Luis Ángel García Melero forma parte de una familia que ha tenido varias generaciones de bibliotecarios y documentalistas españoles, influyentes en el desarrollo de la profesión. Tras sacar su plaza en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos (Sección de Bibliotecas) en 1986, ha ejercido en numerosas Jefaturas y Direcciones de la Biblioteca Nacional Española, en el Ministerio de Administraciones Públicas y finalmente en el Tribunal Constitucional. Podemos destacar su aportación en el campo de la Automatización bibliotecaria, gracias a sus obras de cabecera y su participación activa en la creación e implantación de SABINA en la BNE. También ha destacado su labor como docente en ANABAD, en la Escuela Centro de Estudios Bibliográficos y Documentarios y en la Universidades del País Vasco, de Santiago de Compostela y Complutense de Madrid. En esta entrevista se expone su visión sobre el papel de los profesionales de la información al tiempo que se relatan los principales hitos de su vida profesional. Aspectos como la catalogación de la biblioteca privada de D. José María Areilza, la evolución de la automatización, la base formativa de los bibliotecarios, su opinión sobre las posibilidades del <<papel cero>> en la Administración de Justicia y el recuerdo de su padre, llenan las siguientes líneas.
¿Cuál cree que es el perfil al que mejor se ajusta, al de bibliotecario o al de documentalista? ¿Con cuál de los cargos que ha ejercido se siente más identificado? ¿Cuáles eran las funciones profesionales que más le agradaban?
No creo necesaria la distinción: sólo hay bibliotecarios. La diferencia depende de dos tipologías: los usuarios a los que se atiende y la diversidad de objetos en los que se escribe y se difunde la información en un área del saber. He trabajado en bibliotecas especializadas (Centro de Cálculo de la UCM, Ministerio de Administraciones Públicas y Tribunal Constitucional) en las que he realizado la catalogación e indización de libros, revistas especializadas, de los artículos editados en ellas o en obras colectivas (congresos, homenajes, etc.), he digitalizado los documentos solicitados, los he guardado en un repositorio y los he asociado a los registros bibliográficos. También elaborábamos boletines de difusión selectiva y búsquedas en bases de datos bibliográficas y/o jurídicas. Así mismo he desempeñado mis funciones en la Biblioteca Nacional de España organizando la implantación de un sistema automatizado, gestionando los depósitos generales y los préstamos, supervisando obras y dirigiendo las adquisiciones bibliográficas.
Me he sentido identificado con todos los cargos que he desempeñado, porque de todos he aprendido algo y he conseguido una visión global de la biblioteca como sistema. [pullquote]No creo necesaria la distinción: sólo hay bibliotecarios. La diferencia depende de dos tipologías: los usuarios a los que se atiende y la diversidad de objetos en los que se escribe y se difunde la información en un área del saber.[/pullquote] Me han agradado las funciones relacionadas con la dirección del Departamento de Adquisiciones de la BNE, porque era consciente de que la calidad de las colecciones y de los servicios dependían de las publicaciones que compráramos. También me di cuenta de las deficiencias que tenía la normativa de Depósito Legal, pues no se adecuaba a la nueva estructura del Estado, ni contemplaba nuevos soportes y medios de distribución, y la edición había cambiado mucho desde que se promulgó la anterior norma. Impulsé e hice ver la imperiosa necesidad de reformar esa legislación, tarea que culminó mi subordinada, compañera y amiga Montserrat Oliván. Recuerdo los esfuerzos que realizaba para que el Director General de turno se percatase de ello. Como no bastaban las estadísticas basadas en títulos, ejemplares ni metros lineales de estantería que ocupaban, se me ocurrió pedir a Montserrat que sumara los kilos de materiales bibliográficos que constaban en los albaranes de entrega procedentes de las Oficinas de Depósito Legal. Al final salieron varias toneladas y esa cifra alarmó a Luis Alberto de Cuenca que se dio cuenta de que en el volumen de los ingresos estribaban las carencias (recursos humanos para organizarlos, estanterías, recursos técnicos…) de la BNE.
Me agradaban las funciones relacionadas con la información bibliográfica. Me gustaba ayudar a los usuarios a la vez que aprendía de ellos. Mientras los atendía, evaluaba la pertinencia del proceso técnico y de la colección.
