Cuando mamá llevaba trenzas

Cuando mamá llevaba trenzas / Concha Pasamar. Bookolia (2018)
Cuando mamá llevaba trenzas / Concha Pasamar. Bookolia (2018)

Una tarde lluviosa de domingo, el aburrimiento lleva a la niña protagonista de esta historia a rebuscar entre los cajones de su casa.

Cuando uno rebusca, sucede que siempre encuentra algo que llama su atención. En uno de los cajones, como un tesoro enigmático, apreció una caja. No era una caja cualquiera. En ella, como si estuvieran esperando a que alguien los localizara, se guardaban los recuerdos de la infancia de su mamá.

Una infancia feliz, de largos veranos en el pueblo, de ricas meriendas, de noches al fresco, de pocos juguetes y mucha inventiva,… Una infancia de otra época, con costumbres y realidades diferentes.

¡»Cuando mamá llevaba trenzas», un álbum que fue galardonado con el prestigioso Premio Fundación Cuatrogatos 2019!

 

Opinión personal

Tengo que reconocer que hace mucho tiempo que tengo echado el ojo a este álbum. No sé por qué, intuía que iba a remover en mí muchos recuerdos. Y así ha sido. Pasear por sus páginas, leer sus textos y disfrutar de sus ilustraciones es todo un viaje de emociones y sensaciones cada vez que lo abro. Antes de partir y cuando regreso, dedico un rato inconsciente a acariciar la textura de su cubierta. Y es que, hasta en ese punto, se ha cuidado la edición de este magnífico álbum editado por Bookolia.

Observando la cubierta y contracubierta junto a la portada y página de créditos ya vamos entrando en el contexto de la historia. Dos infancias, la de la niña y su madre, unidas por un mismo hilo. Un hilo que hace de vaso comunicante entre dos yogures que, irremediablemente, a los que tenemos una determinada edad, nos sitúa ya en una época concreta.

¡Me he sentido tan identificado con todas las vivencias y recuerdos! … con las noches veraniegas de puertas abiertas de los vecinos de la calle, con los niños y niñas entrando y saliendo de las casas con el bocadillo entre sus manos, con las pandillas de amigos corriendo por los descampados cazando lagartijas y saltamontes, con las salidas en bicicleta hacia la bahía para coger cangrejos y tirar piedras al agua,… ¡se me han venido a la cabeza tantos nombres de vecinas y vecinos que eran parte de mi familia y ya no están!.

 

 

«Cuando mamá llevaba trenzas» es un álbum que propicia el diálogo intergeneracional. Aunque la historia transcurre en una época no muy lejana, es cierto que tiene poco que ver con la manera en la que se vive la infancia en estos momentos. Esto facilita la conversación con los más pequeños y pequeñas de la casa y remueve su curiosidad.

Estoy seguro, que en algunos rincones de nuestro país aún se mantienen ciertas costumbres y modos de vida. Pero, el momento actual no es muy alentador. Las ciudades han dado la espalda a la infancia robándoles espacios y recortando su autonomía y libertades. Una lectura conjunta en familia, de este álbum, da para mucho.

La historia termina como empieza, abriendo una nueva caja. Alguien la encontrará algún día de aburrimiento y descubrirá en ella un sinfín de recuerdos de una infancia y de una época diferente a la suya.  Y eso volverá a conectar y a unir, por hilo casi imperceptible, a dos personas alejadas en edad. ¿Acaso no es bonito pensarlo?

Aunque no tenía previsto comentarlo, hace muy poco, en uno de mis viajes a San Fernando, en Cádiz, rebuscando en casa de mis padres, como hizo esta niña, encontré un gran tesoro. No era una caja, eran varios archivadores de anillas con hojas cuadriculadas. El número 2 contenía toda mi infancia escrita en letra mayúscula y acompañada, en muchos casos, de testimonio gráfico. Ahora entiendo qué es lo que escribía mi padre durante horas y horas cuando yo era niño. Guardo ese imagen en mi retina. Algún día contaré esta historia , «Cuando mamá llevaba trenzas» me ha animado a escribirla.

Sobre las ilustraciones

Las ilustraciones de Concha, mezclando las acuarelas con lo digital, nos llevan en volandas hacia una época en la que los colores, objetos, lugares y relaciones eran muy diferentes. Los fondos lisos, en muchos casos, ponen nuestra mirada en lo verdaderamente importante de esta historia, los personajes, sus atuendos y las acciones.

