La necesidad de un banco del tiempo bibliotecario

Reconozco que para mí son más importantes el tiempo biológico y las relaciones humanas que vivir dentro de una red social en la que me pierdo (y a veces me aburro) tratando de abarcar multitud de noticias, opiniones y comentarios de todo tipo de personas, sin desmerecer por ello su aporte personal y su creatividad. A veces, nos centramos tanto en lo digital que nos olvidamos de mirar a nuestro entorno para evaluar qué estamos haciendo y en qué podemos mejorar de una manera más cercana.

Hace unos años una buena amiga me habló del denominado «Banco del Tiempo«, una fórmula bastante difundida hoy en día y donde se enfatiza la necesidad de replantear el propio concepto capitalista de lo que es un banco frente al uso de nuestro tiempo, todo ello inserto en un modelo de sociedad más enriquecedora donde el dinero pasa a ser un elemento secundario en favor de una cadena que produce un beneficio mutuo entre todos sus miembros y un cambio de conductas que desembocan en una mejor calidad de vida.

Banco
La cadena del tiempo donde todos ganamos (fotograma del video explicativo del Banco del Tiempo de Bilbao)

Se trata de un sistema de intercambio de servicios o favores por tiempo, donde la unidad de medida es este último (trabajar por una hora, etcétera) y no el dinero. Por eso, este tipo de banco no sirve para depositar capital para nuestra salvaguarda y la especulación de la oligarquía, sino para sustituirlo por aquel con el fin indicado.

Esta pequeña introducción viene a cuento porque he comprobado que la mayoría de las bibliotecas de Tenerife (islas Canarias) y, probablemente, en la Península no tienen servicios bibliotecarios a domicilio para personas que reúnan unas determinadas características, en unos casos justificado -y con razón- por el poco personal con el que cuentan y en otras porque no se valora su importancia y los beneficios que tendría para la comunidad.

Desde hace bastante tiempo, invierto parte de la media hora que tengo asignada en mi descanso laboral en ayudar a una usuaria de mi biblioteca: ante sus padecimientos físicos y en vista de las dificultades cada vez mayores para trasladarse a ella, hemos llegado al acuerdo de que ella me llama por teléfono al centro y me comenta los libros que quiere leer o los que yo pudiera recomendarle, teniendo siempre presente sus gustos, y, en ese intervalo referido, se los llevo a su casa, recogiendo a su vez los que anteriormente le había prestado.

Diagrama de funcionamiento de un Banco del Tiempo (Banco del Tiempo de Guadalajara, reproducido en Cooperando: economía alternativa solidaria)

Tampoco se trata de renunciar a nuestro derecho laboral de disfrutar de ese descanso asignado, pero, en mi caso, no me supone una gran molestia y, por eso, llevo pensando desde hace tiempo que las bibliotecas deben dar un paso más al frente y seguir avanzando con el fin de evaluar la posibilidad de implantar fórmulas parecidas, creando este servicio bibliotecario, pero funcionando a la vez con la filosofía de los bancos del tiempo.

Lo que pretendo explicar es que las propias bibliotecas podrían inspirarse en esos bancos y crear otros con un funcionamiento idéntico, donde se llevase a cabo una cadena de favores y servicios bibliotecarios y culturales a través de las personas que la integrasen y donde el personal de las bibliotecas en cuestión solo interviniese puntualmente en su gestión, dejándoles total autonomía al respecto. Fácil, ¿no?. Así, por ejemplo, tendríamos un cantante que está dispuesto a dar clases de canto a cambio de que otra persona le enseñase composición musical y ambos confluyen en el banco del tiempo cultural de una determinada biblioteca.

No obstante, hay muchos ancianos, discapacitados y enfermos que siguen ajenos a los beneficios del mundo bibliotecario, por lo que dichos centros también podrían crear un otro banco con el fin de buscar colaboradores que estuviesen interesados en invertir parte de su tiempo con otras personas fuera del espacio físico de la propia biblioteca y con los fines indicados, teniendo presente que en este caso la cadena de favores continuaría siendo recíproca, ya que, por ejemplo, unas disfrutarían en sus casas de la lectura que les hiciesen otras personas y estas recibirían a cambio la gratitud y el cariño de aquellas por haberlas ayudado a su crecimiento personal.

Aún así, podríamos pensar que todo esto que he expuesto está desfasado u obsoleto en cuanto a su planteamiento, ya que algunos servicios sociales de los respectivos ayuntamientos suelen tener un servicio de ayuda a domicilio, caracterizado por realizar actividades con nuestros mayores, entre las cuales están visitar las bibliotecas y acercarles de manera ágil y amena el mundo de la lectura y el contacto con los libros, pero esta dinámica no suele estar muy extendida y habla bien a las claras de las deficiencias socioculturales de nuestro sistema.

Con todo ello, las bibliotecas serían los centros coordinadores de uno o varios bancos, teniendo en cuenta que conocerían las necesidades e inquietudes de su propia población, y los inscritos el motor para intercambiar tiempo para sus necesidades.

Por último, recordarte que, si quieres saber más sobre este tema, puedes consultar la Web del Banco del Tiempo de Tenerife Guayadil y la de Euskadi Lagunkoia para ir evaluando la posibilidad de crear este servicio y, ya de paso, me lo cuentas y pongo una sonrisa de oreja a oreja al ver que se ha hecho realidad.

¡¡Cambiemos el chip!!

Francisco Javier León Álvarez

Colaborador en BiblogTecarios Rodeado de libros en la B. P. M. de La Orotava (Tenerife). Gestiono Ediciones La Gárgola Despierta y me interesan los aspectos sociales y culturales relacionados con los países del tercer mundo.

2 respuestas a «La necesidad de un banco del tiempo bibliotecario»

    1. Gracias Jorge por ese apunte en tu comentario. Digamos que mi experiencia, narrada en este post, equivalente a ese préstamo a domicilio que tú indicas, pero de lo que se trata no es de implantar este servicio en sí mismo, sino de entender el banco del tiempo como un instrumento para implicar tanto a los usuarios de nuestras bibliotecas como a los vecinos. Dicho de otra manera, y atendiendo al gran espectro de posibilidades planteadas en dicho post y al ejemplo concreto que citas, que fuesen esas personas las que, voluntariamente, estuviesen dispuestas a aportar parte de su tiempo para ayudar a personas con un determinado hándicap, cumpliendo así uno de los parámetros del funcionamiento del banco del tiempo, pero sin llegar a entenderlo como un servicio fiscalizado por la propia biblioteca porque en realidad no lo es: la idea se puede gestar en ella, pero el funcionamiento y la dinámica se insertan en el comportamiento de aquel.

      Un biblioabrazo!!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *