Otras tipologías bibliotecarias: Las bibliotecas parlamentarias

Congreso de los Diputados

La puesta en marcha de los mecanismos ordinarios para la formación de un nuevo gobierno y la constitución en el día de hoy de las Cortes de la Undécima Legislatura hacen que, en mi itinerancia por las distintas tipologías bibliotecarias, me detenga en esta ocasión en las Bibliotecas Parlamentarias.

España, a partir de la aprobación de la Constitución de 1978 por el Pueblo Soberano, es un Estado Social y Democrático de Derecho, que se organiza como Estado bajo la forma de una monarquía parlamentaria bicameral. Las Cortes Generales, que es el nombre que recibe en nuestro país el órgano supremo del Poder Legislativo, están integradas por una Cámara Baja, el Congreso de los Diputados, y una Cámara Alta, el Senado. Tanto una cámara como la otra poseen su propia biblioteca.

En primer lugar habría que tener claro el concepto de biblioteca parlamentaria. La Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecas y Bibliotecarios nos indica que son «bibliotecas especializadas, ya que sirven a unos usuarios particulares y bien definidos como son los miembros del Parlamento, junto con su personal». También podría decirse que son centros bibliotecarios al servicio de los organismos colegiados de poder público, para apoyar el quehacer político-legislativo de los parlamentarios (diputados y senadores) y sus equipos.

En la bibliografía anglosajona a veces se utiliza la expresión «biblioteca legislativa», pero es más específica la denominación parlamentaria. El profesor F. Meneses, de la UNAM, comenta que ha de estar al servicio del Poder Legislativo (pero no del Ejecutivo o el Judicial, que deben tener sus propias bibliotecas), y que, a la hora de clasificarlas, son bibliotecas generales por sus contenidos (de diferentes campos del conocimiento), pero especializadas por la naturaleza de la institución a la que prestan servicio y por el nivel de servicios que ofrecen.

Lo cierto es que no en todos los países las bibliotecas parlamentarias desempeñan idénticas funciones. En el Repertorio Mundial de Bibliotecas Parlamentarias Nacionales, elaborado para la IFLA por Ernst Kohl en los años noventa, se especifican tres grandes grupos: Bibliotecas Ex Profeso, creadas para esa específica función y con personal propio. Sería el caso de España, pero también de Francia, Alemania, Bélgica o Italia, por poner ejemplos cercanos. El segundo grupo son las Bibliotecas Híbridas, que además de la función parlamentaria ofrecen otros servicios, como el de Biblioteca Nacional. El caso más conocido sería la Biblioteca del Congreso de los EE. UU. Y el tercer grupo sería el integrado por las Bibliotecas Contractuales, cuando ese país no tiene biblioteca parlamentaria específica y sus parlamentarios atienden sus necesidades a través de las bibliotecas nacionales o algunas bibliotecas jurídicas. Es el caso de Liechtenstein o de la antigua Unión Soviética.

Centrándonos en el caso español, diremos que el antecedente directo de la Biblioteca del Congreso de los Diputados es la antigua Biblioteca de Cortes, establecida por las primeras Cortes de la Edad Contemporánea, las de Cádiz, en 1811. Tiene cuatro épocas claramente diferenciadas: La fundacional, desde sus inicios hasta 1838. Su primer Bibliotecario Mayor fue Bartolomé José Gallardo y se considera que es la época de mayor riqueza, incluso se planteó que fuese también Biblioteca Nacional, aunque finalmente se optó por dos bibliotecas diferenciadas. La segunda etapa, o de estabilidad, es de 1841 a 1936, menos espectacular en su desarrollo pero más efectiva técnicamente. Fue en este periodo (1850) cuando se instaló en su sede actual, de la Carrera de San Jerónimo, cuando se realizan sus catálogos retrospectivos, generales y parciales, y cuando se comienza a dar difusión de sus fondos y servicios. La tercera etapa, paralela al Franquismo, en que la biblioteca es monocameral al no haber Senado. Y la cuarta etapa o actual, que podría considerarse que comienza en 1977, cuando el Legislativo adopta su organización actual, sustituyendo el Congreso y el Senado surgidos de las históricas primeras Elecciones Generales a las antiguas Cortes monocamerales reguladas hasta entonces por la Ley de Cortes de 1942, actualizada por la Ley Orgánica del Estado de 1967. En el Constitucional año de 1978 se creó el Cuerpo de Archiveros-Bibliotecarios de las Cortes Generales, para darle servicio.