Que decidiera acercarse al ámbito profesional de la Biblioteconomía y la Documentación, tras Licenciarse en Filosofía y Letras y especializarse en Literatura hispánica, ¿significa que considera necesario que el bibliotecario o el documentalista tenga una base de formación humanística? ¿Son los conocimientos informáticos relevantes para desempeñar adecuadamente nuestro trabajo?
No considero imprescindible que el bibliotecario tenga una formación humanística, excepto en las bibliotecas con un importante fondo antiguo en lenguas clásicas. [pullquote]Me agradaban las funciones relacionadas con la información bibliográfica. Me gustaba ayudar a los usuarios a la vez que aprendía de ellos. Mientras los atendía, evaluaba la pertinencia del proceso técnico y de la colección.[/pullquote] Lo que sí debe ser un bibliotecario de una biblioteca nacional, pública o central universitaria es una persona culta para saber seleccionar publicaciones, indizarlas y recuperarlas de forma pertinente. En cambio, soy partidario de que los que trabajen en bibliotecas universitarias de facultades y en las especializadas sean titulados en el dominio del conocimiento que abarquen. Aunque lo prevén las convocatorias de oposiciones, hoy no es frecuente que se presenten por las bajas retribuciones de los bibliotecarios en relación con otras salidas. Convendría que hubiera una asignatura que enseñase a los alumnos de otras titulaciones diferentes a documentación la organización y las fuentes de información en su especialidad. Esta asignatura debería ser obligatoria, pues el graduado aprendería metodología de la investigación.
En cuanto a los conocimientos informáticos en el trabajo bibliotecario, son necesarios a nivel de usuario de las distintas herramientas o servicios. Aunque cada vez predomine más el software abierto, no considero imprescindible que un bibliotecario sepa programar o tener formación en otros ámbitos de las TIC. No hay que confundir las profesiones, aunque tengan puntos de contacto en común.
Desde octubre de 1972 a julio de 1974 tuvo la oportunidad de catalogar la Biblioteca particular del político D. José María Areilza. ¿Qué recuerdos conserva de aquella experiencia? ¿Qué medios y técnicas utilizó?
De la época en la que colaboré con mi hermano José Enrique en la catalogación de la biblioteca de José María de Areilza, todos son buenos recuerdos, pues teníamos 21 y 22 años. ¿Quién reniega de los años de juventud? Lo que más me sorprendió era la personalidad sencilla y cultísima del Sr. Areilza, que, además, utilizaba mucho los libros de su casa para escribir libros y artículos.
Para la catalogación usábamos las Instrucciones vigentes en aquella época y la Clasificación Decimal Universal abreviada. Los libros estaban ordenados por tamaños y número correlativo. Los medios que usamos eran los propios de la época: máquinas de escribir manuales y ficheros para fichas de tamaño internacional (12 x 7’5 cm).
¿Cómo ha vivido la evolución del proceso de automatización bibliotecaria desde que elaboró los primeros análisis funcionales a finales de los ’70?
La evolución ha sido asombrosa. Cuando empecé, no existían los micro, los midiordenadores, MS-DOS ni Windows. La telemática era muy rudimentaria. Trabajé en el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense, a comienzos de la década de 1980, con uno de los primeros ordenadores personales, que hubo en España. Era un Optimist 80 de Intel y tenía 47 Kb de memoria central. Se comunicaba con un ordenador IBME 360, en el que se ejecutaban los programas de edición de fichas catalográficas y listados. ¡La aplicación gestionaba registros Ibermarc, ponía automáticamente la codificación MARC y la puntuación ISBD para que el bibliotecario no tuviera que memorizarlos o consultarlos en manuales! Por aquellos años en España sólo existía el programa DOBIS/LIBIS de IBM, el elaborado por Lluis Olivella para la red de las bibliotecas públicas de la Caixa, aplicaciones de entrada de datos como la utilizada para Bibliografía Española. La información se transmitía en diferido a un ordenador central en la que se almacenaba y se indizaba utilizando el SGBD STAIRS, predecesor de BRS. La teledocumentación la explicaban en la Escuela de Documentalistas los técnicos de FUINCA y se usaba en centros de documentación como el INTA. [pullquote]…máquinas de escribir manuales y ficheros para fichas de tamaño internacional (12 x 7’5 cm).[/pullquote]
Con la aparición de los ordenadores personales, mi tío Ernesto García Camarero y yo pensábamos que había llegado la democratización de la informática y de la informatización de las bibliotecas. Estas no se verían restringidas por las limitaciones presupuestarias (los PC eran más baratos y requerían menos espacio que los ordenadores) y el tiempo de ordenador facilitado por los centros de proceso de datos. La idea era la escalabilidad: pasar a ordenadores personales con más capacidad de proceso y de memoria y que trabajarían en red. Por eso y por las peculiaridades de la información bibliográfica, pensábamos que las normas eran imprescindibles para independizar los datos de los programas y de los equipos, que cada vez eran más económicos y potentes. Sucedía que la normalización bibliográfica, en cuanto a formato de datos se refiere, iba con mucho retraso. La culpa la tuve yo: era muy respetuoso con los responsables de la política bibliotecaria española y pensaba que no era quién para decidir que los desarrollos informáticos se hicieran en USMARC en lugar de Ibermarc … Esta fue una de las causas de que se produjera una división entre las bibliotecas catalanas, que definieron el CATMARC basado en el UKMARC, y las del resto de España que seguían el IBERMARC.
Despertamos el mercado. Después de la aplicación de la Universidad Complutense, surgió el desarrollo del software SABINI, patrocinado al comienzo por el INI. Se impuso como condición el empleo de tecnología española: ordenadores SECOINSA y sistema operativo PICK, que era el empleado por estos equipos. Más tarde, colaboré en el desarrollo del SABINA y la lucha de poder Biblioteca Nacional / Ministerio de Cultura (estaba en cuestión de quién dependía funcionalmente la BN). Casi a la vez sucedió el pirateo de la aplicación en España y en América del Sur por distintas empresas. Más tarde aparecieron los programas basados en la arquitectura cliente/servidor, a los que siguieron los que utilizaban las herramientas de Internet, el protocolo de recopilación de datos … De ahí el debate ISBD / RDA, MARC / BIBFRAME, MARC / Dublin Core y otros esquemas, como los empleados en Europeana… Espero que al final haya una única norma, a pesar de que el mapeo o equivalencia sea sencillo, pero puede resultar difícil al mezclarse los intereses comerciales y los técnicos. Hoy me admiro de realidades como OCLC, Hispana, Europeana, los numerosos repositorios y todo en unos 25 años. El ideal de la Biblioteca Universal de Conrad Gessner es una realidad y se puede acceder del registro al documento digitalizado para consultarlo en un ordenador personal, Tablet o Smartphone.
¿Cree que las decisiones que se toman en los puestos directivos de la Biblioteca Nacional influyen decisivamente en la gestión de la política cultural de España?
No creo que las decisiones de los directivos de la Biblioteca Nacional de España influyan en la gestión de la política cultural española. Como mucho, pueden repercutir en la política bibliotecaria marcando pautas y definiendo proyectos de colaboración en su condición de cabecera del sistema español de bibliotecas.
A lo largo de su vida laboral impartió numerosos cursos. ¿Nunca le llamó la atención formalizar el camino de la docencia y la investigación universitaria?
Impartí numerosos cursos en la Escuela de Documentalistas, ANABAD, y en Másteres organizados por universidades españolas. En todos obtenía muy buena puntuación como docente. Impartí Documentación automatizada un cuatrimestre como profesor asociado en la Escuela de Biblioteconomía y Documentación de la UCM. Tenía que compatibilizar mi cargo de director de Departamento de Adquisiciones de la BNE y las clases. Salvo tres o cuatro, el resto de los alumnos sólo querían que les enseñaran Word, Excel y el manejo de una única aplicación de automatización de bibliotecas. Confundían la microinformática con la documentación. Además, sólo había 7 PC´s para 70 personas. Si organizabas turnos, no recibían las horas establecidas y si no los organizabas, veías 10 cabezas luchando por mirar la pantalla de un ordenador. No merecía la pena el estrés al que estaba sometido. Tenía otra concepción de la materia, faltaban medios y me convencí que era profesor para cursos de perfeccionamiento de bibliotecarios en activo. Por otra parte, el personal docente de las Escuelas y Facultades nunca me han pedido mi colaboración salvo la expuesta.
Ante la definitiva puesta en marcha de LexNET, ¿cree posible que se alcance el objetivo de “papel cero” en la Administración de Justicia? ¿Cuáles han sido los resultados de proyectos similares a nivel internacional?
