniendo dificultades para pensar detenidamente.
El autor comenta en algunas partes del estudio el papel(ón) que tienen las bibliotecas en esta sociedad interneteada, y dedica el capítulo 6 íntegramente al objeto libro.
Expone que la lectura lineal es mucho más eficaz para adquirir conocimiento que los contenidos multimedia con hipervínculos a tutiplén. Pero a pesar de todo, el libro, tal y cómo lo conocemos hoy, aunque no va a desaparecer, sí quedará relegado al uso de una cuadrilla de carcamales nostálgicos. Algo así como los que hoy en día siguen eligiendo el vinilo para escuchar su música.
El libro ya se está digitalizando de la mano de Google y de otras compañías. El libro-códice está dando paso al libro-electrónico. ¿Y qué hacer ante esto? ¿Nos oponemos a que se digitalicen nuestros fondos? ¿Nos negamos a ofertar a nuestros usuarios una colección digital? ¿Nos encadenamos en la entrada de la biblioteca en favor papel impreso? ¿Hasta cuándo? ¿A qué precio?
Una persona sola no puede detener un tsunami. Pero puede prepararse para que no se la lleve por delante.
Unos cuantos bibliotecarios no podemos detener el avance de las bibliotecas digitales, pero podemos aprender cómo utilizarlas para algunos de nuestros fines.
Porque ¿cuáles son nuestros fines? ¿Acceso a la información? ¿Al conocimiento? ¿A la lectura pausada y al razonamiento profundo? ¿Al dato? ¿Al ocio? ¿A todo a la vez? Seguramente a todo esto. Aunque no a la vez, claro.
Seguramente los contenidos digitales inundarán nuestras bibliotecas y tendremos que aprender a utilizarlos para algunos de estos fines. Pero, sin olvidar aquellos para los que la información digital, hiperconectada y multimedia, no sea la mejor opción. Seguramente se invierta la proporción actual y acabemos trabajando en edificios donde el Salón Central de Infoacceso, una inmensa sala llena de terminales de ordenador, será el corazón de la biblioteca. Y al fondo, en un rincón poco iluminado, habrá una pequeña puerta que dará acceso a la Salita de Lectura en Papel. Allí se realizará el pensamiento profundo.
Como decía, no podemos evitar que las bibliotecas digitales inunden el futuro, pero creo que cuando llegue el momento, debemos luchar por reservar un espacio para la lectura reposada sobre soportes fijos. Un tipo de lectura imprescindible para el pensamiento creativo, que es el que hace avanzar las sociedades.
Al fin y al cabo, uno de nuestros fines también es educar, ¿no?