Su fondo -antiguo y moderno- está constituido por más de 130.000 monografías y tiene un gran valor para historiadores, sociólogos, juristas, politólogos y cualquier estudioso de la política contemporánea. Manuscritos, libros raros, cuadernos y folletos decimonónicos, e incluso ocho incunables y dos códices bajomedievales. Se considera fondo moderno a partir de 1943, cuando se constituyeron las primeras Cortes Franquistas, tras la Guerra Civil. Y no olvidemos el Archivo, integrado, junto a la Biblioteca, en los Servicios Documentales de la Cámara Baja, el cual, por su riqueza e importancia merecería artículo aparte.

La Biblioteca del Congreso de los Diputados presta servicios de orientación e información bibliográfica, consulta en sala, difusión selectiva de la información, bases de datos, préstamo domiciliario, reprografía y digitalización y exportación de registros a través del protocolo Z39.50. Su catálogo utiliza el SIGB AbsysNet, de la empresa Baratz, Servicios de Teledocumentación, y se puede consultar en línea en http://serviciosdocumentales.congreso.es/cgi-bin/congreso/. Posee varios subcatálogos: de revistas, de artículos de revistas, y de documentos electrónicos, aparte del catálogo general. También hay bases de datos específicas, como la de bibliografía sobre Derecho Parlamentario o sobre Biografías de Diputados, desde 1810 hasta la actualidad. Existe versión para dispositivos móviles (Mopac), también realizada por Baratz.

Además la Biblioteca del Congreso posee una plataforma de préstamo de libros digitales, Congreso Odilo, https://congreso.odilotk.es/, que utiliza los softwares Odilo TK y NubeReader, desarrollados por la empresa Odilo.

En lo que se refiere a la Biblioteca del Senado hay que tener en cuenta que no existió como tal durante los periodos que en España hubo sistema monocameral (Constitución de 1812, Segunda República y Franquismo). Cuenta con un fondo de 300.000 monografías especializadas, considerándose fondo antiguo hasta 1923, año en que el General Miguel Primo de Rivera suspendió las Cortes y estableció el Directorio, no volviendo a haber Senado hasta 1977. No obstante algunos politólogos consideran a las Cortes Franquistas como bicamerales, distinguiendo entre la Asamblea de Procuradores y el Consejo Nacional del Movimiento, que actuaría como equivalente a la Cámara Alta y que incluso tuvo su sede en el Palacio del Senado).

Ente los fondos de la Biblioteca del Senado hay incunables e importantes joyas de bibliófilo, muchas de ellas procedentes de la confiscación de la biblioteca particular del Infante D. Carlos Mª Isidro, cuando se sublevó contra el Gobierno legítimo pretendiendo destronar a su sobrina, la Reina Constitucional Isabel II e iniciando las guerras carlistas. Además hay fondos procedentes de otras importantes bibliotecas del S. XIX que pasaron a ser propiedad del Estado, como la del Duque de Osuna o la de Fernández de los Ríos. Láminas, grabados, publicaciones periódicas, fotografías, partituras, mapas y otras joyas se pueden encontrar en su fondo histórico. También primeras ediciones del Renacimiento (Fray Bartolomé de las Casas, Lucio Marineo Sículo, Florián de Ocampo…). En lo que se refiere al fondo moderno, destaca la biblioteca particular del político e historiador Jesús Pabón. También sus colecciones legislativas españolas (Gazeta de Madrid desde 1678) y extranjeras (Le Moniteur Universel, The London Gazette…).

La Biblioteca del Senado está ubicada en una magnífica sala diseñada hacia 1870 con elementos neogóticos por Emilio Rguez. Ayuso para aprovechar el antiguo claustro agustino de la Encarnación.

