Una mañana de frío y nieve apareció, en un caja de cartón, un pequeño gatito negro. Estaba muy delgado y despeluchado. Suerte que lo encontraron y, en esa misma caja, lo llevaron hasta un refugio de animales.
Los veterinarios no le auguraban un final feliz y, para que no sufriera mucho, lo dejaron solo en una habitación al calor de una manta.
La sorpresa llegó tres meses después. Rady, que así bautizaron al pequeño gato, estaba «vivito y coleando».
Desde entonces, disfrutaba de lo que sucedía en la calle a través de las ventanas del refugio. Desde allí, además de echar algún que otro sueño bajo los rayos del sol, un día pudo ver como llegaba otro animal al recinto. La curiosidad lo llevó hasta la enfermería, donde una perrita temblorosa aullaba de dolor. Había sido atropellada. Rady lo tenía claro, cuando se quedaron solos, se acercó a ella sin ningún tipo de miedo y le regaló el abrazo más sanador de todos los posibles abrazos.
A partir de ese momento, el gato no faltaba a su cita diaria con la enfermería. Repartía abrazos sanadores a todos los animales que pasaban por allí. Incluso, hasta a un gran pastor alemán. En alguna ocasión, sus abrazos fueron de despedida.
¿Acaso sabría Rady lo que sentía cada uno de esos animales enfermos?
Una historia real, ¡cómo la vida misma!
Opinión personal
Desde que me llegaron oídas de este álbum, supe que me iba a cautivar. Las historias tiernas de animales me roban el corazón. Sí, soy así de sensiblón. Más todavía, cuando encima se trata de algo que ha sucedido en la realidad.
La historia de Rady es real como la vida misma. Sucedió en una ciudad polaca en 2014. No os la voy a contar aquí porque, un poco más abajo, la podéis leer completa en la sinopsis que la propia editorial (Blackie Little) comparte en su web.
El mundo animal suele dar lecciones continuamente al ser humano. Los animales son agradecidos por naturaleza y los actos de Rady así lo demuestran. Devolver a la vida lo que la vida te ha dado es algo que honra al protagonista de esta historia que, tras ser salvado de un final trágico, pone todo su empeño en hacer más llevadera y tranquila la estancia de los animales en la enfermería del refugio donde vive.
¡Si es que tenemos mucho que aprender de los peludos de cuatro patas como Rady!
Esto es algo que podemos extrapolar a cualquier contexto. Todos y todas tenemos mucho que aprender. Somos una cadena en la que, a veces, nos ayudan y otras, nos toca ayudar. En tanto en cuanto aprendamos e interioricemos esta manera de vivir, mejor será la sociedad que compartiremos.
¿Quién no necesita, en algún momento, un abrazo para espantar el miedo, para calmar el nerviosismo, para aliviar una pena, pera sentirse querido y protegido…?
Este álbum, además de lo comentado, nos abre las puertas para poder hablar con los niños y niñas sobre el tema del abandono animal y la grandiosa labor que se realiza desde los refugios o cualquier otra opción de cuidados y acogida de animales abandonados.
A casa, hace casi 2 años, llegó desde un cubo de basura, Tibet, nuestro Rady particular. Años antes, recogida en la carretera, entraba en nuestra familia Nita, nuestra perrita bodeguera. Con esto quiero decir que en casa estamos muy concienciados con este tema. Pero estoy seguro que este álbum aportará su granito de arena, en este sentido, en otros tantos hogares. Al menos, eso es lo que deseo.
Las ilustraciones de Tadahiro Uesugi, hechas a ordenador, juegan con el color y la luz de manera brillante.
Lectura recomendada a partir de 3 años acompañada de un adulto.
Datos de la publicación
Editorial: Blackie Little Autor: Satorino Fuchigami Referencia bibliográfica: Fuchigami, Satorino. Rady, el gato enfermero. Uesugi, Tadahiro (ilustrador). Barcelona: Blackie Little, 2020. 40 p. ISBN: 978-84-17552-71-8.
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Sinopsis
No os lo vais a creer, pero Rady existe.
En noviembre de 2014, en una ciudad polaca llamada Bydgoszcz (es difícil de pronunciar), alguien se encontró un gatito negro enfermo, y lo llevó a un refugio. Allí hicieron lo que pudieron, pero dos semanas después seguía igual de flacucho y se le seguía cayendo el pelo. «Podríamos seguir con el tratamiento», dijo el veterinario, «pero solo es alargar su sufrimiento».
Y entonces sucedió un milagro: como si hubiese entendido las palabras del veterinario, desde ese mismo día el gatito empezó a comer y a dar paseos en su jaula. Cuando mejoró, lo bautizaron como Rademenes (nosotros hemos optado por Rady, que es más corto). Y se quedó a vivir allí, en el refugio.
Un día llegó una perrita enferma y Rademenes se acurrucó junto a ella. Un asistente lo vio y dijo riendo: «Mira, un gato enfermero». Era una broma, claro, nadie esperaba que Rademenes volviese a hacerlo. Pero se equivocaban. No importaba lo grandote que fuese el animal que llegaba al refugio, Rademenes se acercaba sin miedo, se acurrucaba a su lado y lo consolaba con delicadeza hasta que se recuperaba.
La historia se difundió por Internet: ¿Un gato enfermero? Hasta las televisiones locales y la prensa fueron al refugio a cubrir la noticia. Y como se enteró un montón de gente buena, empezaron a llegar donaciones para ayudar a Rademenes y al refugio, y muchísimos animales enfermos pudieron ser atendidos.
Así que ya veis, Rademenes no solo cuidaba de los animales sino que le mostró a la gente el trabajo tan necesario que se hace en los refugios. Que Rademenes sobreviviese sorprendió a todo el mundo. Pero el milagro, el verdadero milagro, aún estaba por llegar.