Bibliotecas silenciosas vs bibliotecas ruidosas

Animación a la lectura
Aprendiendo con Teo

Bibliotecas: veinte años no es nada…o es mucho

Parece que fue ayer, pero en estos días celebro mi vigésimo aniversario como bibliotecaria. Muchos años de experiencia acumulada, de cambios en la profesión, de proyectos culminados y de ilusiones cumplidas y por cumplir para hacer de las bibliotecas lugares privilegiados donde crecer aprendiendo, disfrutando y participando.

Como diría el tango de Carlos Gardel, Volver, veinte años no es nada…Pero en el ámbito de la información y las bibliotecas sí podemos decir que veinte años son mucho, porque han pasado muchas cosas que hace tan sólo unos años no podríamos ni imaginar que evolucionaran del modo en que lo han hecho. Y no sólo en este campo, en realidad observamos una nueva revolución que afecta hasta los aspectos más insignificantes de nuestra vida: desde que nos levantamos hasta que nos acostamos estamos rodeados de instrumentos y hábitos de información, comunicación y tecnología que han cambiado totalmente nuestro modo de actuar y relacionarnos con los que nos rodean. La revolución tecnológica, principalmente en el ámbito de la comunicación y la información, nos afecta de lleno y como no podía ser de otro modo también ha cambiado nuestro modo de trabajar y de implementar proyectos en las bibliotecas, sea cual sea su tipología o naturaleza.

Lectura en el concurso de cuentos «Villa de Orgaz»

Bibliotecas: templos silenciosos o espacios llenos de vida y ruido

Existe la costumbre, aún bastante arraigada en usuarios, de considerar el silencio como una de las principales normas a cumplir y mantener en las bibliotecas. Incluso los que llegamos antes de que el papel tradicional de la biblioteca cambiase radicalmente, honestamente, durante el inicio de nuestra actividad profesional, nos convertimos en guardianes del silencio, de la quietud reverencial una vez se entraba en el recinto sagrado de los templos del saber, es decir, de las bibliotecas. Nada de ruido, ni de charlas, ni de molestar a quienes estudiaban, leían o consultaban libros en las salas de lectura. Incluso en la época de exámenes, favorecíamos de modo especial el silencio para que los estudiantes disfrutaran de la biblioteca como espacio silencioso y falto de distracciones.

Por supuesto, pronto nos dimos cuenta de que esta norma, que en su esencia debe seguir respetándose sobre todo en las salas habilitadas para estudio y consulta, se convertía en una excepción cada vez que se realizaba una actividad asociada a la biblioteca: cuentacuentos, juegos con primeros lectores, actividades de animación a la lectura, presentaciones de libros, sesiones de clubes de lectura, videofórums, charlas, trabajos en grupo, recitales de poesía, maratones de lectura, etc. Así que tuvimos que replantearnos la necesidad de cambiar hábitos y normas, de adaptarnos a todas las actividades y de facilitar que los usuarios comprendieran que las bibliotecas no son sólo aquellos templos silenciosos que custodian el saber acumulado durante siglos. Las bibliotecas en ocasiones se convierten en foros animados y ruidosos donde se puede participar en muchas actividades en las que lo fundamental es la participación y eso supone levantar un poco la voz para contar, cantar, debatir, compartir y aprender. De este modo, empezamos a alternar con bastante frecuencia el silencio con el ruido. El estudio con el movimiento. Y poco a poco los hábitos en los usuarios también cambiaron, para favorecer la versatilidad y funcionalidad de las bibliotecas.

Las bibliotecas: espacios cambiantes y versátiles

Es un contraste que inicialmente podría resultar antagónico, pero que con la experiencia y conscientes ya de que los cambios en el ámbito de las bibliotecas son irreversibles, podemos considerar necesario y fundamental. Bibliotecas silenciosas, donde cualquier curioso lector puede encontrar asiento para disfrutar de la lectura, del estudio, de la consulta. Y bibliotecas ruidosas, donde todos los ciudadanos podrán encontrar igualmente un sitio donde compartir experiencias e impresiones en clubes de lectura, disfrutar del despertar de los sentidos con bebés en las bebetecas, realizar manualidades creativas, escuchar poesía, aprender jugando, saber buscar información de forma interactiva, realizar trabajos en grupo, ver películas, participar en maratones de lectura, incluso compartir unos postres deliciosos si en el club de lectura se celebra la presencia de un escritor ,etc. Todo cabe, todo es posible en las bibliotecas, esos paraísos de los que nos hablaba Borges, y yo añadiría, esos universos en miniatura donde podemos descubrir y explorar cualquier rincón del conocimiento y la creación humana.

