Tengo que confesarme: si juntara todas las multas que he acumulado por los préstamos en bibliotecas (de tarjetas propias y prestadas) sumaría al menos, 5 años. Como todo, hay una explicación lógica: soy una despistada y leo con gula. A lo que hay que sumarle el dicho de “perdidos al rio” y cuando me retraso un día, es fácil que se le sume otro… y otro… y un mes. Y ya sabéis como va el sistema bibliotecario: día sin préstamo por día y libro.
Lo he podido sortear a base de pedirle prestadas las tarjetas a amigos, familiares,… así como de tener la tarjeta de la biblioteca del pueblo de al lado “por si acaso”. Pero te terminas acostumbrando. Siempre y cuando no se conozca otro sistema.
Que es lo que me pasó a mi: por un lado Francia, donde la biblioteca en sí es gratuita: el acceso y la consulta. Sin embargo, si quieres sacar material, debes abonar 20 euros anuales. Supongo que de ahí vendrá que la penalización por no devolver el material a tiempo sea económica y no temporal. Si pagas por un año, querrás poderla usar durante un año entero, no por tiempos parciales.
Comparándola con la nuestra y con los problemas de financiación que sufren las mismas de forma sistemática, me pareció en su día una buena opción. Pero entra en conflicto directo con la filosofía de que la cultura debe ser libre y accesible. También cuando conocí esto era el 2006, a día de hoy me parecería poner más palos al carro de la igualdad de oportunidades.
Pero volví a salir del territorio nacional. De hecho, puse un océano entremedias y aterricé en Boston. Y ahí se me rompieron los esquemas. Por un lado en la universidad se me iluminaron los ojos cuando me dijeron que los libros que podía sacar eran “tantos como fuera capaz de llevarme” y que hasta el final del semestre no había que devolverlos. El problema fué entonces mi espalda. Decidí buscarme un sitio más cercano para no dejarme las lumbares sacando libros. Como la biblioteca de al lado de mi entonces casa: pública, con acceso libre, máximo 10 libros y una multa de 10 centimos pero no más de 5 dolares.
Ahí es cuando empieza mi debate interno: en España defendemos la grautidad de las bibliotecas debido a que la cultura debe ser libre y accesible pero, ¿cómo podemos garantizar ese acceso si penalizamos su uso? ¿Puede ser esto la razón de la baja utilización de las bibliotecas en España?
Cuando se analizan los hábitos lectores de diferentes paises, se contrastan generalmente con el alfabetismo de la población. Pero no he visto estudios que lo contraste con la política de retonor de los libros de las bibliotecas de esos paises. A día de hoy sería interesante comprobar si en los paises dónde la alfabetización de la población sobrepasa el 95%, son las penalizaciones bibliotecarias las que merman su uso.
Al fin y al cabo, el ser humano es un animal de costumbre: si suele ir cada 15 días a la biblioteca y por algún motivo esto se ve cortado, ¿cómo volver a la rutina?
Comparemos las tres zonas de forma algo rápida: Dinamarca, Suecia y España. Zonas alta, media y baja de lectura en europa (Kovac, 2008). Y curiosamente, por un lado tenemos dos paises cuyo uso de la biblioteca es libre (sin pago por afilización, como en Francia) con penas económicas y por otro, un país cuya penalización es de tiempo.
¿Cuál es la diferencia entre Dinarmarca y Suecia? Coste por reserva: ¿y si quiero un libro concreto y reservarlo no solo me cuesta si no que además puede que no esté exactamente cuando yo quiero? Y que además, me salga aproximadamente igual si me lo descargo a mi eBook.
Limitarnos a comparar habitos lectores con alfabetización y publicación de libros es eliminar el componente humano: caprichoso a la par que rutinario. Un estudio algo más detallado sobre políticas de préstamos y cantidad de libros prestados por persona podría darnos pistas más sólidas de por qué hay paises más y menos lectores. Así como qué servicios son los que se están dispuestos a pagar o cuales no.
Y quizás, solo digo quizás, sea momento de plantearnos unas nuevas políticas de préstamos. ¿O qué opinas tú? ¿Crees que cambiar las políticas de préstamo podrían atraer más usuarios a las bibliotecas?
