Tal vez sea uno de los debates de fondo que nos espera dada la decadencia que sufre o, si se prefiere, la deriva que, en cierto sentido, lleva padeciendo nuestra titulación académica no sé cuánto tiempo.
No parece tener un futuro muy esperanzador. O al menos, si lo tiene, adquirirá un tono muy, muy diferente del que ahora conocemos. Porque el Grado en Información y la Documentación está condenado ¿a morir? o, si se prefiere, comienza a inmiscuirse (cada vez más), bajo el formato de doble grado, en otras titulaciones, véase como ejemplos el caso de Periodismo en la Universidad de Murcia. o el caso de la Universitat de Barcelona.
Estas titulaciones acogen en el regazo de sus planes académicos, -ya sea por caridad universitas o por orden de decanato-, nuestras áreas de conocimiento, facilitando así un espacio académico por el que que se puedan formar aquellos que, en principio, están interesados en dedicarse en un futuro al gremio o al periodismo. Un “gremio” enmarcado en un contexto difuso, precario y cada vez más transversal, que ya no se entiende sin el dominio advanced de las tecnologías de la información o la gestión de la comunicación digital, por poner sólo algunos ejemplos. Por tanto, ¿deberíamos tener hoy más que nunca una actitud y competencias transversales? ¿Esta transversalidad parte, como punto de origen, en estudiar el Grado en Información y Documentación dentro de otras carreras?
Esos frikis de biblioteca o de archivo, como a veces nos identifican (porque así nos han percibido siempre), deben (debemos) ser otra cosa sin perder, claro está, la esencia que nos caracteriza. Quizá hemos sido de todo para que luego no sepamos para qué puesto servimos exactamente. No obstante, resulta pertinente, pues, preguntarnos hacia qué perfil nos dirigimos: cómo orientamos nuestra carrera profesional, en qué segmento laboral nos enfocamos y de qué forma nos gustaría que nos perciban. Habría que volver a definirnos si es que alguna vez tuvimos una definición completa e íntegra de lo que somos.
Lo que está claro es que aquellos graduados en información y documentación que salgan de la Universidad, -o simplemente aquellos que hayan recibido una formación similar no reglada-, y se introduzcan también en el mercado laboral, tendrán que entender muy bien -y desenvolverse aún mejor-, cómo funciona la sociedad en el uso de la información y la comunicación, entendiendo conceptos y áreas que cada vez más están en auge: Big Data, Mineria de Datos, Visualización de datos, Social Ads, entre otras muchas. Tendrán que disponer de herramientas innovadoras y de conocimientos más que suficientes que les ayuden a gestionar el crecimiento exponencial de los canales de información y comunicación en la ya vorágine digital de la posverdad.
Ahora más que nunca la información es poder. Es el poder de la manipulación, de la mentira, de la farsa. Y con ella la confusión se esparce como una gigantesca red de telaraña con el fin de empoderarse y ejercer su autoridad frente a la ignorancia y superficialidad de muchos consumidores de información. Somos nosotros quienes deberíamos conocer de qué manera podemos combatirla; desenmascarar e intentar paliar sus negativas consecuencias.
Es por ello, hoy más que nunca, -y menos que mañana-, contrastar siempre las fuentes de información, diseccionar con el bisturí de nuestra técnica la fake new, documentarse bien, referenciar nuestras informaciones, alfabetizar en el uso adecuado de la información a quienes tengan un mínimo conocimiento, o pleno desconocimiento de ello, pues son éstas las líneas estratégicas, -y éticas-, que deberíamos tener muy presentes en nuestra profesión.
No ya como simple actividad práctica, sino como parte de nuestra visión y enfoque como colectivo profesional. No es sólo una más que posible alternativa laboral, sino una necesidad imperante que nos demanda a diario la sociedad del siglo XXI.
Cristian Serrano