La inocencia de la infancia queda reflejada, a la perfección, con la dulzura en la expresión de las dos niñas protagonistas (madre e hija). A mi, personalmente, me cautiva la escena de la abuela preparando la merienda enmarcada por unos bonitos geranios y un canario amarillo colgado en la pared, que estoy seguro sería la banda sonora de las mañanas estivales en la casa.

 

 

Sin duda, estamos ante una delicia de álbum que regala preciosas conversaciones en familia evocando y compartiendo recuerdos mientras los pequeños y pequeñas nos miran embelesados con los ojos abiertos como platos.

Gracias Concha por regalarnos esta historia tan bonita e íntima, por abrirnos tu caja de recuerdos y por compartir con nosotros tus emociones.

Lectura recomendada a partir de 3 años acompañada de un adulto.

Hablando con Concha Pasamar (autora e ilustradora) 

 

 

 

 

 

Imagen sacada del Blog: «Amerendar con mamá»

 

Concha Pasamar ha desarrollado su principal actividad profesional en el área de la Filología. Dibujante habitual, en los últimos años ha reconducido esta práctica hacia la ilustración, donde se ha formado en distintos cursos y talleres con profesionales de prestigio. Prensa, música y educación son algunas de las áreas a las que ha orientado su trabajo en este ámbito, poniendo imagen a discos, eventos o materiales.

 

David: Hola Concha, he leído por ahí que llegas al mundo de la literatura infantil de manera un poco inesperada. ¿Cómo ha sido?, ¿qué tal la experiencia?

Concha

Así fue, sí; de hecho, muy inesperadamente. Mi primera dedicación profesional es otra -aunque desde el curso pasado la he reducido parcialmente- y me acerqué a la ilustración al retomar el dibujo porque buscaba, sobre todo, distraer la mente del trabajo a través de una actividad que fuera esencialmente manual. Pero supongo que, al final, me resulta inevitable la atracción de la parte más conceptual también. Hay veces en que disfruto del mero acto de dibujar -cuando viajo, en una actuación musical-, y otras en que lo hago de la fase de la inventio, de pensar en qué comunicar y cómo, y luego ejecutar: esto sería ilustrar. Y fue desde ahí, y no a la inversa, como llegué a la literatura infantil.

Yo escribo mucho, en realidad: la parte más importante de mi trabajo consiste en eso, pero siempre textos académicos. Es cierto que de niña y en la adolescencia me gustaba escribir de una manera más creativa, pero bueno, lo dejé sin darme cuenta, y sin pena, todo sea dicho, porque si me alejo de alguna actividad que me gusta, normalmente es porque alguna otra suscita mi interés en ese momento. El caso es que hace unos siete años el dibujo me condujo a la ilustración, y esta a los cursos de álbum de Marián Lario, que tenían esa vertiente infantil. De ahí surgieron dos proyectos personales que acometí para aprender y disfrutar y guardé en un cajón imaginario: uno de ellos fue este libro.

Parte de ese acercamiento viene también desde la responsabilidad: gracias a Patricia García Sánchez y a Rebecca Gil –autoras ambas- me inicié como ilustradora de libros infantiles y, claro, si existía un compromiso con la obra de otras personas, me interesaba conocer y formarme más. Pero una vez que se ha despertado el interés verdadero por algo, el vínculo permanece. Aunque no le dedico el tiempo que quisiera, sigo siempre aprendiendo gracias a lo que saben y comparten otras personas, o a través de la lectura de obras o reflexiones de especialistas.

Bueno, y en el origen de este reencuentro con la LIJ está la vía, importantísima, de mis hijos, que es doble: por las lecturas de siempre y nuevas que compartimos, y porque fue dibujar con y para ellos lo que me recordó cuánto me gustaba aquello de los lápices…

David: Ahora varias preguntas en una: ¿Puedes contarnos algo del proceso de creación de “Cuando mamá llevaba trenzas”? ¿Cómo, dónde, de qué manera… surge esta historia? ¿Qué va a encontrar el lector o la lectora en este álbum? Y, ¿qué te ha enseñado a ti?

