María Moliner: De la ILE a las Misiones Pedagógicas

Maria Moliner: De la ILE a las misiones pedagógicasEscribir sobre María Moliner es como navegar ante la complejidad profunda de una biografía y obra que se mezclan en etapas convulsas, delicadas, difíciles de encajar como de tener la valía para situarse en ese contexto y combatir en él. María Moliner fue, sin duda, una de las grandes intelectuales del siglo XX y, posiblemente, una de las tantas que no hayan alcanzado la notoria posteridad que les pertenece. No obstante, no parece raro en este país de tantos hipócritas y de tantas envidias, ¡tan cainitas estas Españas! donde a los muertos los méritos son dados, mientras los vivos perecen olvidados. ¡Cuánta dejadez y abandono en vano! ¿Somos conscientes del valor cultural que tuvimos y tenemos y de las personas que tienen talento para construir una España distinta de los topicazos rancios que todos sabemos y muchos presumen? Spain is different  dirán muchos con resignación y a la vez cierto contento. Patriotismo de boquilla, sin duda.

María Moliner fue una mujer perseverante, ambiciosa y muy luchadora. Estos pueden ser algunos adjetivos que, de algún modo, califican su forma de ser; la de una mujer constante hasta el punto de que, si las energías recaen y contrarrestan el ánimo, aún queda voluntad por delante como un impulso irracional que te lleva a la salida; porque la cuestión es superarte y continuar en ese maratón de trabajo y agotamiento para alcanzar las aspiraciones que tiene uno. Un ejemplo de superación y coherencia porque, posiblemente, no todo el mundo hace lo que en verdad piensa ni se atreverían a hacer lo que ella hizo y consiguió en los tiempos en los que tomó existencia. Nació en un pequeño pueblo de Zaragoza, Paniza, el 30 de Marzo de 1900. Muy pronto se fue con su familia a Madrid en busca de mejores oportunidades. Ella y sus hermanos, Matilde y Fernando, estudiaron en la célebre Institución Libre de Enseñanza, donde conseguirá, además de una muy buena preparación académica, la amistad de profesores como Manuel Bartolomé Cossío  y Pedro Blanco.

Una de las cosas que creo que más le pudieron influir en su vida y en su carrera fueron las cartas que se escribía con Cossío, pero sobre todo de qué manera se escribían. Porque ella sabía, en cierta modo, venderse, exponer su situación, sus problemas, sus horizontes sin presuntuosidad alguna, y sin el mínimo alardeo. Dignamente y con actitud insistente, tal y como era ella. Supo rodearse, persistir y conseguir el contacto necesario: la confianza de aquel elenco de profesores liberales e ilustrados que formaban el magisterio de la ILE en los primeros años del siglo xx. Quizá, sus mejores amigos en aquella etapa de su vida. Al terminar sus estudios en la ILE, estudió como alumna libre sus primeros años de bachillerato en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid. Más tarde se trasladó a Zaragoza para cursar el bachillerato en el Instituto General y Técnico de Zaragoza. Compaginó estudios y trabajo, colaborando en la creación del Diccionario aragonés llevado a cabo por el EFA (Estudio de Filología de Aragón).

Terminado su bachiller se matriculó en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Zaragoza, licenciándose oficialmente en 1921. Al año siguiente gana las oposiciones del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos y realiza  prácticas en la BNE. En diciembre de 1922 le conceden la plaza para trabajar en el Archivo General de Simancas; su primer destino. Un año más tarde, solicita el traslado para trabajar en el Archivo Histórico de Madrid, plaza que se la deniegan, aun así, tiene la oportunidad de abandonar el frio y aburrido Simancas, marchándose a Murcia para trabajar en el Archivo de la Delegación de Hacienda. Lugar donde tendrá la satisfacción de vincularse en el campo académico como ayudante en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Murcia, siendo la primera mujer que entrara en tal institución. María Moliner supo adaptarse a las circunstancias, por no muy gratificantes que estas fueran en su momento. Era un paso más para alcanzar sus objetivos: trabajar en Madrid, adquirir experiencia, exprimir la historia y la memoria de cualquier Archivo o Biblioteca relevante de la capital para así, poder completar de cara a un futuro su formación con un Doctorado.

