Manuel Carrión Gútiez, in memoriam

Manuel Carrión GútiezEl pasado 3 de junio fallecía Manuel Carrión Gútiez, apenas dos semanas antes de cumplir 86 años.

Manuel Carrión es un claro ejemplo de aquellas generaciones de bibliotecarios a quienes les tocó trabajar de lleno en un época en la que el acceso a la información no sólo no era un derecho, sino que más bien constituía una actividad acotada y altamente sospechosa para un régimen político sin libertades. Estos profesionales salieron adelante gracias al gran bagaje de sus conocimientos, mucho más extensos de los puramente bibliotecarios, y que supieron adaptar con valentía y decisión a los nuevos tiempos que se adivinaban al final de sus carreras profesionales.

Sin temor a equivocarnos, podemos decir que el nombre de Manuel Carrión brilla con luz propia en este contexto, iluminando a toda una generación de bibliotecarios españoles. Su Manual de bibliotecas no fue —desde luego— el primer título de estas características, pero introdujo a muchos estudiantes y opositores en un mundo tan apasionante. Publicado en plena eclosión del sistema bibliotecario español, cuando las bibliotecas universitarias comenzaron a ocupar el lugar que les corresponde y las públicas vivieron un florecimiento inusitado —que algunos se empeñan con saña en marchitar—, “el Carrión” allanó a muchos la senda que nos disponíamos a transitar.

Mucho han cambiado las cosas desde entonces… pero su Manual aún sigue ahí, ilustrando a las nuevas generaciones. Puede que hoy en día gran parte de su contenido se nos antoje desfasado, testigo de unos tiempos donde todo se hacía a mano y en los que no era ni tan fácil ni tan rápido acceder a la información. Precisamente por esto mismo supone un tesoro tan grande. El enciclopedismo del que hace gala nos asombra aún más si pensamos que antes “no había internet”. La cantidad de datos concretos que aportan sus páginas es inmensa. Pero sin duda es su capacidad de trascender épocas lo que ha convertido este manual en un compendio clásico. Llegaron otros más modernos; hoy disponemos de decenas de monografías sobre los temas más diversos, pero “el Carrión” sigue siendo el manual con mayúsculas.

Su carrera profesional, iniciada como auxiliar en la Biblioteca Pública del Estado en Palencia, le llevó hasta la dirección técnica de la Biblioteca Nacional de España, después de haber sido jefe del Servicio de Canje Internacional de Publicaciones, ocupar la Subdirección General de Bibliotecas y dirigir la Hemeroteca Nacional antes de su integración en la BNE. Licenciado en Teología y doblemente en Filosofía, colaboró en la redacción de los primeros planes de estudio de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad Carlos III de Madrid, en la que impartió clases.

Además del título ya comentado, Manuel Carrión ha dejado prueba escrita de sus conocimientos en materia de historia de la encuadernación y una interesantísima monografía sobre la BNE, así como abundantes artículos de carácter técnico en revistas profesionales. Biógrafo de Jorge Manrique, en 1969 recibió el Premio Fray Luis de León por su traducción de la Historia literaria de España de Jean Descola. Autor de numerosos ensayos de análisis histórico y crítica literaria, durante los últimos años se volcó en la producción poética.

Desde Biblogtecarios, queremos rendirle un merecido aunque sencillo homenaje. Sirvan estas líneas para ello, como tributo al hombre que —de forma directa o indirecta— tanto influjo ha ejercido sobre nuestra profesión. Que la tierra le sea leve. Su obra es su mejor legado.

Descanse en paz.


Elaborado en colaboración por María Benítez, Laura Novelle, Roberto Soto y Rafael Ibáñez en nombre de todos los miembros de BiblogTecarios.

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Una respuesta a «Manuel Carrión Gútiez, in memoriam»

  1. Descanse en paz, maestro de bibliotecarios. En una ocasión me correspondió presentarle en un acto de la SEDIC. Yo había sido alumno suyo en el curso 1983-84 de la Escuela de Documentalistas de la Biblioteca Nacional (entonces Centro de Estudios Bibliográficos y Documentarios); cuando entraba en clase, solía decirme que dejase de fascinar con mi verbo a las compañeras… El caso es que, para la presentación, curioseé un «Quién es quién» de la época, en el que citaba a don Manuel como miembro de la Sociedad de Estudios Palestinos, y yo lo solté tal cual. Y él, imperturbable, dijo: «Desde mis veinte años, sí». Era una errata: Palentinos… No debió parecerle mal mi presentación, pues comentó: «¡Vaya, otro amor oculto, y yo sin darme cuenta1»
    ¡Hasta siempre, maestro!

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