Se ha escrito mucho, y se ha hablado más, aunque por contra exista una ignorancia social sobre el inmenso mundo de las bibliotecas y el papel que contribuyen a la sociedad. Y ya para que hablar sobre sus funciones, sus tipos, sus usuarios, la labor que desempeña el estereotipado trabajador de biblioteca, etc. Qué duda cabe que también existe, notas definitorias en infinidad de libros amarillos, manuales que muy pocos se habrán leído, y muchos ni acabado.
Existe también una fraseología relevante en la Internet, citas célebres, definiciones basadas en metáforas creadas a voluntad de muchos intelectuales que han sentido siempre la curiosidad por el misterio, la cultura y conocimiento que alberga y designa la palabra Biblioteca. Y es que, aparte de esto, la biblioteca representa un lugar de culto (sin que se entienda esta como una orden monástica o un santuario donde se tenga predilección por orar a los libros). Voy más allá, refiriéndome al culto como lugar donde uno se culturiza, obtiene conocimiento y, sobre todo, alcanza la libertad con mayúsculas. Pues, entiéndase, que no se puede andar con pasos dubitativos, y rechazar, separando el concepto de biblioteca con el de libertad. ¿Pues acaso yendo a la biblioteca no es uno más libre? ¿Acaso la lectura no nos hace volar in situ en libertad?
Uno manifiesta su capacidad de elegir entre multitud de opciones, de libros. Uno imagina, uno se evade. Uno elige, uno es libre.
Como decía antes, se ha escrito e interpretado mucho sobre las bibliotecas, sus clases, sus funciones, sus objetivos, su idiosincrasia… pero hay un tema que poco se toca y que se debería tocar más sobre todo en las aulas de cualquier facultad.
Y es la labor que tiene que desempeñar la biblioteca de un centro penitenciario, el papel que tiene el bibliotecario que trabaja en ella. Puesto que es una biblioteca especializada, el bibliotecario debe reunir una serie de requisitos especiales, un sobreesfuerzo psicológico y de comunicación, pues más a menudo que de vez en cuando, se olvida o se ignora el papel de la comunicación en nuestro oficio. La comunicación forma parte, -como diría un profesor mío-, de la terna: información-comunicación-documentación.
La labor de comunicarse bien en un trabajo donde la interacción con el usuario supone la gran cuestión de ser buen bibliotecario.Y, cómo no, tener unos conocimientos prácticos y útiles para trabajar en la biblioteca, los cuales los usuarios van a ser los destinatarios del fruto de esos conocimientos poniéndolos en práctica en su gestión y sus servicios. ¿Qué materiales tiene que comprender la colección de esa biblioteca? ¿Cuáles son sus objetivos principales? ¿qué necesidades de información tendrán que satisfacer? ¿cuál es el plan de actuación, el programa por el cual se acoge la biblioteca para llevar a cabo su cometido?
Uno de los temas por los cuales se tiene que trabajar a fondo, irremediablemente, es el tema de la reinserción. Por ello, uno de los objetivos clave que debe desempeñar cualquier biblioteca de estas características es colaborar con otros servicios penitenciarios dedicados a reinsertar a los presos, prepararles para que cuando salgan, sean ya ciudadanos de bien, personas con dignidad donde puedan volver a integrarse en esa sociedad civil que le ha dado una segunda oportunidad.
Por tanto, esta biblioteca debe ofrecer una serie de servicios para que el preso pueda llevar a cabo el proceso de reinserción desde el minuto uno. Los presos tendrán que tener libre acceso a materiales culturales, didácticos, instructivos, recreativos, de divulgación, en materias como por ejemplo: Ética, Derecho, investigación legal, material referente sobre casos, actividades de ocio y de recreación didáctica (tertulias literarias, talleres de lectura, proyección de películas en aulas bien acondicionadas para ello, etc.) apoyo al estudio, a la lectura y a la alfabetización. Pues no nos olvidemos, la mayoría de los cautivos tienen un nivel deficiente de formación y una pobre educación, y este es el motivo esencial de la delincuencia.
Por ello hay que incentivar actividades que promuevan la alfabetización. Cuanto mejor sea la alfabetización mejor se reeduca y menos posibilidad habrá de reincidir en la delincuencia.
Además de esto, hay que elaborar actividades donde se formen a los presidiarios en verdaderos usuarios de información, donde aprendan a utilizar, diferenciar y acceder a todos los recursos y servicios que ofrece una biblioteca, también apoyo a los programas de rehabilitación, servicios de referencia y ayuda, información sobre la comunidad exterior, informándole de cómo reintegrarse a la sociedad, apoyo al aprendizaje del preso, creación de espacios idóneos, de instalaciones adecuadas donde se establezca el retiro del personal cautivo a fin de que éste como usuario pueda usar libremente los servicios y recursos de la biblioteca.
En definitiva, se trata de un proceso de reeducación donde toda gestión que se lleve a cabo tiene un fuerte calado social y una proyección pedagógica indudables, pero sobre todo un aprendizaje personal por parte del recluso durante su permanencia en la cárcel. Pues sería lógico decir que hay que establecer un claro aprendizaje moral, un aprendizaje en valores. ¿Puesto qué es la cárcel si no es reinserción? ¿Qué es reinserción sino es aprender con valores? ¿Cómo se puede adoptar medidas de reinserción, sin hablar de aprendizaje y reeducación, y mucho menos sin una biblioteca en el centro penitenciario que lo organice y lo gestione? El aprendizaje, la reeducación, y en definitiva, reintegrarse en la sociedad civil no debe comprometer la seguridad de la prisión, sino ejercer un compromiso con las instituciones pertinentes, con sus trabajadores y, especialmente con el trabajo que desempeña el bibliotecario. Pues indudablemente éste facilitará la labor pedagógica, y de libertad, que a su vez es una de sus firmes misiones y el mejor modo para que el cautivo tenga una segunda y mejor oportunidad.