Comenzó a informatizarse en los años 80, aunque actualmente -como la cámara baja- opera con el SIGB Absys, de Baratz. Su catálogo está disponible vía web. Entre sus subcatálogos, además del fondo moderno, y el fondo histórico, se puede buscar por siglos, y también por materiales especiales (grabados, mapas, partituras, manuscritos, así como el fondo Gómez Arteche, de los tiempos de la Guerra de la Independencia…). Posee un rico fondo de publicaciones periódicas, oficiales y fondo histórico y presta los mismos servicios que su biblioteca hermana de la Cámara Baja. También tiene una biblioteca histórica digital, en la que se pueden consultar las joyas de su fondo histórico. En 2010 se puso en marcha el proyecto de acceso a fondos digitales modernos.

También hay, evidentemente, un Archivo, con documentación histórica (hasta 1923) y contemporánea (desde 1977). De entre sus fondos cabe destacar el fotográfico (52.000 negativos digitalizados) y el audiovisual, que conserva las grabaciones sonoras y visuales de las sesiones parlamentarias. En 2008 se creó la Comisión de Valoración de Documentos de la Cámara Alta.

Existe un proyecto conjunto entre las Bibliotecas del Congreso y el Senado, la futura Biblioteca Digital de las Cortes Generales, que dará visibilidad web a los fondos digitalizados de las Cortes Generales y difundirá sus recursos bibliográficos, como parte del Patrimonio Bibliográfico Español.

Por último, habría que mencionar las tipologías de usuarios hacia las que se dirigen las bibliotecas parlamentarias. Si bien en origen son instituciones cerradas, destinadas únicamente a los parlamentarios y al personal de las cámaras, algunos teóricos (como Meneses) nos hablan de una segunda función, que es la de servir como apoyo a la institución y su conjunto, y en ese ámbito puede haber funciones adicionales, como la de «suministrar información sobre la institución parlamentaria al público en general». Por su parte, Riffo Muñoz y Orrego Olmedo consideran que las bibliotecas parlamentarias deben ser «puente entre el Parlamento y el ciudadano» por dos vías: una directa que genere instrumentos que permitan al ciudadano comprender la función legislativa, y otra indirecta, que facilite el acercamiento del parlamentario a la ciudadanía.

Marta Buñuel ha escrito a este respecto que hay tres tipos de usuarios: Parlamentarios (Diputados y Senadores), Personal de las Cortes (y de los grupos políticos) e Investigadores, y considera que en nuestro país nos encontramos en un punto intermedio entre el aperturismo de la Cámara de Diputados Italiano y las restricciones de la Cámara de los Comunes del Reino Unido. Así pues, podemos concluir que en el caso español se va más allá del mero suministro al público de información, ya que tanto la Biblioteca del Congreso como la del Senado están abiertas a ciudadanos que no tengan relación con las Cámaras, siempre y cuando estén en posesión de la tarjeta de investigador y se adapten a las restricciones de seguridad que la institución requiere.

Y por supuesto, no olvidemos que también están al servicio de cualquier interesado que acceda a sus fondos digitalizados a través de sus páginas web.

Para saber más:
«La biblioteca: la joya inaccesible del Congreso de los Diputados», por Ana Cabanillas
«La biblioteca del Senado de España», por Diego Salvador Conejo.
«La biblioteca y el parlamento», por Marta Buñuel Adán.
«La composición orgánica de las bibliotecas parlamentarias : una perspectiva global», por Felipe Meneses Tello.
«Las bibliotecas parlamentarias y su rol como puente entre el parlamento y el ciudadano», por José Luis Riffo Muñoz y Karem Orrego Olmedo.
Directrices de la IFLA-FIABB para bibliotecas parlamentarias.

Antonio Casado

Responsable de Biblioteca en Campus Tecnológico de la Universidad de Castilla-La Mancha. Historiador, postgrado en Archivística. Interesado en Gestión Cultural y del Patrimonio, Museología, CRAIs, asociacionismo y gestión de la colección.

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