Literatura Gris II

Cómo comentamos en el post anterior: ante la literatura gris puede surgir la reflexión de “si no está publicado: ¿para qué preocuparse? “. Reflexión aplicable a cualquiera de los diferentes tipos de información encuadrados en la literatura no convencional.

La pregunta, está mal formulada: no es para qué, es si debemos preocuparnos de que esta información no esté publicada.

Analicemos un poco el panorama: por un lado, está el acceso a la información. En la actualidad es una característica obligatoria de lo que la ONU define como “buen gobierno”. Tanto proveer a la población de información como de proporcionarle un acceso adecuado a la misma (podemos hablar de minimizar la brecha digital o entrar en cuestiones básicas como proporcionar educación a la ciudadanía).

Por otro, y centrándonos en el área de la literatura gris que suele abarcar la producción científica en su gran mayoría, entramos en la controversia del avance de la ciencia. ¿Qué puede llegar a ser más útil: conocer qué línea de investigación no produce frutos o saber cual funciona? La utilidad realmente se la dará el científico que acceda a la información, pero de forma general podemos decir que ambas tienen la misma importancia. Sin embargo, las investigaciones fallidas no suelen llegar a sur versión con IS*N.

Nos encontramos, por tanto, con un flujo de información que puede llegar a ser accesible a técnicos especializado como pueden ser los documentalistas, pero que falla en llegar a lo que debería ser su público objetivo. En la realidad concreta de España, estos motivos suelen ser:

1) El público objetivo no conoce de su existencia.

2) Conoce de su existencia pero no puede adquirirla.

3) No le da importancia.

El punto 1 y 2 responde sobre todo a la falta de comunicación entre científicos/documentalistas. Existen centros de documentación, pero estos no se usan, no se conocen,… Y es muchas veces la desidia del científico que obvia la tarea del bibliotecario/documentalista por algo más accesible e inmediato como es Google.

El punto 3 es más complejo. A grandes rasgos, es la paradoja (o un muy buen modelo de negocio) de que uno de los uno de los baremos para conseguir financiación es el índice de impacto de la publicación donde se publiquen los artículos. Ojo, no el impacto del artículo en concreto. Además de la cantidad de artículos producidos, lo que no tiene por qué ser necesariamente indicativo de avance científico.

Por lo que al final, no se está premiando a la investigación, si no a la revista y a la cantidad.

De ahí que se provoque que las líneas con más publicaciones sean las que más posibilidades tienen de seguir publicando, en detrimento de otras que por otros factores (como temática hiperespecializada) queden en un segundo plano.

Y es que, al fin y al cabo, las editoriales tienen que hacer beneficios económicos. Incluso las que dependen de centros universitarios, aunque aquí no sea tanto hacer beneficio, necesitan fondos para poder desarrollar una buena actividad editorial.

¿Qué pitan las editoriales en este asunto? Las editoriales, de momento, son las únicas que proporcionan un marco objetivo de veracidad y fiabilidad al contenido de sus publicaciones: la revisión por pares. Sistema que, a pesar de sus fallos, da un peso a la información contenida en sus páginas.

Este sistema resolvía el segundo problema más importante de la comunicación científica, la veracidad. El primero, la velocidad de dispersión, lo resuelven las propias revistas, puesto que ante de estas los métodos para dar a conocer un avance científico eran mediante la comunicación individual a los científicos de tu ámbito a través de cartas manuscritas enviadas por mensajero o en personal, con dichos científicos o en reuniones doctas. Estamos hablando del siglo XVI-XVII. Poder reivindicar que eras tú y solo tú el que había inventado tal o cual antes que ese otro… podía ser un proyecto frustrante.

Una vez que se desarrolla este medio de comunicación, se crea un sistema que permita verificar los artículos entrantes de forma ágil: se crean comisiones de especialistas en cada materia para que reproduzcan los experimentos y testéen las hipótesis de los mismos. Para evitar mala praxis, se hacen anónimos.

Con los problemas más relevantes resueltos, este sistema de distribución sólo se ha ido afinando: mejor contrastación en los contenidos, más calidad en el soporte físico, mejor maquetación,… Pero no ha tenido que cambiar su forma de tratar con los autores y con el público al que se dirigían.

Sin embargo, la irrupción de un medio de comunicación bidireccional, instantáneo y multicanal como es Internet ha cambiado el panorama en el tema de las comunicaciones. Las publicaciones científicas no se han quedado fuera de esta evolución, puesto que se comienzan a realizar una petición muy razonable: si tan pronto como termino de escribir mi artículo, puedo distribuirlo (sin pasar por intermediarios) y recibir comentarios de mis colegas, ¿Por qué tengo que seguir publicando?

Pero: ¿qué pasa con la información que no está publicada?

 

Seguimos en el próximo artículo.

Ana Gil Amor

Groovy librarian. Greedy traveler.

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