Concha

Ya he mencionado alguna vez que surge en el segundo curso de álbum que tomé a distancia, sin otra pretensión que aprender y pasarlo bien. Cada alumno desarrollaba un proyecto personal y en este caso tiré del hilo de la propia infancia. Imagino que me encontró en un momento de añoranza, con un gran peso aún por la ausencia de mis padres y la sensación de que el tiempo volaba… Por eso, al pensar en el tema de aquel “trabajo de clase”, en lugar de generar algo nuevo o imaginativo, esas sensaciones me hicieron mirar más hacia dentro y hacia atrás, y me di cuenta de que la ruptura generacional era tremenda, mucho mayor que la mía con respecto a mis padres y pensé en trasladarlo a los más jóvenes.

[pullquote]…la era digital proporciona a los autores retroalimentación casi inmediata: la magnitud y la rapidez con que sucede es algo propio de nuestro momento. Es emocionante recibir mensajes de desconocidos compartiendo sus impresiones de lectura.[/pullquote]

Así que el lector va a encontrar mi infancia personal, claro, pero también lo esencial de la infancia de varias generaciones. Si es un adulto y anterior a la era digital, se reconocerá; si es más joven, se sorprenderá, o comprenderá cómo fueron sus padres o incluso sus abuelos. Pero creo que también hay otros niveles de lectura porque se muestra que cada cual queda conformado por sus propias experiencias vitales, que el cambio es inevitable y que es, de un lado, pérdida, pero es también -o debe serlo- oportunidad.

¿Qué me ha enseñado a mí? Uf, muchas cosas y muy diferentes. Primero, a construir un álbum ilustrado, que no es poco, con un lenguaje formal propio. En ese sentido, he aprendí, creo, que cada proyecto pide su propia expresión . Me ha enseñado, además, de manera muy clara que la vida está llena de sorpresas: gracias a su publicación por bookolia -se lo mostré a Luis Larraza con bastante pudor- he descubierto cómo se pueden establecer conexiones emocionales con otras muchas personas -eso me impresiona, porque mis lectores habituales buscan información sobre materias muy específicas (aunque sean también muy humanas)-. Esta conexión siempre ha formado parte, por supuesto, de la literatura -y otras artes-, pero la era digital proporciona a los autores retroalimentación casi inmediata: la magnitud y la rapidez con que sucede es algo propio de nuestro momento. Es emocionante recibir mensajes de desconocidos compartiendo sus impresiones de lectura. Bueno, y me ha enseñado también que a veces cierto reconocimiento puede llegar cuando y por donde menos se espera.

 

 

David: Aunque en este álbum que estamos reseñando eres autora e ilustradora, tienes otros publicados en los que llevas las riendas de los pinceles. Desde el momento en que te proponen ilustrar un nuevo proyecto, ¿cuáles son los pasos que sigues para hacerlo realidad? ¿Cómo es tu proceso de creación? ¿Sigues algún ritual? ¿Cómo definirías tu estilo como ilustradora?

Concha

Tengo que medir mucho los proyectos en que me embarco: no tengo mucho tiempo, y he de que tener claro que lo que emprendo me atrapa de algún modo, que puede conectar conmigo y que mi forma de ilustrar puede encajar con ello. Necesito pensar sobre el texto y dejar que resuene en mí: a veces me muestra pronto por dónde puede ir, hacia dónde me va llevando; otras veces tengo que rumiarlo más despacio hasta dar con una clave que me permita comenzar. Hago un storyboard (bastante esquemático, más aún si es solo para mí), tanto si es un álbum como si se trata de otro género, porque creo que es importante tener en cuenta el soporte, la dirección y el carácter lineal de la lectura: tanto si hay narración como si no, para el lector habrá una secuencia de páginas y hemos de preguntarnos si lo que se comunica requiere repetición, ritmo o, por el contrario, variedad o incluso sorpresa.

Luego la cosa puede ser ya muy variable, pero no tengo manías. Como alterno la ilustración con el trabajo, me acomodo a lo que hay; ni rituales ni nada. Aprovecho lo que toca: a veces el sofá por la noche, con una peli de fondo; cualquier mesa, si la actividad lo pide (las acuarelas son menos compatibles con el sofá que el lápiz) o el estudio, para el trabajo con ordenador. Procuro que haya música, eso sí.