Kovač, M. (2008). Never mind the web: Here comes the book. Oxford: Chandos Pub.
Un artículo muy interesante!
Siempre he estado a favor de poner encima de la mesa este tipo de debates, y creo que no están en contra de la igualdad, la accesibilidad ni la gratuidad. Aunque habría que entrar al detalle en cada uno de los «sistemas de pago» de los que se hablan en el artículo, por ejemplo, me parece bien que se pague un dinero extra por un servicio adicional al habitual prestado por el centro (por ejemplo, que me traigan un libro de otra biblioteca). También sería interesante pagar diferente (siguiendo el ejemplo de cuota anual de Francia) según el nivel de ingresos, sería más justo.
En cuanto a las penalizaciones por los retrasos, habría que entrar también en detalle, ya que si hay alguien que está esperando su lectura, nuestro retraso está impidiendo el uso de otro lector, pero esto no debería importar si nadie está esperando dicho libro, si nadie lo reclama, no veo bien que la biblioteca no me deje seguir leyéndolo o utilizándolo y se prefiere que esté en la estantería…
También es interesante el debate de si es conveniente imponer una penalización económica o de restricción de uso de préstamos. Por un lado parecería mejor una sanción económica, ya que si la biblioteca tiene como fin fomentar la lectura, de esta forma no lo está haciendo, pero por otro lado tan solo las personas que pudieran hacerse cargo económicamente de esta sanción podrían permitirse ser desconsiderados con el resto de usuarios, así que quizá habría que buscar otro tipo de sanción, por ejemplo, disponer de menos servicios bibliotecarios, o no tener los mismos derechos durante un tiempo, pero no limitar la lectura.
Cuando se habla de pagar, la justicia es relativa ya que hay que poner baremos: ¿es más justo que pague menos aquel que cobra 999€ que el que cobra 1000€? ¿Dónde ponemos los límites? Sin embargo estoy totalmente de acuerdo contigo sobre el punto que si el libro en préstamo no está siendo reclamado por otro usuario, por qué tengo que devolverlo en una fecha concreta si no lo he terminado. La triquiñuela de «bueno, puedes sacarlos tras 24h» no me convence. Pero no puedo dejar de comulgar con la idea de que si no se ve, no se lleva.
Así mismo, me gusta tu planteaminto: los que tengan posibilidades económicas se podrán permitir ser menos considerados con sus compañeros. Aquí entra en la que multa sea simbólica: en EE UU existe un máximo: 5€. Que no deja de ser una cantidad accesible a todos y, muy importante: optativa.
Quizá la clave para atraer a los usuarios a la biblioteca no es la política de préstamo, sino los servicios ofertados.
¿No es demasiado básico ofrecer sólo préstamo de libros en una biblioteca como principal atractivo?
Creo que no es realista establecer un sistema de pago en España ahora. La crisis excluye esa posibilidad, pero estoy con la persona que habla de pago proporcional (en Francia funciona en algunas actividades municipales: el cociente familiar es la proporción de ingresos de una unidad familiar), me parece una buena solución en tiempo de carestía.
Sin embargo, ¿cómo sensibilizar al lector al hecho de que existen otros lectores?
Si no se penaliza al lector infractor, ¿por qué penalizar a los posibles usuarios del documento en cuestión?
Es verdad que la biblioteca depende de los usuarios, pero no se puede temer su reacción cuando se pide un mínimo de civismo…
Tienes razón, un sistema de pagos actualmente en España sería empezar a cavarle la tumba a un sistema bibliotecario que está enfermo terminal. Sin embargo siempre se pueden encontrar puntos medios: ¿organizar actividades que hayan que pagar? ¿Permitir colectas para ayudar a la biblioteca? ¿Permitir benefactores (públicos y privados) que ingresen dinero?
Al final volvemos a punto incial: penalizamos al lector «desconsiderado» baneándolo de la biblioteca. ¿Por qué no premiar al lector considerado? El desconsiderado que page, al considerado se le amplian los días de préstamo. Los sistemas que inciden en premiar las acciones positivas que en penalizar las negativas siempre se han mostrado más eficientes a la hora de educar.