No conozco LexNet, salvo las noticias que últimamente han aparecido en los medios de comunicación, ni tampoco lo he utilizado en los años en los que trabajé en el Tribunal Constitucional como bibliotecario. Por esta razón no le puedo responder, sería una temeridad por mi parte. Le ruego que me disculpe.[pullquote]…la Administración de Justicia debe elaborar proyectos de preservación y conservación de objetos digitales elaborando una política de conservación muy precisa y dotando de todo tipo de recursos técnicos y humanos a los centros depositarios. [/pullquote]
No obstante, a nivel teórico, creo que suprimir totalmente el papel es muy difícil en éste y otros ámbitos: siempre habrá alguna persona que no disponga, no sepa o no pueda manejar los dispositivos y las aplicaciones pertinentes. Si se consiguiera gracias a la interoperabilidad de sistemas y el uso de estándares, la Administración de Justicia debe elaborar proyectos de preservación y conservación de objetos digitales elaborando una política de conservación muy precisa y dotando de todo tipo de recursos técnicos y humanos a los centros depositarios. Al final, sería algo similar a la pervivencia en el tiempo de una biblioteca o repositorio digital. Tendría que adoptar las especificaciones del modelo de referencia OAIS que establece la norma UNE-ISO 14721:2015. También se tendrán que adoptar medidas muy estrictas de seguridad y privacidad.
Para concluir, ¿recuerda algún momento especialmente feliz de su dilatada carrera profesional?
Quizás fui muy feliz en la cena homenaje que, con motivo de su jubilación, sus compañeros dieron a mi padre: Justo García Morales, el creador de Bibliografía Española, de los servicios de información bibliográfica y uno de los bibliotecarios que más ha colaborado en la recuperación del patrimonio documental y bibliográfico español. Fue un acto memorable acaecido en 1984 y que suponía el fin de una época de bibliotecarios humanistas, eruditos, sabios y el comienzo de otra en la que iban a predominar los técnicos, los gestores económicos administrativos y las luchas por el mejor nivel rindiendo pleitesía al “jefe”.
Personalmente no recuerdo ningún momento en especial: soy persona introvertida, perfeccionista, con gran sentido del deber, pero humano, irónico y melancólico.
Luis Ángel García Melero es descendiente de una estirpe de bibliotecarios y documentalistas que se remonta a la primera mitad del siglo XX con Justo García Soriano (1884-1949), que obtuvo la Oposición al Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos en 1915. Su padre, Justo García Morales (1914-1998) fue un insigne bibliotecario español, creador de la Escuela de Bibliotecarios en 1952, nombre previo de la Escuela Nacional de Documentalistas y Centro de Estudios Bibliográficos y Documentarios, antecedente de las Facultades de Biblioteconomía y Documentación españolas. Él mismo Luis Ángel ha desempeñado la mayor parte de su vida profesional en la Biblioteca Nacional Española como Facultativo del Cuerpo de Bibliotecas, al frente de las Jefaturas de la Sección de Consulta y Referencia de la Hemeroteca Nacional, del Gabinete de Servicios Informáticos de la BN, del Servicio de Depósito General y Préstamo, en las Direcciones de los Departamentos de Adquisiciones y Control Bibliográfico y en Servicio de Valoración e Incremento del Patrimonio. Podemos considerarle uno de los padres de la Automatización bibliotecaria española, ya que elaboró los primeros análisis funcionales a partir de los 70, colaboró en el desarrollo de SABINA y participó en la implantación del primer sistema automatizado de la Biblioteca Nacional. Produjo algunas de las obras de cabecera en este ámbito como Automatización de Bibliotecas y La biblioteca digital, ambas publicados con su tío Ernesto García Camarero en Arco Libros. La Biblioteca especializada del Tribunal Constitucional fue su último destino profesional hasta 2012, fecha de su jubilación anticipada. En la actualidad es un usuario habitual de Facebook, donde, junto con su perro Bruno, realizan una sosegada crítica de la política actual, comparten contenidos culturales sobre arte y literatura y plantean debates sobre las condiciones que sufren algunas personas como consecuencia de la crisis.
Fantástico profesor, guardo muy buen recuerdo de sus clases en la Complutense allá por los primeros noventa.
Gracias por tu comentario Jaime. Para mí ha sido una grata experiencia entrevistarle. Un placer ahondar en la vida de personas como él.
Muy buena entrevista, en pocas líneas nos ha permitido recordar y nos ha dejado seguir aprendiendo. Enhorabuena.
Coincido contigo Pilar, entrevistar a Luis Ángel ha supuesto para mi tener el privilegio de conocer una parte fundamental de la evolución de la biblioteconomía española. Ha sido una fortuna dar con él.