[pullquote]Intento, como en otras facetas de la vida, comportarme en la ilustración con honestidad. Ilustro como sé, con mis virtudes y con mis muchas limitaciones…[/pullquote]

Además, dependo de los periodos lectivos: suelo dar un buen empujón a los proyectos en las vacaciones. Unas veces (las menos), hay bocetos o pruebas; otras, me lanzo a las definitivas porque las tengo mentalmente claras, y pienso que si la cosa se tuerce, ya repetiré. A veces hay suerte, todo fluye, produzco rápidamente y termino antes de lo previsto, pero prefiero poder ir sin prisas en los plazos.

Me gusta mucho también la fase de documentación: para mí suele ser necesaria, porque mi estilo es bastante realista y eso pide siempre algún grado de dependencia de las referencias (además hay cierta deformación profesional en esto, estoy segura). No las empleo siempre, pero, aunque las use con libertad, recurro a ellas con frecuencia. Quienes me rodean ya están habituados a que los haga posar o a verme tomar fotos o disponer objetos. Siempre, desde niña, aunque inventara, he buscado una representación realista. Admiro a quien no lo hace así, pero no voy a forzarme: hago las cosas de la manera en que me resulta más natural. A veces encuentro un grado mayor de abstracción en el estarcido a tinta, que aprendí en un taller con Julia Wauters. Es una técnica que me obliga más a dibujar libremente y buscando la inteligibilidad en la silueta, ante todo, pero también ahí dibujo y compongo siguiendo mi intuición y mi manera natural. Supongo que aquí ya estoy hablando de mi estilo, pero no es algo que me preocupe especialmente. Intento, como en otras facetas de la vida, comportarme en la ilustración con honestidad. Ilustro como sé, con mis virtudes y con mis muchas limitaciones, buscando ajustarme al registro (y eso comprende muchos aspectos) que me parece pedir cada obra.

David: Según tu propia experiencia, ¿qué ingredientes básicos crees que debe cumplir una historia para que sea un éxito entre el público infantil?

Concha

En mi experiencia como lectora primero y como madre luego, veo que un libro nos puede tocar por muchas razones. No creo, en realidad, que difieran mucho de las que nos tocan como adultos: puede haber una conexión emocional o personal, puede ser la aventura, la intriga y el misterio –la trama-, puede ser la belleza y la forma, puede ser el humor… y la inteligencia, claro, que probablemente englobe cualquiera de los aspectos anteriores. El niño es un ser inteligente, muy capaz de ser sensible a cualquiera de esos motivos.

[pullquote]…hasta el momento, cuando he construido mis propios proyectos, lo he hecho sin pensar en términos de mercado…[/pullquote]

Si hablamos de libros ilustrados, pueden ser esas mismas razones: yo recuerdo que me gustaba apreciar el detalle, lo que era bello, pero también lo que era divertido o especial… Ahora bien, como en cualquier literatura, puede suceder también que un éxito, entendido como aquello que alcanza de manera inmediata a un público amplio, no sea siempre lo que ofrezca mayor calidad.

Y si te refieres a mi experiencia como autora, te diré que dudo que mi libro sea lo que llamaríamos un éxito entre el público infantil. Conecta con los niños, sí, pero conecta con muchos adultos. Es que no me planteo por ahora la creación con objetivos concretos: hasta el momento, cuando he construido mis propios proyectos, lo he hecho sin pensar en términos de mercado. Yo hago, y si gusta, pues muy bien. Y si no, al cajón. Si el trabajo es ilustrar para otro autor o por encargo de un editor, obviamente debo tener en cuenta más factores y, especialmente, la visión de quien edita. En unos y otros casos, siempre valoro la labor de edición, que obliga a la reflexión: a veces para ratificar, pero otras para rectificar o para acordar nuevas opciones.

David: La literatura infantil está viviendo una etapa dorada. Muchos y muchas hablan, incluso, de la saturación del mercado, ¿echas algo de menos, o de más, en el mercado editorial infantil? Por otro lado, ¿crees que el mundo editorial está receptivo a autores/as e ilustradores/as noveles?

Concha

Creo que es difícil echar algo de menos, efectivamente. He escuchado, eso sí, a varios editores de álbum plantear en varios foros la falta de buenas historias. Por ahora, y dicho entre paréntesis con toda sinceridad, no creo que yo misma esté contribuyendo a subsanar esa carencia: no llamaría historias a lo que escribo y construyo hasta el momento (aunque tal vez más adelante vuelva a la narración, nunca se sabe…).