Así que si aún hay quien piensa que sólo encontrará silencio al acudir a una biblioteca puede verse sorprendido por alguna que otra «ruidosa» actividad que le mostrará la gran riqueza que supone disfrutar de todas las posibilidades que ofrece la lectura y la animación lectora de manos de tantos y tan buenos profesionales, esos bibliotecarios que con su inagotable creatividad convierten la cultura de los libros en vida en movimiento. A mí, con el tiempo, me han acabado gustando más esas bibliotecas con algo de ruido pero llenas de gente que las hace suyas, donde se sienten casi tan a gusto como en casa. Aunque de vez en cuando algo de silencio no viene mal, sobre todo para poner algo de orden y preparar la siguiente actividad.

Mercedes Carrascosa

Bibliotecaria, filóloga, apasionada lectora. Siempre investigando nuevos caminos para hacer de las bibliotecas lugares fundamentales para el desarrollo intergral de los ciudadanos.

8 respuestas a «Bibliotecas silenciosas vs bibliotecas ruidosas»

  1. Trabajo en una biblioteca pequeña y mi usuarios son jóvenes de más de 18 años, siempre que vienen se sienten cómodos, aprenden y disfrutan estar aquí. Cada mes les muestro el origen de una celebración, ya que siempre es bueno saber cuál es el origen de las cosas que celebramos. Trato de hacerlo con dinámicas y pues si lo hacen bien darles un regalito de premio.
    Lo bueno es que es algo que aprenden y no se les olvidará, además que lo comparten con los demás. La nuestra es una labor múltiple ya que además de brindar información relativa al ámbito académico, debemos culturizar a nuestros usuarios, es un proceso de enseñanza-aprendizaje constante.

    1. ¡Excelente modo de enseñar el que comentas! AL final lo que pretendemos es que se sientan a gusto en las bibliotecas donde trabajamos. Que las sientan suyas, las utilicen y así se habrá cumplido su finalidad: servir a los usuarios.
      Mercedes

  2. A mí me parece vergonzosa su postura. Cuando es necesario estudiar, pensar, reflexionar o escribir. O leer… leer, se necesita silencio. Ya hay lugares específicos para otras actividades, pero deben mantenerse áreas de silencio en una biblioteca por favor. Que la vulgaridad no ocupe todas las áreas de nuestra existencia por favor. Y favorezcan la cultura y aprender, no pasar el rato haciendo cosas infantiles. Usted lo confunde todo. Todo. Una lástima, pero así va el país de atrasado

    1. En primer lugar, agradezco el comentario porque me hace reflexionar sobre el tema propuesto. Es cierto que hay que reservar un espacio para el silencio, para el estudio. Pero también hay que ser conscientes de que la lectura no es sólo reflexión silenciosa. En mi artículo trato de resaltar que el papel de la biblioteca está cambiando en estas últimas décadas. No sólo hay que propiciar el estudio y el silencio sino que también es necesaria la participación, la comunicación, el ruido de las actividades siempre que esto no interfiera ni moleste a los demás. Además, en la mayoría de las bibliotecas que no pertenecen a instituciones educativas hemos tenido que adaptar los espacios para atender a todo tipo de usuarios, pues en la mayoría de los casos solo contamos con una sala que hemos de hacer polivalente y adaptable. Y no sólo pensamos en los que estudian y leen, sino en los niños que hacen trabajos, en los cursos de formación que se dan, en los encuentros con autores e ilustradores, en la animación a la lectura y la infinidad de talleres con niños y jóvenes que se llevan a cabo. Todo esto, que ciertamente supone hacer más ruido del normalmente permitido, no es una vulgaridad sino una atención a la diversidad. Lamento que confunda estos términos y aconsejo que considere que el trabajo en las bibliotecas no es sólo mantener el silencio. Saludos cordiales.

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