En Murcia conoció a su marido, el catedrático de Física, Fernando Ramón y Ferrando, y tuvo sus primeros dos  hijos, Enrique y Fernando. Fue el lugar de la luz y las flores, y donde posiblemente los años pasaron lentamente y cargados de soledad e incertidumbre.

Hasta que llegó la IIª República, y con ella trajo el Patronato de Misiones Pedagógicas, fruto de Manuel Bartolomé Cossío y Fernando de los Ríos. Su finalidad influenciada notablemente por el espiritu de la ILE, queda recogida en el Real Decreto de 29 de mayo de 1931.

con preferencia a las que habitan en localidades rurales, el aliento del progreso y los medios de participar en él, en sus estímulos morales y en los ejemplos del avance universal, de modo que los pueblos todos de España, aun los apartados (…)”

Desde la Delegación de Valencia, desde la creación de su proyecto, la Biblioteca-Escuela, desde su coche y, a veces, con la compañía de su equipo de pedagogos-misioneros (jornadas bibliotecarias), María Moliner formó parte de este compromiso que se vislumbraba apasionante, pues posiblemente fue lo que más le había fascinado hasta entonces, acercar a las gentes de los pueblos más remotos e inhóspitos de España, -en su caso los pueblos de Valencia-, libros, lectura, teatro, cine, música, bibliotecas, educación y cultura. María Moliner es un ejemplo de los primeros bibliotecarios que crearon las bases de lo que hoy se conoce como alfabetización básica o alfabetización informacional, en sentido amplio, pues acaparaba la alfabetización entendida como la adquisición de la competencia lectoescritora además de  la documental o bibliotecaria, pues así lo muestra Inmaculada de la Fuente en su libro El Exilio Interior.

Su deseo es que esta biblioteca no se limite a atender a los pequeños lectores. En un salón contiguo se propone formar a los estudiantes de la Escuelas Superiores de Magisterio entécnicas bibliotecarias. Los futuros maestros dispondrán también de una sección de libros de Pedagogía con las últimas publicaciones en la materia.”

Queda claro por tanto que la misión pedagógica de ir por los pueblos, especialmente la conseguida por María Moliner lleva consigo no sólo un verdadero afán y progreso pedagógico y de renovación cultural, sino la importancia de una biblioteca como el medio imprescindible para llevarlo a cabo. Su concepto de biblioteca iba más allá del lugar donde se disponen de forma ordenada libros, sino que éstos estuvieran accesibles para todos sin distinción alguna, a la par que en las bibliotecas se pudieran instruir a los maestros rurales en gestión bibliotecaria; de cómo organizar eficazmente los fondos bibliográficos, de difundir el uso y servicio de la biblioteca a adultos y niños, de prestar adecuadamente los libros dependiendo de la edad que tenga el usuario, de poner a disposición todo aquel reglamento oficial que proporcione información sobre las bibliotecas públicas del momento para que se puedan asesorar y así, además de facilitar la labor bibliotecaria, fomentar la lectura. No sólo instruía a ellos, sino también a vecinos, a madres de familia, a niñas y mujeres, que eran las que mostraban más entusiasmo por la lectura. De hecho, algunas se convertían en bibliotecarias colaboradoras del bibliotecario oficial o bibliotecario adjunto.
Y acabó la IIª República, pero no con ella acabaron las ganas y el ánimo de trabajar ni la lucidez ni las aspiraciones de María Moliner, pues le esperaban años intensos de gran bagaje profesional.

 

Cristian Serrano

Responsable Social Media en JDA/SFAI. Coordinador de sección Entrevistas en Biblogtecarios.

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