Con la democratización del acceso a Internet se ha producido un cierto espejismo entorno al “todo gratis”. Es cierto que tenemos a nuestro alcance un número ingente de recursos, información, etc., pero aunque hablemos de recursos gratuitos que en apariencia no suponen un coste económico más allá de la tarifa de conexión, no podemos olvidar que esto no es del todo cierto.
Existe una nueva moneda de transacción, y no, no me refiero al bitcoin, sino a la información personal de todos y cada uno de los internautas. Es obvio que esta tendencia no ha sido ajena a los profesionales, puesto que ha sido tratado en uno de los números más recientes de la revista EPI:
GÓMEZ BARROSO, José-Luis; FEIJÓO-GONZÁLEZ, Claudio. Información personal: la nueva moneda de la economía digital. El profesional de la información. Julio-Agosto 2013, vol. 22, n. 4, pp. 290-297. http://dx.doi.org/10.3145/epi.2013.jul.03
En cualquiera de los productos y servicios que utilizamos en Internet, ya sean buscadores, redes sociales, etc., tenemos un apartado de privacidad y condiciones donde nos explican, entre otras cosas, qué datos son susceptibles de ser almacenados y con qué fines. Un servicio del que estamos acostumbrados a oír no sólo alabanzas es el omnipresente Google, criticado en muchas ocasiones por sus intromisiones en nuestra privacidad: análisis de nuestros emails para posteriormente mostrarnos publicidad personalizada, control de nuestras búsquedas, etc.
Nos hemos acostumbrado a proporcionar nuestros datos personales con un exceso de confianza para obtener un servicio o simplemente para obtener una cierta comodidad, por ejemplo para recibir muestras de un producto gratis, para tener cuentas de email gratuitas, etc., pero estamos pagando un precio seguramente más alto que el dinero, nuestros datos personales y por tanto nuestra privacidad y quién sabe si en un momento dado nuestra seguridad.
Muchos de esos productos y servicios aparentemente gratuitos son financiados por medio de la venta y cesión de datos personales, es decir, tal y como Gómez Barroso y Feijóo-González explican en su artículo, nos encontramos ante un modelo de negocio basado exclusivamente en la explotación de datos personales.
Quizás uno de los ejemplos más claros son las redes sociales, donde compartimos estados, fotografías, nuestra localización, etc. Facebook es una de las redes que más críticas ha recibido por sus políticas de privacidad y sus constantes cambios, tal y como puede verse en la siguiente infografía:
Actualmente la Unión Europea analiza la regulación de la protección de datos intentando así establecer los límites y el contexto en que debe desarrollarse esta nueva economía de la información personal. Y mientras tanto, nosotros debemos ser más conscientes de esta problemática y analizar más cuidadosamente qué información compartimos y si nos compensa compartirla por obtener un valor añadido en algunos servicios.
Muy interesante artículo Beatriz, está claro que somos muy inconscientes en nuestro uso de las nuevas tecnologías, no hemos sido educados para su uso debido a que todo es nuevo y la legislación en esta materia está siempre tan retrasada que difícilmente puede proteger al usuario.
Es cierto Joaquín, pensamos que los procesos y actividades que llevamos a cabo en Internet en general, y en las redes sociales en particular, son inocuos y nada más lejos de la realidad. Hace poco leía un artículo que decía que la gente sí se declaraba preocupada por el uso de sus datos personales por terceros, ¡pero aún así compartían toda su vida en las redes!: fotos de sus bebés, enfermedades, dónde estaban, etc.
¡Quién sabe qué nos encontraremos de nosotros mismos!
Gracias por tu comentario.