¿Hay algo de más? Bueno, yo soy una lectora exigente: siempre me parece que hay de más. Creo que hay libros malos, libros feos, libros cursis. Tendrán su público, pero pienso que hay buenos libros capaces de cumplir con todas las expectativas y que hay una obligación ética de ofrecer y difundir preferentemente lo bueno, en esto como en todo.

En cuanto a que el mundo editorial esté abierto a nuevas voces o nuevos ilustradores, pienso que sí, o, al menos, es lo que yo puedo atestiguar -y agradecer- desde mi experiencia personal.

 

 

David: Para conocer un poco tus debilidades te vamos a hacer una pequeña encerrona, ¿nos recomendarías 3 álbumes, 3 autores/as y 3 ilustradores/as de infantil?

Concha

¡Qué pregunta triplemente comprometida! Bueno, lo voy a intentar, sabiendo que dejo fuera, con harto dolor, muchos nombres -actuales y pasados- que venero ;).

Tres álbumes: Histoire de Babar de Jean de Brunhoff – desde mi propia mirada infantil-, Donde viven los monstruos de Maurice Sendak -por razones obvias- y va, me voy a mojar: Malacatú, de María Pascual, que conecta magistralmente la cultura popular tradicional con la contemporánea, divierte y proporciona varias lecturas a niños y adultos, les invita a crear (y me rechifla a mí por todo ello).

[pullquote]…pienso que hay buenos libros capaces de cumplir con todas las expectativas y que hay una obligación ética de ofrecer y difundir preferentemente lo bueno…[/pullquote]

Tres autores, más allá del cuento tradicional y por orden de llegada a mis manos en la infancia -el último fue un descubrimiento casi a punto de salir de ella-: María Elena Walsh, Ruyard Kipling y Gianni Rodari.

Tres ilustradores: Andrej Dugin y Olga Dugina, porque representan todo lo que me fascinaba de niña como “lectora” de pintura; Akiko Miyakoshi, por su dominio del claroscuro y su dosificación del color, pero también por sus composiciones, y Ulises Wensell, que, al contrario, desde la mancha y el color y desde un estilo más netamente infantil, acompañó mi infancia y también la de mis hijos.

David: Por último, estoy seguro que, ahora mismo, andarás metida en algún que otro proyecto. ¿Te apetece compartir algo con nosotros? En BiblogTecarios sabemos guardar muy bien los secretos, no te preocupes

Concha

Va, como sé que sois discretos, te cuento algo…

En otoño saldrá con bookolia otro álbum que he escrito e ilustrado. Parte, en realidad, de un trabajo anterior a Cuando mamá llevaba trenzas, del que es formalmente muy diferente. Para la primavera siguiente está prevista la llegada a librerías de un proyecto precioso con una autora que a la que siempre he admirado profesionalmente, y será también con Luis Larraza, de bookolia.

Además, hay un par de trabajos -también álbumes- con otros autores, que ahora mismo están en procesos de evaluación. Lo cierto es que me gustaría encontrar tiempo para nuevos proyectos personales que van latiendo y tomando forma, muy poco a poco, pero no tengo claro qué terminarán siendo ni para qué público. Como he dicho, antes que pensar en crear con un objetivo prefiero dejar que aquello que haya de surgir se abra camino. Después ya veremos si hay quien piensa que merece la pena compartirlo.

 

 

 

Datos de la publicación

Editorial: Bookolia Autora e ilustradora: Concha Pasamar Referencia bibliográfica: Pasamar, Concha. Cuando mamá llevaba trenzas. Madrid: Bookolia, 2018. 32 p.  ISBN: 978-84-9491-170-5. Colección: Ilustrados

Enlace: Para más información…

Sinopsis

Una tarde de lluvia una niña descubre por casualidad una caja con los recuerdos que su madre atesoró hace años, iniciando un viaje a un pasado muy diferente y no tan lejano.

 

David Gómez

Gestor del conocimiento en el Observatorio de la Infancia en Andalucía. Me interesa la evaluación científica y la literatura infantil. Disfruto, día a día, de los pequeños momentos en familia.

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